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12 de octubre, 'aquí yace la Hispanidad'
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Javier Caraballo

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12 de octubre, 'aquí yace la Hispanidad'

El origen de la expresión, Día de la Raza o Día de la Hispanidad, se adopta en España a principios del siglo XX a iniciativa de un exalcalde de Madrid, Faustino Rodríguez San Pedro, que presidía la Unión Ibero-Americana

Foto: Preparativos para el desfile del Día de la Hispanidad. (EFE)
Preparativos para el desfile del Día de la Hispanidad. (EFE)

La Hispanidad desapareció un 12 de octubre, el mismo día que nació. Habrá quien piense todavía que lo que se celebra hoy es el Descubrimiento de América, pero está equivocado porque hace años que todo eso se borró de la festividad. Hoy solo celebramos su epitafio: “Aquí yace la hispanidad”. Podemos imaginarnos como Fígaro paseando por el cementerio de Madrid, hace 200 años; aquel artículo en el que Mariano José de Larra iba transcribiendo con pesadumbre las tumbas de valores y complejos españoles, de corrupciones y de cainismo; de todo aquello, en fin, que nos hace españoles: “Aquí yace media España, murió de la otra media”.

En ese laberinto de insatisfacción y de dudas sobre nuestro pasado, que nunca deja de retroalimentarse con reproches nuevos, cada vez más insensatos, el recuerdo de que un día como hoy Cristóbal Colón llegó a la isla de Guanahaní, bautizada como San Salvador, en Las Antillas, y abrió las puertas a una nueva era en la historia de la Humanidad se oculta o se obvia, se silencia, para que deje de generarnos incomodidad y remordimientos. En Francia celebran el Día de la Toma de la Bastilla, como fiesta nacional, y no habrá un francés que pida disculpas por la guillotina. O en Estados Unidos el 4 de julio, el Día de la Independencia, cuando se llenan las calles de 'majorettes' y de banderas, de barbacoas con Bruce Springsteen cantando al fondo 'Born in the USA'. ¿Es que acaso son mejores sociedades por eso? Ni mejores ni peores, porque no es ese el rasero ni el patriotismo 'per se' supone la medida de nada; se trata solo de conocer y analizar la historia en su contexto, sin que siga atormentándonos eternamente, como ocurre en España. Se trata solo de colocar España en el lugar privilegiado y protagonista que le corresponde en la historia.

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La aniquilación de la Hispanidad de la festividad del 12 de octubre es una de esas decisiones políticas que, con seguridad, pasaron inadvertidas en su día, sin otorgarle la trascendencia que podemos concederle ahora, cuando la contemplamos unida a otras que, poco a poco, han ido convirtiendo los complejos iniciales en realidades institucionales. El origen de la expresión, Día de la Raza o Día de la Hispanidad, se adopta en España a principios del siglo XX a iniciativa de un exalcalde de Madrid, Faustino Rodríguez San Pedro, que presidía la Unión Ibero-Americana. La idea se extiende por América y durante casi medio siglo el 12 de octubre se convierte en Fiesta de la Hispanidad, recuerdo y homenaje de todos aquellos países, a uno y otro lado del Atlántico, que han compartido una buena parte de la historia y de la cultura y que siguen unidos por una misma lengua. Es decir, que no fue Franco en la dictadura quien implantó el 12 de octubre como el Día de la Raza, aunque se ‘apropiara’ de la festividad y la malograra y la contaminara para los restos, como ocurrió con otros símbolos como la bandera o el himno. En fin.

Lo extraordinario, en todo caso, sobre la significación del 12 de octubre se produce en democracia. Había quien defendía, en la Transición, que la Fiesta Nacional de España debía celebrarse el 6 de diciembre, en conmemoración del referéndum constitucional. No era mala idea porque, aunque el 6 de diciembre sea festivo, sería una forma de ensalzar más la Constitución como algo que nos pertenece a todos; defenderla de los ataques que recibe a pesar de que la Transición y el paso de la dictadura a la democracia, este periodo de paz y prosperidad sin precedentes, constituye en sí mismo un hito histórico del que también podemos sentirnos orgullosos.

placeholder Preparativos para el desfile militar aéreo del 12 de octubre. (EFE)
Preparativos para el desfile militar aéreo del 12 de octubre. (EFE)

Pero no se hizo así. ¿Fue la ‘incomodidad’ de tener que celebrar por separado el 12 de octubre lo que hizo que se solapara con la Fiesta Nacional que se celebra en todos los países? A la vista de lo sucedido, no es descabellado pensar que esa ha sido la intención, consciente o no. Primero se coloca sobre el 12 de octubre la Fiesta Nacional y, pasados unos años, se suprime el añadido de Día de la Hispanidad para que solo figure la festividad. No hay más que reparar en el ridículo juego de palabras que se utiliza en la ley para justificar la festividad del 12 de octubre, con exquisito cuidado de no mencionar en ningún momento ni a Cristóbal Colón ni el Descubrimiento de América.

Atención a la redacción alambicada de la exposición de motivos de la Ley 18/1987, de artículo único, que establece la festividad de este día para no tener que mencionar lo que se celebra: “La conmemoración de la Fiesta Nacional, práctica común en el mundo actual, tiene como finalidad recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común, asumido como tal por la gran mayoría de los ciudadanos. Sin menoscabo de la indiscutible complejidad que implica el pasado de una nación tan diversa como la española (…) la fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma Monarquía, inicia un periodo de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”.

A celebrar el epitafio de la Hispanidad sabiendo que son estos los rasgos que nos identifican

Como puede imaginarse, lo que en España son complejos, dudas y silencios se transforma en disparate o imbecilidad a medida que se atraviesa el Atlántico y nos acercamos al continente americano, aunque ya entre nosotros los ignaros de allí tienen una réplica constante entre la extrema izquierda de aquí. Salvo en algún país, como Honduras o El Salvador, donde se mantiene la celebración del Día de la Raza, ningún otro conserva la festividad ligada al acontecimiento que la origina. Ni en los países de habla hispana ni en los de habla inglesa, también salvo algún caso aislado, como Bahamas, que celebra el Discovery Day (Día del Descubrimiento).

Lo normal es que la misma expresión de ‘raza’ se haya utilizado para homenajear a los pueblos indígenas y censurar y condenar a los descubridores españoles. En Venezuela y en Nicaragua, por ejemplo, lo que se celebra el 12 de octubre es el Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular, un concepto contradictorio en sí mismo, un engrudo indigesto que mezcla populismo e ignorancia en dosis de gran pureza. Solo pensar que sus ídolos directos y venerados, como los libertadores José de San Martín o Simón Bolívar, eran criollos, descendientes de españoles que nacieron en América, ofrece una idea clara de la empanada. Así que, nada, a celebrar el epitafio de la Hispanidad sabiendo, eso sí, que son estos los rasgos que nos identifican como españoles y, acaso, hasta nos unen a lo largo de los siglos. Como dijo un poeta catalán: “Oyendo hablar un hombre, fácil es / Saber dónde vio la luz del sol / Si alaba Inglaterra, será inglés / Si reniega de Prusia, es un francés / y si habla mal de España… Es español”.

La Hispanidad desapareció un 12 de octubre, el mismo día que nació. Habrá quien piense todavía que lo que se celebra hoy es el Descubrimiento de América, pero está equivocado porque hace años que todo eso se borró de la festividad. Hoy solo celebramos su epitafio: “Aquí yace la hispanidad”. Podemos imaginarnos como Fígaro paseando por el cementerio de Madrid, hace 200 años; aquel artículo en el que Mariano José de Larra iba transcribiendo con pesadumbre las tumbas de valores y complejos españoles, de corrupciones y de cainismo; de todo aquello, en fin, que nos hace españoles: “Aquí yace media España, murió de la otra media”.

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