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El enigma mafioso de la Marbella de Gil
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Javier Caraballo

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El enigma mafioso de la Marbella de Gil

La caída de Calero había comenzado el 10 de agosto de 2001, cuando unos ladrones entraron en los juzgados de Marbella y robaron trece sumarios, uno de ellos por tráfico de drogas

Foto: Jesús Gil, durante la campaña electoral. (HBO)
Jesús Gil, durante la campaña electoral. (HBO)

Cuando Francisco Calero miró hacia abajo, desde el pretil de la azotea, se quedó contemplando el vacío por el que iba a precipitarse hasta la acera porque ahí se acababa su vida. Ya era solo un salto lo que le separaba de su muerte en el instante en el que llegó sofocado hasta la azotea y giró la cabeza para comprobar que no le había seguido ningún policía.

Luego colocó los dos pies en el pretil y cayó como un fardo pesado por los cinco pisos de aquel bloque, la casa en la que vivía. En ese paisaje conocido, la acera que tantas veces había recorrido, en la que jugaban sus hijos, por la que paseaba su mujer, sus vecinos, todo se acababa en tan solo unos segundos, aunque, en realidad, la caída, su caída, había comenzado muchas semanas atrás. Exactamente el 10 de agosto de 2001, cuando unos ladrones entraron en los juzgados de Marbella y robaron, de golpe, trece sumarios, en su mayoría de corrupción política, aunque también se llevaron uno por tráfico de drogas.

En una carretilla de las que se usan el reparto de electrodomésticos cargaron las cajas pesadas que contenían los miles y miles de folios de aquellos sumarios, las metieron en una furgoneta y se perdieron en la noche. No fue hasta la mañana siguiente, cuando llegó el titular del juzgado cuando se percataron de lo que había sucedido, habían 'limpiado' los armarios y los ordenadores, hasta cerciorarse de que no quedaba ni una sola anotación de lo que llevaban años investigando.

Foto: Fotografía (cedida por el Ministerio de Seguridad de Argentina) de la detención por parte de la policía federal del exconcejal español de Marbella Carlos Fernández. (EFE) Opinión
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Los veinte años que ahora se cumplen de aquel suceso son también los del tiempo transcurrido de uno de los mayores enigmas de la Marbella corrupta de Jesús Gil, porque nadie fue condenado por el robo de sumarios. Si el suicidio de Calero fue lo que evitó las condenas o si también él hubiese resultado absuelto de haber seguido con vida, es, quizá, la duda más angustiosa de todo este misterio.

Francisco Calero era agente judicial del Juzgado en el que se produjeron los robos y fue al primero que detuvieron por su presunta implicación en el robo de sumarios. Era un tipo joven, 43 años y padre de dos hijas menores de edad, y, por lo general, un hombre bien considerado y conocido entre sus vecinos. El 3 de octubre de ese mismo año de 2001, que fue el día que decidió quitarse la vida, la Policía lo había conducido hasta su casa, desde el calabozo, para intentar encontrar pruebas de su implicación en el robo.

Como era el presidente de la comunidad de vecinos, se deshizo con alguna excusa de los policías, cogió el manojo de llaves de la comunidad y se fue directo a la azotea. Los periódicos del día siguiente publicaban una foto de su cuerpo inerte sobre la acera, tapado con una mata de cuadros negros y blancos. La hora que señalaron del suceso fueron las 20:05. Es evidente que un final así amplificaba aún más todo lo ocurrido previamente, desde agosto, pero el interés de la prensa nacional no se ceñía al robo de los sumarios que, por impactante que parezca, era bastante habitual en la España de aquellos años.

Es evidente que un final así amplificaba aún más todo lo ocurrido previamente

Del sumario del famoso caso Urquijo desaparecieron del juzgado una pistola y más de doscientos casquillos; a un juez del caso Juan Guerra le robaron el borrador de una sentencia; al juez Garzón le birlaron de su mesa de despacho unas notas sobre un traficante de armas y le dejaron un papel con la firma del autor, 'el duende del portón'; en Galicia sisaron el sumario contra un alcalde por acoso sexual y prevaricación y en Madrid desaparecieron cuatro tomos del sumario contra el financiero Jacques Hachuel por delitos fiscales.

Hay más casos de robos en los juzgados en España, pero el de Marbella los superó a todos en expectación de la prensa nacional. Tanto es así que, en esas fechas, comenzó a conocerse el primer escándalo de la era de Aznar, Gescartera, un escándalo financiero, y ni siquiera aquello le hizo sombra en las portadas. Quien no se acuerde del escándalo, quizá le refresque el momento que se vivía en España la letra de una canción de un grupo de jóvenes andaluzas, 'Las Niñas', que fueron repetidamente censuradas en RTVE por cantar: "Ojú, el Bush mosqueao / ojú, y el otro escondío / ojú, los canallas que me roban / ojú, los dineros del bolsillo/ Gescartera, Gescartero / porón pon pón, porón pompero".

El periodista marbellí José Carlos Villanueva, auténtica vara verde contra las corrupciones del 'gilismo' cuando a Jesús Gil se le hacía el caldo gordo en muchos medios de comunicación, vivió el robo de los expedientes con tal intensidad que hasta hubieron de ponerle durante varios meses una escota policial por las amenazas que recibió. Dice Villanueva: "Todo fue muy duro, muy grave y, a la vez, muy chusco, con episodios como de una película de Torrente. Al final, al quedar archivado el robo de sumarios, con un sobreseimiento provisional y luego libre, el caso quedó impune sin juicio. Pasado el tiempo, los juicios por cada uno de los sumarios robados (luego reconstruidos) se celebraron con condenas firmes, aunque muchos años después de lo que hubiera correspondido. Gil por ejemplo, falleció en 2004, antes de que la mayoría de aquellos casos fueran a juicio".

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Pero ¿fue el propio Gil el que estaba detrás de aquel robo de sumarios? También se especuló en su día con la posibilidad de que los autores fueran narcotraficantes o la mafia rusa, por otro de los sumarios que desaparecieron, el de una estatua supuestamente donada que le costó más de un millón de euros al Ayuntamiento. "Jesús Gil —recuerda Villanueva— trató de hacer creer que el móvil del robo era un sumario de drogas y que, de paso, se llevaron sus diez sumarios… En fin, es rocambolesco".

"No hay pruebas ni condenas, pero parece lógico pensar que el robo fue por encargo del 'gilismo', que es a quien beneficiaba. Calero, que se suicidó, era un agente judicial cuyo club de frontenis recibía cuantiosas subvenciones del concejal de Deportes Tomás Reñones (exjugador del Atlético de Madrid) y luego condenado en Malaya". Tirando de ese hilo, todo podría encajar, como sostiene este periodista, pero aquel episodio quedará para siempre como el vértice sangriento de la monumental ola de corrupción que asoló Marbella, como en tantas series y películas de intriga mafiosa.

Cuando Francisco Calero miró hacia abajo, desde el pretil de la azotea, se quedó contemplando el vacío por el que iba a precipitarse hasta la acera porque ahí se acababa su vida. Ya era solo un salto lo que le separaba de su muerte en el instante en el que llegó sofocado hasta la azotea y giró la cabeza para comprobar que no le había seguido ningún policía.

Jesús Gil Marbella Mafia Delincuencia