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Javier Caraballo

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El fenómeno Ayuso desde el perro Pecas

Toda la política española es faltona, es verdad, pero sobre todo a la izquierda le gusta mofarse de sus adversarios de la derecha con los motes más denigrantes

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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Esta vez, a Isabel Díaz Ayuso nadie le ha recordado su pasado con el perro Pecas. Curioso. Porque ese es un buen síntoma de su evolución política, a pesar de que solo han transcurrido dos años desde las elecciones de mayo de 2019, en las que se presentó por primera vez como candidata en el peor panorama posible. Muchos periódicos y cronistas titularon entonces que Díaz Ayuso era una “apuesta personal” de Pablo Casado, el presidente del Partido Popular, pero en realidad la impresión que se daba es que se trataba de 'un favor personal', porque nadie dudaba de la debacle que se le venía encima al partido, despellejado por los dos costados, la derecha y el centro, gracias al avance imparable de Ciudadanos y de Vox.

Ayuso era la mujer que podía resistir el desgaste y preparar la reconstrucción del partido tras la hecatombe que se presagiaba

Díaz Ayuso era la mujer que se podía prestar a ese papel, resistir el desgaste y preparar la reconstrucción del partido tras la hecatombe que se presagiaba. Con lo cual, lo primero que destacaron de su perfil político es que era la asistente que, en su día, le llevaba las redes sociales a Pecas, el perro de Esperanza Aguirre. “Me llamo Pecas y vivo en Malasaña con una rubia castiza. Incontrolable. Liberal. Seductor”, esos eran los chats que Díaz Ayuso escribía para animar la campaña a su jefa de entonces. ¿Cómo puede un líder político pasar en dos años de esa patética realidad al fenómeno de ahora, que llaman el ‘efecto Ayuso’? La asistente del perro Pecas es la primera dirigente del centro derecha que ha resuelto, en su circunscripción, la ecuación que todavía divide y fracciona ese electorado; ha provocado la desaparición 'de facto' de Ciudadanos y ha arrinconado a Vox hasta convertirlo en una fuerza gregaria, sin más aspiraciones. Las explicaciones de esa evolución extraordinaria se pueden resumir en tres.

Primera razón: los motes de la izquierda

Toda la política española es faltona, es verdad, pero sobre todo a la izquierda le gusta mofarse de sus adversarios de la derecha con los motes más denigrantes. ‘Mariposón’, le decía Alfonso Guerra a Mariano Rajoy para humillarlo, con ese doble lenguaje vergonzoso que, en otros partidos, hubiera merecido directamente una condena por homofobia. Pero como el mote venía de la izquierda, había patente ideológica para propagarlo, para mofarse hasta en las reuniones de amigos, y luego, si acaso, aclarar que le decían ‘mariposón’ por los muchos cargos políticos que había tenido a lo largo de su vida. A José María Aznar le ocurrió lo mismo, le decían ‘Charlotín’, y era evidente que, en una coyuntura como la de hace dos años, en las que el Partido Popular recurrió a dos neófitos para que apechugaran con la peor de las previsiones, lo primero tenía que ser el insulto y la descalificación.

Foto: El candidato del PSOE, Ángel Gabilondo, con el trabajador de un restaurante. (EFE)

El perro Pecas era la imagen burlona de Díaz Ayuso, complementada luego con el acrónimo despectivo de IDA profusamente difundido, y peor suerte tuvo su compañero, candidato a la alcaldía, Martínez-Almeida: le pusieron ‘carapolla’. La prepotencia de este personal es tan elevada que hasta algunos periodistas de cazo y trinchera lo propagaban. La cosa llegó tan lejos que, como contó hace poco el propio alcalde de Madrid en 'El Hormiguero', hasta los adolescentes se lo gritaban por la calle: ¡carapolla! “Ahora ya me da igual —dijo Martínez-Almeida—; gajes del oficio, ser alcalde y soltero puede llamar la atención, y más con mi físico. Pero entonces me dejó tocado: pensé en esos niños, que no tenían los 18 años, y que los hubieran envenenado de esa forma”. La política española es faltona, es verdad, pero el abuso, la burla pública y el intento de humillación pueden acabar provocando el efecto contrario al que se persigue, la solidaridad y la ternura hacia quien se quiere pisotear. La izquierda no sabe medir eso y le lleva, además, a cometer el error garrafal de infravalorar al adversario.

Foto: El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. (EFE) Opinión
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Segunda razón: el gran error de Pedro Sánchez

Isabel Díaz Ayuso es un producto de Pedro Sánchez. Un fallo del famoso ‘laboratorio’ de la Moncloa o un grave error de cálculo del PSOE. Por algo elemental: Díaz Ayuso no hubiera adquirido este protagonismo descomunal si Pedro Sánchez no hubiera bajado a la arena durante la pandemia concediéndole el protagonismo insólito de un ‘cara a cara’ del presidente del Gobierno con la presidenta de una comunidad autónoma. Aquella foto de las banderas (septiembre de 2020) fue la cúspide gloriosa, barroca y ridícula, de una confrontación en la que Pedro Sánchez no tenía nada que ganar; la rendición de Breda, banderas por lanzas, porque era Díaz Ayuso la única que se elevaba políticamente con la decisión presidencial de elegirla a ella para situarla a su altura institucional y política.

En sus intervenciones, se dirige siempre a Pedro Sánchez y casi nunca al candidato, Ángel Gabilondo, al que apenas menciona

Mucho tiempo llevaba Díaz Ayuso intentando provocar, machaconamente, el ‘tête à tête’, hasta que lo consiguió gracias al mayor error estratégico de los socialistas. Desde que sucedió, la presidenta madrileña ya no ha soltado la presa… En sus intervenciones, se dirige siempre a Pedro Sánchez y casi nunca al candidato, Ángel Gabilondo, al que apenas menciona. ¿Lo hizo Pedro Sánchez por menospreciar a Pablo Casado? ¿O acaso porque piensa que le viene bien confrontar con el ‘ala más dura’ del Partido Popular? Da igual los motivos que lo impulsaran, o si la idea fue de Iván Redondo o fue Miguel Ángel Rodríguez quien le metió un gol, pero si en las próximas elecciones en la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso consigue mayoría absoluta, muchos de esos votos se los debe a Pedro Sánchez.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, junto al presidente nacional del Partido Popular, Pablo Casado. (EFE) Opinión
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Javier Caraballo

Tercera razón: el cainismo de la izquierda

Salvo el breve paréntesis de Manuela Carmena como alcaldesa, en Madrid, tanto en la comunidad como en el ayuntamiento de la capital, la izquierda ha sido una aventura como adolescente: los primeros años con Tierno Galván y Joaquín Leguina, al que sacaban en las canciones de la movida como símbolos de la nueva política que se sacudía en España la caspa gris del franquismo. Desde entonces, 30 años de gobiernos de derechas en una comunidad en la que, curiosamente, el electorado se escora ligeramente hacia el centro izquierda en muchas de las encuestas que se publican. ¿Qué ocurre, entonces? Pues que, mientras que la derecha se ha dedicado en las tres últimas décadas a construir un discurso de gestión y de eficacia, pragmatismo conservador, la izquierda ha utilizado el tiempo en su principal afición: el cainismo.

Foto: Un camarero madrileño. (Juan Medina/Reuters) Opinión

Desde la histórica inestabilidad de la Federación Socialista Madrileña hasta las descarnadas batallas de la extrema izquierda de Podemos, con una división progresiva de fuerzas y de efectivos, tan penalizada por la Ley D'Hondt. La desmovilización y el desencanto son la moneda con que el electorado de izquierda suele pagar el egoísmo y la frivolidad de sus líderes y, por eso, la derecha ha podido superar y recuperarse de tantos momentos críticos, que incluso parecían terminales. Si a la izquierda no le suena la flauta en mayo y le arrebata el gobierno a Díaz Ayuso, estas elecciones, con Pablo Iglesias como referente máximo, serán otra vez las elecciones de una Babia histórica.

Esta vez, a Isabel Díaz Ayuso nadie le ha recordado su pasado con el perro Pecas. Curioso. Porque ese es un buen síntoma de su evolución política, a pesar de que solo han transcurrido dos años desde las elecciones de mayo de 2019, en las que se presentó por primera vez como candidata en el peor panorama posible. Muchos periódicos y cronistas titularon entonces que Díaz Ayuso era una “apuesta personal” de Pablo Casado, el presidente del Partido Popular, pero en realidad la impresión que se daba es que se trataba de 'un favor personal', porque nadie dudaba de la debacle que se le venía encima al partido, despellejado por los dos costados, la derecha y el centro, gracias al avance imparable de Ciudadanos y de Vox.

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