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Colón, el regalito de las derechas
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Javier Caraballo

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Colón, el regalito de las derechas

El indulto ha espoleado a quienes defendían la icónica ‘foto de Colón’, a quienes se enorgullecen de ella y la reivindican como marca política, y han decidido insistir en ese símbolo para solaz de Pedro Sánchez y de sus asesores de laboratorio

Foto: Manifestación para reivindicar la unidad de España y la Constitución en octubre de 2017. (EFE)
Manifestación para reivindicar la unidad de España y la Constitución en octubre de 2017. (EFE)
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El arrebato de las derechas le ha dado al presidente del Gobierno el discurso para las izquierdas. Ya está encarrilada por los gastados raíles de la confrontación política la extraordinaria polémica judicial por el indulto de los cabecillas de la revuelta independentista de Cataluña. El ‘porcojonismo’ tan propio de estas estrategias políticas acaloradas, precipitadas, les ha llevado a repetir la foto de hace dos años y medio, en la plaza de Colón de Madrid, de la que algunos habían comenzado a arrepentirse con la boca chica. El indulto ha espoleado a quienes defendían la icónica ‘foto de Colón’, a quienes se enorgullecen de ella y la reivindican como marca política, y han decidido insistir en ese símbolo para solaz de Pedro Sánchez y de sus asesores de laboratorio, que ya andaban preocupados por el dislate catalán.

A partir de ahora, todo el discurso, toda explicación, sobre el salvaje atropello contra la independencia judicial, se resumirá con un intercambio de acusaciones entre bloques en el que cada cual tiende a alinearse con los suyos. La reagrupación de las derechas produce un efecto igual en las izquierdas, una señal de alarma que requiere de unidad frente a la ofensiva. Para el PSOE y para Pedro Sánchez, el problema del indulto catalán, a partir de la foto de Colón, se reduce a un automatismo y una presunción. El automatismo consiste en centrar todo su discurso sobre el indulto en el ansia de las derechas por llegar al poder; la presunción es que el desgaste social se desvanecerá, dentro de dos años, cuando el conflicto catalán se haya reconducido por la vía vasca, con una renuncia explícita a la independencia unilateral. Otra cuestión distinta, paralela a esta confrontación, es que la petición de indulto acabe, como ya se ha advertido aquí, en un ‘choque de trenes’ entre poderes del Estado, algo que es probable, pero nada de ello tiene que ver con las estrategias políticas tras la decisión de las derechas de llamar a la reagrupación.

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De todos los partidos que participaron en aquella ‘foto de Colón’, el más perjudicado, objetivamente, es Ciudadanos, un partido que nació con el discurso contrario a los cordones sanitarios y perdió toda su credibilidad cuando se apartó de esa centralidad: primero al sumarse al acuerdo de las derechas para 'echar' a Pedro Sánchez de la Moncloa, que después llevó a la práctica en el Congreso de los Diputados en la ‘mini legislatura’, en la que pasó de 57 escaños a 10 diputados; dos tercios de los votos que tenía se esfumaron en un bluf político de época.

¿Qué puede ganar Ciudadanos participando, nuevamente, de esa ‘foto de Colón’, si la polarización de la política es el sumidero por el que desaparecen todas las aspiraciones de centro? Inés Arrimadas sostiene que hablar de la foto de Colón es hacerle el juego a Pedro Sánchez y, por ese motivo, ni siquiera confirma que ella vaya a estar en esa concentración. “Lo que quiere Sánchez es que pongamos el foco en la foto de los líderes políticos y yo no le voy a dar ese regalito”, dijo ayer Arrimadas en el programa 'Mesa de Debate', de Canal Sur Televisión. Pero se trata de una precaución tardía: la líder de Ciudadanos debe ser la primera en reconocer el error estratégico que se está cometiendo y que, lo de menos, será la foto física de la plaza de Colón, sino el gesto simbólico de reagrupación de las derechas. Como ella dice, ha sido un ‘regalito’ a Pedro Sánchez.

A partir de ahí, otra cosa distinta es que intentemos reflexionar sobre por qué Ciudadanos se deja arrastrar por la convocatoria y participa del ‘regalito’ de las derechas. Quizá por la misma razón que ha llevado a Pablo Casado a ser el primero en confirmar su presencia, después de que, públicamente, rompiera la foto de Colón en aquel debate del Congreso de los Diputados en el que le dijo a Santiago Abascal, líder de Vox, que lo único que ofrece a España son “fracturas, derrotas y enfados”. Ambos se han prestado a repetir el símbolo de las derechas reunidas porque se han visto arrastrados por las corrientes internas de sus partidos, que nunca vieron con malos ojos esa confluencia.

Quienes han triunfado con la concentración del domingo en la plaza de Colón han sido aquellos que defienden una relación abierta y desacomplejada con la extrema derecha, a pesar de las diferencias que puedan tener. Han triunfado las ideas de Cayetana Álvarez de Toledo, públicamente enfrentada a Pablo Casado desde que la destituyó como portavoz parlamentaria, y su amplio círculo de influencia a través de la plataforma Libres e Iguales. Junto a Cayetana, en esa corriente del Partido Popular podemos situar también a la propia presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y a su mentora, Esperanza Aguirre, que ya censuró abiertamente a Pablo Casado en El Confidencial por haber atacado personalmente al líder de Vox, un partido que ella no considera ni de extrema derecha ni populista. Por supuesto, para Santiago Abascal y para Vox, es también un triunfo por lo que supone de rectificación y claudicación de sus rivales más críticos en lo que él llama “derechita cobarde”.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro sánchez (c), firma en el libro de honor del Ayuntamiento de Alcalá de Henares junto al primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki (i). (EFE)

La nueva ‘foto de Vox’, por lo tanto, ni es inocente ni es un lapsus de estrategia política, es una imagen buscada de la que se aprovechará el presidente del Gobierno para transformar su abuso en un nuevo episodio de confrontación política entre izquierdas y derechas. Una vez más, la única confianza está fuera de la política, en el poder judicial que se está viendo mancillado; la confianza de que el Tribunal Supremo, como ha venido haciendo hasta ahora en el complejo sabotaje constitucional del independentismo catalán, sepa poner las cosas en su sitio, sin atender a las constantes presiones que le llegan desde todas las fuerzas políticas.

El arrebato de las derechas le ha dado al presidente del Gobierno el discurso para las izquierdas. Ya está encarrilada por los gastados raíles de la confrontación política la extraordinaria polémica judicial por el indulto de los cabecillas de la revuelta independentista de Cataluña. El ‘porcojonismo’ tan propio de estas estrategias políticas acaloradas, precipitadas, les ha llevado a repetir la foto de hace dos años y medio, en la plaza de Colón de Madrid, de la que algunos habían comenzado a arrepentirse con la boca chica. El indulto ha espoleado a quienes defendían la icónica ‘foto de Colón’, a quienes se enorgullecen de ella y la reivindican como marca política, y han decidido insistir en ese símbolo para solaz de Pedro Sánchez y de sus asesores de laboratorio, que ya andaban preocupados por el dislate catalán.

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