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Casado está nervioso y Ayuso lo sabe
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Javier Caraballo

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Casado está nervioso y Ayuso lo sabe

El presidente del PP cada día parece más nervioso, e inseguro, por la batalla en la que se ha metido en la Comunidad de Madrid y sus adversarios internos, o su adversaria, lo sabe perfectamente

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Chema Moya)
El líder del PP, Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Chema Moya)
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En el esplendor de su declive como orador, Pablo Casado dijo “coño” en el Congreso de los Diputados y los suyos se levantaron a aplaudir como si delante tuvieran un 'ring' y el boxeador hubiera noqueado de un gancho a su adversario. En realidad, es lo que se espera en cada sesión del Congreso, sobre todo en las de control del Gobierno, un insulto o una payasada, contundente, como un bofetón, algo que quepa en un mensaje corto para las redes sociales. 'Realpolitik'… y tok; ese es el signo de los tiempos. “¿Qué coño tiene que pasar para que usted asuma alguna responsabilidad?”, le espetó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y los aplausos que siguieron al exabrupto lo hacían convencidos de que, esta vez, iba a ser imposible que nadie le arrebatase el protagonismo de los 'likes' al líder del Partido Popular.

Y tenían razón, todos los titulares de las informaciones referidas a la actualidad del Congreso repitieron su frase, que ni siquiera necesita de contexto, porque el insulto es el mensaje. Si estaba referida a la polémica de Canet de Mar, el nuevo atropello independentista, o si pretendía reprocharle al Gobierno la nueva subida de la electricidad, se queda en un segundo plano porque no era ese el objetivo. Quizá ni siquiera el propio Pablo Casado lo pretende y, por eso, ha convertido sus intervenciones en el Congreso en un 'collage', un corta y pega de los temas de la semana, muchas veces repetidos, que ni esperan respuesta ni tan siquiera la necesitan.

¿Estamos asistiendo al nivel parlamentario más bajo de todo el periodo democrático? El presidente Mariano Rajoy, convertido en un rentable escritor de análisis políticos, es uno de los que así lo piensa y por eso ha publicado ‘ Política para adultos’, su último libro. Ya en la introducción ofrece la definición de ese concepto: “Política para adultos significa política hecha por personas responsables para ciudadanos igualmente responsables, sea cual sea su edad. La madurez no es tanto una cuestión de años como de asunción de límites: los límites que nos pone la realidad, los que nos marcan las leyes y también los de nuestra propia contención […]. La política para adultos como yo la entiendo es una política capaz de ver más allá del próximo cuarto de hora, una política que sabe expresarse en algo más de un tuit”.

Si el mismo Rajoy, cuando se le pregunta por Pablo Casado, se refiere a él como uno de los políticos que se hicieron bajo su tutela cuando lideraba el partido y el Gobierno, debe estar contrariado al ver reflejado en sus intervenciones todos los elementos de los que alerta en su libro, la incontinencia y superficialidad de un tuit. En todo caso, al margen de que Pablo Casado forme parte destacada del deterioro de la clase política española al que estamos asistiendo, el problema principal del presidente del Partido Popular es que cada día parece más nervioso, e inseguro, por la batalla en la que se ha metido en la Comunidad de Madrid y sus adversarios internos, o su adversaria, lo sabe perfectamente.

Foto: Entrevista a Pablo Casado. (David Mudarra)
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El deterioro de las relaciones es tan acelerado que, en los últimos días, hasta dirigentes provinciales y regionales del propio Partido Popular se han avergonzado del espectáculo que están ofreciendo Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso con motivo de las cenas de Navidad de los militantes de ese partido en Madrid, que han terminado prohibiéndose. Lo de menos en ese enfrentamiento, y ahí radica la gravedad de lo ocurrido, es que se pueda tratar de una disputa entre ambos sobre cómo combatir de forma más eficiente la pandemia en esta sexta ola y de las consecuencias que vaya a tener la apertura navideña en los meses de enero y febrero, como ya ocurrió el año pasado.

No, el debate solo es la excusa para añadirle elementos de confrontación a la disputa que ambos mantienen por el liderazgo del partido en la Comunidad de Madrid y, más allá, por el liderazgo futuro del Partido Popular en toda España. Pablo Casado necesitaba un gesto de autoridad, un golpe en la mesa, ante Isabel Díaz Ayuso y lo ha encontrado en la pandemia, con la desautorización de las políticas sanitarias de la Comunidad de Madrid que, sin embargo, alababa cuando se utilizaban contra el presidente del Gobierno. Y, por su lado, Isabel Díaz Ayuso alentó y desafió al presidente del Partido Popular, como antes hizo contra Pedro Sánchez, para, una vez más, afianzar su discurso icónico de ‘libertad’. Es decir, antes y ahora, la gestión de la pandemia está sirviendo en Madrid para diseñar estrategias y conseguir fines políticos y esa es la razón que lleva a la vergüenza ajena al resto de dirigentes del centro derecha en toda España.

Pero, por mucho sonrojo o irritación que provoque en el interior del partido, especialmente entre los gobernantes populares de otras comunidades autónomas, lo único que demuestra este último enfrentamiento es que, una vez traspasados los límites del uso de la pandemia, esta guerra interna es una lucha sin cuartel. Ayuso ha bajado a su terreno a Pablo Casado, ha repetido la misma jugada política que con Pedro Sánchez, y ahora solo se trata de esperar. Entre tanto, dedica su tiempo a alimentar su indudable proyección nacional e internacional, como la que hace unos días le brindó uno de los columnistas del gigantesco 'The Washington Post', Henry Olsen, miembro de un 'think tank' conservador (‘Ethics and Public Policy Center’).

El columnista estuvo reunido con Díaz Ayuso, en el encuentro le confesó que era una ciega admiradora de Ronald Reagan —del cual fue biógrafo este columnista del 'Post'— y, a raíz de ahí, este artículo: “Ayuso es rápida, decidida y domina los detalles del Gobierno. Y, lo que es más importante, habla con pasión de su devoción por la libertad. También es completamente moderna; una mujer no religiosa, amante de la vida nocturna, que lleva un tatuaje de Depeche Mode en el antebrazo. Muchos jóvenes conservadores estadounidenses anhelan una líder inteligente, seria y con principios como ella”, decía la columna de 'The Washington Post'. Gasolina para la batalla de Madrid en la que uno está nervioso y otra observa.

En el esplendor de su declive como orador, Pablo Casado dijo “coño” en el Congreso de los Diputados y los suyos se levantaron a aplaudir como si delante tuvieran un 'ring' y el boxeador hubiera noqueado de un gancho a su adversario. En realidad, es lo que se espera en cada sesión del Congreso, sobre todo en las de control del Gobierno, un insulto o una payasada, contundente, como un bofetón, algo que quepa en un mensaje corto para las redes sociales. 'Realpolitik'… y tok; ese es el signo de los tiempos. “¿Qué coño tiene que pasar para que usted asuma alguna responsabilidad?”, le espetó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y los aplausos que siguieron al exabrupto lo hacían convencidos de que, esta vez, iba a ser imposible que nadie le arrebatase el protagonismo de los 'likes' al líder del Partido Popular.

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