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Las dudas del PSOE andaluz (que no resuelve el Congreso)
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Javier Caraballo

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Las dudas del PSOE andaluz (que no resuelve el Congreso)

El único problema, como ya ocurrió cuando Susana Díaz perdió el poder, es que Juan Espadas no sea capaz de movilizar a ese electorado socialista en Andalucía

Foto: Montero, Espadas, Lastra y Santos Cerdán. (EFE/Zapata)
Montero, Espadas, Lastra y Santos Cerdán. (EFE/Zapata)
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Detengámonos antes de nada en una afirmación que, en una democracia, pueden repetir muy pocos partidos políticos en el mundo: cuarenta y cuatro años después, los socialistas andaluces celebran este fin de semana su primer congreso en la oposición. ¿Quién puede decir lo mismo, si hasta el franquismo duró menos tiempo en España? Durante algunos años, en Andalucía se resaltaba, incluso, la paradoja de que en toda Europa solo existía un precedente igual, el de los democristianos de Baviera, la CDU, que acumulaban un periodo similar de gobiernos sucesivos, lo cual no dejaba de ser llamativo porque resultaba que los gobernantes más longevos del continente estaban en la región más rica y en la región más pobre.

La excepcionalidad se terminó en noviembre de 2018 y, tres años después, los socialistas andaluces vuelven a reunirse, en unas condiciones nunca vistas, para intentar resolver su mayor incertidumbre: qué puede pasar si en las próximas elecciones autonómicas el centroderecha vuelve a hacerse con el poder en la Junta de Andalucía, la administración autonómica, junto con Cataluña, con un mayor presupuesto de España, casi 44.000 millones de euros.

Foto: Feijóo, Ayuso, Casado y Moreno Bonilla. (EFE)
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Esa incertidumbre sobre el futuro inmediato del PSOE de Andalucía tiene sentido si pensamos que la alternancia política en las autonomías es más rígida de la que se da en el Gobierno de España. Sin que sepamos muy bien por qué, al repasar lo ocurrido en este medio siglo de democracia se observa que en las elecciones generales el PSOE y el Partido Popular se han ido alternando siempre al cabo de una década, más o menos, mientras que en las autonomías, aún sin llegar al extremo del PSOE de Andalucía, los periodos de gobierno son mucho más largos: Más de veinticinco años lleva el PP en Madrid, veinte años se llevó el Partido Popular gobernando en Valencia y cuatro mayorías absolutas obtuvo Fraga en Galicia, las mismas que lleva Núñez Feijóo.

En Cataluña, hasta que la corrupción y la deriva independentista desarmaron el catalanismo, Convergència i Unió era imbatible en las urnas, igual que ocurre con el PNV en el País Vasco que siempre ha gobernado, salvo una legislatura en la que el lendakari fue el socialista Patxi López. En Extremadura sucedió lo mismo que en Castilla-La Mancha, dos comunidades en las que siempre ha gobernado el PSOE salvo una legislatura (2011-2015) en la que el PP se hizo con el Gobierno. Es decir, lo normal es que el electorado de las comunidades autónomas se mantenga fiel a una misma fuerza política durante largos períodos de tiempo si consiguen asentarse en el poder más de una legislatura. ¿Puede pasar ahora en Andalucía, que el PP inicie un largo ciclo de gobiernos, si el PSOE no consigue volver a la presidencia de la Junta, como sí hicieron los socialistas extremeños y castellano-manchegos?

La incertidumbre sobre el PSOE de Andalucía tiene sentido si pensamos que la alternancia política en las autonomías es más rígida

Esa es la presión fundamental, la incertidumbre, que rodea al todavía alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que ha sido el elegido por Pedro Sánchez para sustituir a la última presidenta socialista, Susana Díaz, ahora cómodamente apartada de la primera línea con un escaño en el Senado, que es la cámara de representación de los caídos en desgracia en política y de los jubilados. La mayor esperanza de los socialistas andaluces para recuperar el poder perdido está en la estabilidad electoral demostrada durante esas cuatro décadas, el elevado suelo de votantes del que disponen, como siguen reflejando las encuestas.

De hecho, en el último barómetro electoral de El Confidencial volvía a ponerse de manifiesto el crecimiento del Partido Popular en toda España, con victorias provincia a provincia, salvo en seis de las ocho andaluzas (Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén y Sevilla) en la que el PSOE sigue fuerte. El único problema, como ya ocurrió en las elecciones de 2018 en las que Susana Díaz perdió el poder, es que Juan Espadas no sea capaz de movilizar a ese electorado socialista en Andalucía, que existe, como demuestran las encuestas, y no se ha 'fugado' a otras opciones políticas. Es decir, existe la posibilidad de que los votantes socialistas sigan respaldando al PSOE en unas elecciones generales, pero que en unas autonómicas se inclinen por la abstención o, incluso, por apoyar al candidato del PP, Juanma Moreno, que ha demostrado en estos tres años ser un político moderado, muy lejos de la derecha más radical, dialogante y abanderado de un andalucismo templado.

Foto: El secretario general del PSOE andaluz, Juan Espadas. (EFE / Marta Pérez)

La propia elección de Juan Espadas tiene que ver con ese carácter del actual presidente de la Junta. En los meses previos a su elección como nuevo líder, el debate interno en el Partido Socialista era, precisamente, cuál era el mejor perfil político para enfrentarlo a Juanma Moreno, si el de un político agresivo y contundente o el de una persona moderada, como el presidente andaluz. Dentro del PSOE, por ejemplo, dentro del 'sanchismo' andaluz, la duda era si para activar al electorado era mejor una política como María Jesús Montero, más batalladora, o un dirigente como Juan Espadas, al que se le pueden oír discursos simétricos al de Juanma Moreno, cargados de invitaciones al consenso, al diálogo, al entendimiento, alejados de toda confrontación.

La decisión ha sido esta última, como si se le quisiera contraponer al presidente andaluz del PP una réplica de su misma estrategia política. En la primavera del año que viene, con toda probabilidad, se verá el acierto o el error de esa apuesta sosegada del socialismo andaluz y las consecuencias que puedan derivarse, incluso para el propio Juan Espadas, que llega a la secretaría general sin que, como ha ocurrido en otras ocasiones, pueda afirmarse que goza de poder orgánico propio en el PSOE andaluz, que es la mayor agrupación socialista de España. El 'juanismo' o el 'espadismo', o como se quiera llamar, no existe, como sí existía en su día el 'borbollismo', el 'chavismo' o el 'susanismo'. Como todo es nuevo en el PSOE de Andalucía cuarenta y cuatro años después, el futuro se irá escribiendo de acuerdo con lo que pase en las próximas elecciones. De momento, lo que hacen los socialistas es mirar al pasado y volver al origen, al punto de salida, a Torremolinos, donde empezó todo en el primer congreso celebrado, el 16 de diciembre de 1977. Hasta el lema parece un grito de reafirmación por lo que han sido todos estos años y teme que se les olvide a sus electores: "Somos socialistas, somos Andalucía".

Detengámonos antes de nada en una afirmación que, en una democracia, pueden repetir muy pocos partidos políticos en el mundo: cuarenta y cuatro años después, los socialistas andaluces celebran este fin de semana su primer congreso en la oposición. ¿Quién puede decir lo mismo, si hasta el franquismo duró menos tiempo en España? Durante algunos años, en Andalucía se resaltaba, incluso, la paradoja de que en toda Europa solo existía un precedente igual, el de los democristianos de Baviera, la CDU, que acumulaban un periodo similar de gobiernos sucesivos, lo cual no dejaba de ser llamativo porque resultaba que los gobernantes más longevos del continente estaban en la región más rica y en la región más pobre.