Matacán
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La trampa de las elecciones andaluzas
¿Es esa ‘trampa’, ese riesgo, el que hace que Juanma Moreno desconfíe de los augures estadísticos y repita siempre que agotará la legislatura, que expira a finales del año que viene?
Todo parece tan claro, el camino tan libre y expedito hacia una sólida victoria en las elecciones andaluzas, que la única pregunta que deberían hacerse los dirigentes del PP de Andalucía es dónde está la trampa. Si durante 40 años, 40, el electorado de Andalucía se ha mostrado fiel a su mayoría sociológica de centro izquierda, por qué se iba a diluir ahora, en tres años, esa tendencia natural a votar a un partido por encima de los demás y en cualquier circunstancia, por adversa y desfavorable que fuera; “el partido natural de los andaluces”, como se denominaba el PSOE a sí mismo en las campañas electorales. En las elecciones, los socialistas encaraban la campaña electoral tan sobrados, tan seguros, que en alguna ocasión el lema simple fue ‘Suma y sigue’, como si no se tratase más que de eso, una racha de fortuna que no se acaba, una ecuación exponencial de crecimiento.
Por qué ahora, después de que a la derecha le haya tocado gestionar una legislatura anómala, atravesada fatalmente por una crisis sanitaria, económica y social, se iba a romper esa tendencia de voto a favor de la izquierda en Andalucía. A veces se olvida, porque el relumbrón del poder es un potente anestésico, que el Partido Popular solo ha ganado una vez las elecciones en Andalucía, cuando se hundió el zapaterismo y el PP de Mariano Rajoy arrasó en todas las instituciones como ni siquiera lo había hecho Felipe González con su enorme oleada de cambio de 1982. Pero ni siquiera la devastación del socialismo tras Zapatero, que coincidió en Andalucía con las impactantes denuncias de corrupción por el fraude de los ERE, consiguió que Javier Arenas, en 2012, entonces presidente del PP andaluz, consiguiera una mayoría suficiente para gobernar en la Junta.
Paradójicamente, por esos códigos secretos e inesperados que hacen de la política una ciencia inexacta, lo consiguió seis años después Juanma Moreno con uno de los peores resultados del PP en su historia, tan enclenque como el de los peores tiempos de Alianza Popular. Cómo no pensar en la trampa que esconden esas encuestas que les regalan el oído a los dirigentes del PP andaluz, con las posibilidades teóricas que existen de que el PSOE, como siempre ha sucedido, obtenga un buen resultado electoral y que, en esta ocasión, sean ellos los que resulten beneficiados con la aritmética, sumando fuerzas políticas de izquierda en Andalucía. Ahí están, como prueba, los resultados extrapolados de las últimas elecciones generales en Andalucía, en noviembre de 2019, en las que el PSOE le sacó 13 puntos de ventaja al Partido Popular, casi un millón y medio de votos para los socialistas frente a los 800.000 del Partido Popular. Con un resultado así, en el que Ciudadanos se hunde, las sumas volverían a favorecer al PSOE, como ha sucedido siempre, ahora, además, con un candidato nuevo, el todavía alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y una organización volcada hacia el sanchismo, tras la derrota de Susana Díaz.
¿Cuándo convocar las elecciones andaluzas? ¿Es esa ‘trampa’, ese riesgo, el que hace que el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, desconfíe de los augures estadísticos y repita siempre que agotará la legislatura, que expira a finales del año que viene? Aunque en Andalucía, en la actualidad, ya se ha instalado con nitidez la campaña electoral, cualquier observador de la política regional podrá observar que, en realidad, ningún partido andaluz aboga por un adelanto electoral, desde luego no antes de final de este año. Las presiones para un adelanto proceden de fuera de Andalucía y, curiosamente, desde el propio Partido Popular y desde Vox, que es quien más abiertamente lo reclama desde hace meses. Es decir, es a Pablo Casado y a Santiago Abascal a quienes parece urgirles un adelanto electoral en Andalucía, convencidos de que pueden prolongar aquí la estela de ‘cambio de ciclo político’ que se inició en las elecciones a la Asamblea de Madrid.
En Andalucía, ni a izquierda ni a derecha se participa de esa urgencia electoral. Con excepción de Vox, que carece de voz propia en la autonomía, que traslada milimétricamente las directrices nacionales, a las direcciones andaluzas de todos los demás partidos les conviene alejar la fecha de las elecciones para recomponerse. Le conviene al PSOE, para asentar a su nuevo candidato; le conviene a Podemos, tras la ruptura traumática con su antigua líder, Teresa Rodríguez, y le conviene a esta última, igual que a Más País de Iñigo Errejón, para darse a conocer en la amalgama de siglas de la izquierda. Y, por supuesto, le interesa agotar la legislatura a Ciudadanos, sin prisa alguna por pasar del Gobierno andaluz a la posible irrelevancia parlamentaria.
En la larga época de sucesivas mayorías absolutas del PSOE en Andalucía, la excepcionalidad de esa hegemonía, a pesar de los elevados índices de paro de la comunidad, llevó a un sociólogo andaluz, Manuel Pérez Yruela, a formular una teoría peculiar, la llamada ‘paradoja de la satisfacción’. La tesis era, sintetizada, la siguiente: la superación del subdesarrollo en que la dictadura franquista dejó sumida Andalucía había provocado en la sociedad andaluza un grado de satisfacción que podía bloquear la existencia de una visión crítica sobre los muchos problemas pendientes de resolver. La izquierda andaluza, el PSOE, adquirió esa patente de cambio y progreso en Andalucía, aunque buena parte se debió a la propia democracia y al caudal de ayudas europeas.
Pues bien, lo extraordinario ahora sería comprobar que un político de centro derecha como el líder del PP andaluz, Juanma Moreno, se convierte en la referencia sociológica de esa paradoja de la satisfacción. De hecho, ese es el fenómeno social que puede estar sucediendo en Andalucía. Los populares andaluces, aunque mantienen sus señas de identidad en algunas políticas como la rebaja fiscal, se han asentado sobre los valores sociológicos que representaba hasta ahora el PSOE andaluz en solitario, como el andalucismo, y la defensa de la educación y la sanidad publicas, en contra de las ‘advertencias’ de desmantelamiento del sector público, tantas veces repetidas por la izquierda. Eso, además del talante conciliador del presidente andaluz, por encima siempre de las trifulcas políticas, que tanto recuerda las virtudes electorales del líder político más longevo de la autonomía, Manuel Chaves. En fin… Confucio decía que “los cautos rara vez se equivocan” y, a lo largo de toda la historia, los pensadores políticos han alabado la prudencia como una de las virtudes esenciales del liderazgo, pero unida muchas veces a la osadía, a la valentía o la determinación. Con lo cual, nunca es posible conocer cuál es el mejor momento de una decisión hasta que no se conoce el resultado. Entonces sabremos si hay trampa.
Todo parece tan claro, el camino tan libre y expedito hacia una sólida victoria en las elecciones andaluzas, que la única pregunta que deberían hacerse los dirigentes del PP de Andalucía es dónde está la trampa. Si durante 40 años, 40, el electorado de Andalucía se ha mostrado fiel a su mayoría sociológica de centro izquierda, por qué se iba a diluir ahora, en tres años, esa tendencia natural a votar a un partido por encima de los demás y en cualquier circunstancia, por adversa y desfavorable que fuera; “el partido natural de los andaluces”, como se denominaba el PSOE a sí mismo en las campañas electorales. En las elecciones, los socialistas encaraban la campaña electoral tan sobrados, tan seguros, que en alguna ocasión el lema simple fue ‘Suma y sigue’, como si no se tratase más que de eso, una racha de fortuna que no se acaba, una ecuación exponencial de crecimiento.
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