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Javier Caraballo

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Vox decide su futuro en Andalucía

El porvenir político que pueda aguardarles comenzará a forjarse en Andalucía, de la misma forma que fue en esta comunidad donde entraron con fuerza, por primera vez, en una institución

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)
El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)
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La medida política de Vox en toda España la dará la formación de Santiago Abascal en Andalucía; lo que vaya a ser de ellos, el porvenir político que pueda aguardarles, comenzará a forjarse en Andalucía, de la misma forma que fue en esta comunidad donde entraron con fuerza, por primera vez, en una institución y la primera en la que se cerró un pacto de las derechas, experiencia política que se ‘exportó’ luego con suerte desigual a otras comunidades autónomas y ayuntamientos. Cuando se celebren las próximas elecciones andaluzas, probablemente en la primavera de 2022, la principal novedad con respecto a lo sucedido hace cuatro años es que, en esta ocasión, el partido de extrema derecha ya no optará por el apoyo parlamentario, sino que exigirá entrar en el Gobierno, en el caso de que sus votos sean necesarios para formar mayorías, si es que Ciudadanos no consigue frenar la sangría que lo aboca a la irrelevancia parlamentaria.

Ocurre, sin embargo, que para un partido político como Vox la propia entrada en un Gobierno se convierte en un reto político trascendental porque, necesariamente, tendrá que renunciar ‘de facto’ a los aspectos más polémicos y controvertidos de su ideario. Con lo cual, si el objetivo político es, como han manifestado, dar un paso adelante y mostrar a la ciudadanía que, tras cuatro años, ya tienen personas y equipos preparados para entrar en un Gobierno, debe tenerse en cuenta también que esa determinación supone un paso atrás en la radicalidad de muchos de sus planteamientos. Al menos, radicalidad formal, institucional, porque lo convertiría en un hecho contradictorio en sí mismo. Veamos.

Foto: La portavoz de Vox en el Congreso, Macarena Olona. (EFE)

De momento, lo que se dibuja en el panorama político andaluz, como ha puesto de manifiesto la última encuesta conocida, la del Centro de Estudios Andaluces (Centra), que es el CIS de la Junta de Andalucía, es que el Partido Popular, y sobre todo su líder Juanma Moreno, ha sabido rentabilizar su entrada en el Gobierno y se sitúa como primera fuerza política de Andalucía. Los resultados que otorga esa encuesta al PP andaluz no son inéditos o desconocidos, porque ya Javier Arenas consiguió un resultado similar en 2012, aunque no pudo gobernar, pero sí extraordinarios, porque suponen una consolidación política exprés de un político como Juanma Moreno, que en las últimas elecciones era casi un desconocido y que llevó su partido a uno de los peores resultados de su historia en Andalucía.

Pero la gestión de Moreno y su enorme habilidad para identificarse con gran parte del electorado andaluz mayoritario, que durante cuatro décadas votaba al PSOE, parecen haber conseguido esa enorme transformación. Esa identificación, que sería clave para entender unos resultados así, ha sido posible gracias al perfil político de Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía: una derecha moderada y andalucista. Con Ciudadanos como socio de gobierno, al presidente andaluz no le ha costado nada desarrollar esa estrategia, porque también el partido naranja participa de esa moderación, pero nada sería igual con Vox, con este Vox que conocemos. Y es ahí donde comienzan los problemas; el reto que tiene Vox si quiere pasar de los escaños a los despachos del poder en Andalucía y en España.

Foto: El presidente del Gobierno andaluz, Juanma Moreno. (EFE)

Como se decía antes, la entrada de Vox en un Gobierno debe suponer necesariamente la renuncia formal, o institucional, de algunos de sus planteamientos más radicales. Pensemos en algunos ejemplos referidos a la Junta de Andalucía, que es la comunidad donde primero se le va a plantear al partido de Abascal ese reto. ¿Puede seguir adelante Vox con su oposición al modelo autonómico? ¿Se va a oponer a que la Administración andaluza acoja a menores inmigrantes? ¿Y va a cerrar la radiotelevisión andaluza, como han afirmado en alguna ocasión?

En la legislatura andaluza que ya ha entrado en su recta final, el partido de Santiago Abascal, por ejemplo, ha rechazado participar en algunos de los actos institucionales de la autonomía, como el propio Día de Andalucía, algo que se hace inviable cuando se participa en un Gobierno de coalición. Puede fijarse en Podemos, que por mucho que proclame su republicanismo, por mucho que difamen sus portavoces la Corona, siempre asiste a los actos oficiales que convoca el jefe del Estado. Más grave es su posición sobre los menores inmigrantes, por la sencilla razón de que la atención de los menores inmigrantes no es una opción de la Administración española, sino una obligación legal. Y el cierre de Canal Sur, tal como prometen, también resulta inviable, no porque sea legalmente imposible, como lo anterior, sino porque el coste político y social que conlleva lo hace incompatible con el Partido Popular.

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)

Si Vox está decidido a entrar en el Gobierno, en el andaluz y luego en otros, como socio minoritario del Partido Popular, debe ya ir calculando que los aspectos más agresivos de su política, aquellos que lo convierten e identifican con la extrema derecha, tendrá que ir abandonándolos, o postergándolos, aunque nadie pueda exigirles que renuncien a ellos, de la misma forma que no se le exige a un partido de extrema izquierda o a un partido independentista que renuncie a sus ideales; esa es una garantía y un derecho constitucional siempre que se actúe dentro de la legalidad. El problema de ese paso es que, necesariamente, la moderación y el gobierno en un sistema político como el español suponen la deserción de sus votantes más radicales o antisistemas, que se sentirán decepcionados.

Como ha sido la propia Macarena Olona, portavoz y secretaria general de Vox en el Congreso, la que ha asegurado que “ha llegado el momento de gobernar”, que vaya recapacitando sobre los cambios necesarios de estrategia política que ello implica. Que lo piense sobre todo ella, no por ser una de las voces más inflamadas de Vox en algunos de los aspectos señalados antes, sino porque es muy posible que sea la candidata en las elecciones andaluzas. Total, tampoco supone tanto cambiar de opinión en política cuando se trata del poder. Ella misma ha pasado de afirmar, tajante, que “tal como se me ha trasladado lo de la candidatura, lo he comunicado: no quiero elucubraciones, no seré candidata”, a decir ahora, ocho meses después, que sería "un privilegio, como para cualquier persona, poder encabezar la candidatura" de Vox en Andalucía. Pues eso.

La medida política de Vox en toda España la dará la formación de Santiago Abascal en Andalucía; lo que vaya a ser de ellos, el porvenir político que pueda aguardarles, comenzará a forjarse en Andalucía, de la misma forma que fue en esta comunidad donde entraron con fuerza, por primera vez, en una institución y la primera en la que se cerró un pacto de las derechas, experiencia política que se ‘exportó’ luego con suerte desigual a otras comunidades autónomas y ayuntamientos. Cuando se celebren las próximas elecciones andaluzas, probablemente en la primavera de 2022, la principal novedad con respecto a lo sucedido hace cuatro años es que, en esta ocasión, el partido de extrema derecha ya no optará por el apoyo parlamentario, sino que exigirá entrar en el Gobierno, en el caso de que sus votos sean necesarios para formar mayorías, si es que Ciudadanos no consigue frenar la sangría que lo aboca a la irrelevancia parlamentaria.

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