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Alerta por la 'corrupción Next Generation'
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Javier Caraballo

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Alerta por la 'corrupción Next Generation'

Muchos de los casos de corrupción que conocemos han comenzado con comportamientos de gobernantes que se asemejan mucho a algunas de las decisiones que se han adoptado en esta legislatura

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Javier Lizón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Javier Lizón)

La corrupción en España es generacional y esta clase política de ahora, que nos gobierna, es tan nueva que aún no está afectada, aunque nadie debería descartar lo contrario. Lo primero, el carácter generacional, se comprueba con la mera observación de la cadencia de casos de corrupción que se han descubierto en estas cuatro décadas de democracia. Solo trazando fechas y casos, podríamos elaborar un mapa de la corrupción generacional en España con las distintas capas de dirigentes políticos que han alcanzado la primera línea del poder, desde los años de Felipe González hasta los últimos de Mariano Rajoy.

En todas las ocasiones, además, lo que detectamos es que los grandes casos de corrupción se descubren muchos años después de haberse producido, con lo que la sensación que se tiene es la de estar pisando constantemente ese barro, ese terreno enfangado, que, además de todo, impide que un país progrese como le correspondería; como sucedería sin ese despilfarro inmenso de dinero y de eficiencia. Siempre, por tanto, lo descubrimos muchos años después, a menudo cuando los principales responsables ya no están en sus despachos, pero la sensación que nos deja esa cadencia es la de que hoy, ahora, estos días, estamos pisando la corrupción de mañana. ¿Puede alguien afirmar, por tanto, que ya se está gestando la corrupción que afectará en el futuro al Gobierno de Pedro Sánchez? No, claro que no, pero lo que sí se puede afirmar, y constatar, es que muchos de los casos de corrupción que conocemos han comenzado con comportamientos de gobernantes que se asemejan mucho a algunas de las decisiones que se han adoptado en esta legislatura.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Bernat Armangue)

En la polémica que ya se ha suscitado por el reparto de los fondos europeos, así como por otras ayudas a empresas en crisis, lo primero que tenemos que considerar es la experiencia acumulada en otros escándalos, que comenzaron igual, con la apariencia de un simple caso de favoritismo. La secuencia conocida siempre se repite, el sectarismo conduce a la discrecionalidad, luego a la arbitrariedad, más adelanta a la ocultación y a la opacidad, que es donde estalla la corrupción en sus aspectos más deleznables, los más grotescos.

Pensemos, por ejemplo, en el fraude millonario de los ERE, que todo el mundo conoce. El origen de todo, como se ha repetido tantas veces, es un simple convenio de la Junta de Andalucía para el reparto de fondos de ayudas a empresas en crisis. No se trata de que se ideara un sistema de desfalco de las arcas públicas andaluzas para que el dinero acabara en Suiza o en paraísos fiscales; no, la inmensa mayoría del dinero de los ERE, entre 700 y 1.200 millones, según versiones, se destinó a pagar prejubilaciones y ayudas a las empresas que el PSOE del momento elegía a su pleno antojo. No se invertía el dinero para que Andalucía pudiera salir del pozo del desempleo, sino para beneficiar a las empresas amigas o alimentar la red clientelar. Hace tan solo unos días, han vuelto a condenar a uno de los consejeros que firmaron aquel convenio del ‘fondo de reptiles’, como se conoció, por unas ayudas de unos tres millones de euros a una empresa de aceitunas y conservas.

Foto: El exconsejero de Empleo de la Junta, Antonio Fernández. (EFE/Raúl Caro)

Es una mínima parte, pero ¿quién se acuerda ya de esa empresa y de lo que ocurrió? Mucho menos de las oportunidades paralelas que se despreciaron y malograron. Tampoco en su día se le prestaría ninguna importancia, porque tenía la apariencia de ser una ayuda pública más. Luego, claro, cuando todo se destapa al cabo de los años, hasta se descubre la anécdota sinvergüenza de que incluyeron en las prejubilaciones hasta al conocido de uno de ellos, un churrero, que pensó que dios había venido a verle porque nunca había trabajado en esa empresa que ahora le compensaba graciosamente.

Con algunas de las noticias que vamos conociendo del reparto de los fondos europeos, desde ayudas públicas que ya existían hasta los llamados Next Generation, es inevitable pensar que el Gobierno de Pedro Sánchez camina decididamente hacia ese abismo porque los primeros síntomas de la corrupción política ya se han dado: el sectarismo, el amiguismo, el favoritismo. El primero de todos fue la ayuda a la aerolínea venezolana Plus Ultra, que se investiga en un juzgado: lo último que hemos conocido es que el peritaje independiente solicitado por el juez concluye que el Gobierno le concedió 53 millones de euros cuando la empresa se encontraba en “causa de disolución”. Igual sucedió con la famosa discoteca Pachá, con una abultada deuda de 100 millones de euros, a la que el Gobierno ha decidido rescatar como una empresa del sector estratégico, nada menos.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

Un síntoma más del sectarismo en el reparto de fondos está en el decreto de octubre pasado por el que se conceden nueve millones de euros a cuatro comunidades autónomas, País Vasco, Navarra, Valencia y Extremadura, para que inviertan en planes de empleo juvenil y proyectos de emprendimiento, como si estas comunidades fueran las más necesitadas por el alto desempleo juvenil o las más castigadas por la pandemia. De ese decreto incomprensible, por su sectarismo, lo único que se destaca es el preámbulo, elaborado con el habitual lenguaje pomposo del discurso político: estamos ante “un esfuerzo histórico sin precedentes” y, por eso, la Unión Europea ha aprobado “un paquete de medidas de gran alcance” para “la convergencia, la resiliencia y la transformación”. Ahí se queda, de lo que no dice nada es de por qué unas comunidades sí reciben fondos y otras no.

¿Por qué? Una de las explicaciones que vienen a la cabeza es la que se plasmó en la grabación que la Guardia Civil realizó en Cataluña sobre el reparto de estos fondos europeos. Unos empresarios catalanes se habían reunido en la Moncloa con Iván Redondo, para que les explicara cómo se iba a invertir todo ese dinero, y la conclusión a la que llegaron estaba clara: “Y nos lo explicó allá... Eso será una merienda de negros... Los planteamientos son 140.000 millones de euros”. Con lo cual, volvemos al principio, a la alerta necesaria porque la corrupción en España es generacional y ya se han dado los primeros síntomas, que conocemos sobradamente. Aún se está a tiempo, pero, si no se corrige esta deriva, es seguro que el próximo escándalo en España será el de la ‘corrupción Next Generation’ que, por lo demás, con ese nombre, se corresponderá fielmente con su secuencia histórica.

La corrupción en España es generacional y esta clase política de ahora, que nos gobierna, es tan nueva que aún no está afectada, aunque nadie debería descartar lo contrario. Lo primero, el carácter generacional, se comprueba con la mera observación de la cadencia de casos de corrupción que se han descubierto en estas cuatro décadas de democracia. Solo trazando fechas y casos, podríamos elaborar un mapa de la corrupción generacional en España con las distintas capas de dirigentes políticos que han alcanzado la primera línea del poder, desde los años de Felipe González hasta los últimos de Mariano Rajoy.

Pedro Sánchez
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