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Discordia, el juguete de Pedro Sánchez en el Liceu
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Javier Caraballo

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Discordia, el juguete de Pedro Sánchez en el Liceu

"Estamos donde estamos y tenemos que asentar los pies en la tierra y aceptar el tiempo que vivimos: una realidad que no queremos ninguno, pero que hemos hecho entre todos", dijo Sánchez

Foto: Sánchez, durante su discurso en el Liceu. (Reuters)
Sánchez, durante su discurso en el Liceu. (Reuters)
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Ni cinco minutos pasaron para que el buenismo se estrellara con la realidad. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convocó para la 'reconciliación' en el Gran Teatro Liceo de Barcelona a aquellos que no necesitaban reconciliarse, porque solo estaban los convencidos de la necesidad de los indultos, o, al menos, de la posibilidad de que los indultos abran una nueva etapa en Cataluña, como han aceptado ya algunos representantes tan relevantes de la sociedad como el presidente de la patronal española.

Pero esos no eran los enfrentados de la sociedad catalana, y a Sánchez le bastaron unos minutos para entenderlo cuando, aún en ese auditorio confortable y controlado, comenzaron a oírse gritos de rechazo, como los abucheos que atronaban en la calle, para ahogar su mensaje de buenas intenciones. "Estamos donde estamos y tenemos que asentar los pies en la tierra y aceptar el tiempo que vivimos: una realidad que no queremos ninguno, pero que hemos hecho entre todos", dijo el presidente. Ni siquiera esa tabla rasa entre quienes delinquieron y quienes defendieron la legalidad, entre quienes insultan y quienes se defienden; ni siquiera esa indignante equiparación hizo mella en los exaltados. Diga lo que diga, siempre le responderán, le gritarán, lo mismo: "Independencia", "fora de Catalunya". En este momento, ninguna autoridad del Estado español, ni el jefe del Estado, Felipe VI, ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, puede acudir a un acto en Cataluña sin que el independentismo les organice una bronca, como en los peores tiempos de Batasuna en el País Vasco. Más aún: en este momento, quienes representan al Estado español en Cataluña, que son los representantes de la Generalitat, son los que le hacen el vacío a las instituciones a las que le deben lealtad.

Foto: Pedro Sánchez, en el acto. (Reuters)

Pero es verdad, estamos donde estamos y tenemos que poner los pies en la tierra. Lo que no se le puede negar a Pedro Sánchez es que esté actuando de forma irreflexiva, no meditada, si saber que se ha decidido a atravesar un campo de minas. El líder de los socialistas, que ya conoce sobradamente lo que significa enfrentarse a una aventura que todos desaconsejan, afrontar un reto en el que todo el mundo pronostica que se va a estrellar, está convencido de que se deben conceder los indultos a los nueve condenados por sedición para seguir socavando la división del independentismo, que es un hecho que ya nadie cuestiona, y que se deben conceder ahora, en este momento.

En realidad, esto último, las prisas, es una de las cuestiones que más controversia genera, pero es la más elemental de todas: sencillamente, el PSOE quiere alejar los indultos, que tanta oposición suscita en la propia izquierda, del próximo ciclo electoral, que se iniciará con las elecciones andaluzas de 2022 y continuará el siguiente año con las elecciones municipales, autonómicas y, finalmente, elecciones generales. Para conseguirlo, lo mejor es esto, aprobarlos en puertas del verano, apartado incluso del inicio del próximo curso político. A principios de año, con la apuesta de Salvador Illa, el PSOE ya consiguió controlar la agenda política en Cataluña y, seis meses después, vuelve a hacerlo con los indultos.

Convocó para la 'reconciliación' a quienes no necesitaban reconciliarse, porque solo estaban los convencidos de la necesidad de los indultos

Es evidente, en todo caso, que la concesión de los indultos no es, no puede ser jamás, solo una medida política ni una estrategia electoral, que es en lo que naufraga todo lo diseñado por el Gobierno de Pedro Sánchez. En una democracia, ninguno de los poderes del Estado puede arrollar a los demás a su conveniencia; el respeto institucional entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial no es una formalidad protocolaria, sino una necesidad imperiosa para garantizar el funcionamiento de sistema democrático. Y la gravísima irresponsabilidad de Pedro Sánchez en la concesión de los indultos es que no valora el daño colateral que provoca en el Poder Judicial que, de forma unánime, la Abogacía del Estado, el Ministerio Fiscal y la Sala Segunda del Tribunal Supremo, se han opuesto a la concesión de los indultos en las actuales circunstancias. "Los indultos ni cuestionan ni revocan la sentencia del Tribunal Supremo", afirmó Pedro Sánchez en su intervención del Liceo de Barcelona y esa 'excusatio non petita' es la mayor prueba de su íntimo convencimiento del atropello que está perpetrando. Aunque, finalmente, consiga aprobarlos y que la Justicia no logre tumbarlos, como hizo con aquel famoso indulto del kamikaze.

Foto: Abascal (i), junto a Espinosa de los Monteros (d), en el Congreso. (EFE)

La clave de todo para el Gobierno de Pedro Sánchez radica en cómo esquivar el artículo 11 de la ley de indulto en el que se indica que “el indulto total se otorgará a los penados tan solo en el caso de existir a su favor razones de justicia, equidad o utilidad pública, a juicio del Tribunal sentenciador”. Como no es posible argumentar la justicia antes unos políticos delincuentes que amenazan a diario con volver a repetirlo, y como no se puede invocar la equidad ante quienes se mofan a diario del Estado de derecho y de los tribunales españoles, al Gobierno solo le ha quedado aferrarse a la utilidad pública como único argumento. Y, para reforzarlo, para impedir que prosperen los recursos que seguro se presentarán, le añade la concesión de un indulto solo parcial, no total, que es el requisito que se incluye en ese artículo clave de la Ley de Indulto.

Quiere decirse, en suma, que, tras el despliegue de apoyos públicos organizado por el Gobierno, y la minuciosa redacción del decreto, intentando taponar todas las vías de agua, es muy probable que Pedro Sánchez consiga sacar adelante los indultos sin el bochorno de que el Tribunal Supremo pueda anularlos, pese al menosprecio demostrado hacia la independencia del Poder Judicial. Lo que no conseguirá es hacernos ver que lo que todos tenemos alguna responsabilidad en lo sucedido en Cataluña, en el terrible otoño de 2017, y que la salida se alcanza con un reconocimiento mutuo de responsabilidades pasadas. "Podríamos seguir así encerrados con un solo juguete, como diría el genio catalán Juan Marsé, y seguir indefinidamente con un solo y triste juguete: la discordia", dijo Sánchez en el Liceu y en la disparatada argumentación de su estrategia solo nos faltaba por oír eso, que la discordia es un juguete.

Ni cinco minutos pasaron para que el buenismo se estrellara con la realidad. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convocó para la 'reconciliación' en el Gran Teatro Liceo de Barcelona a aquellos que no necesitaban reconciliarse, porque solo estaban los convencidos de la necesidad de los indultos, o, al menos, de la posibilidad de que los indultos abran una nueva etapa en Cataluña, como han aceptado ya algunos representantes tan relevantes de la sociedad como el presidente de la patronal española.

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