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Vencer a Putin sin humillar a Rusia
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Javier Caraballo

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Vencer a Putin sin humillar a Rusia

Debe entenderlo así sobre todo Europa, porque ya tenemos experiencia acumulada en el pasado para entender y poder prever las consecuencias que tienen las humillaciones

Foto: Foto: Reuters.
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Esta guerra, esta invasión, nadie sabe cómo acabará, pero tenemos la obligación de comenzar a escribir el final. Sea cual sea la conclusión del ataque a Ucrania, Rusia no puede quedar humillada. No puede ser así, con independencia de lo que ocurra con el sátrapa que la gobierna, Vladímir Putin, en el corto o medio plazo que nos lleva a pensar que no podrá soportar la asfixia económica y financiera internacional. Debe entenderlo así sobre todo Europa, porque ya tenemos experiencia acumulada en el pasado para entender y poder prever las consecuencias que tienen las humillaciones, como ocurrió tras la Primera Guerra Mundial, que dejó en el Tratado de Versalles el germen de la Segunda Guerra Mundial por la humillación a los vencidos.

En el contexto internacional en el que nos encontramos, Europa tiene que convertirse en el factor determinante de una paz duradera con Rusia; una nueva relación y acercamiento que nos permitan desempeñar un papel protagonista en el nuevo orden internacional que acabará configurándose, en sustitución del establecido a partir de la Guerra Fría. Esta Europa renacida, que se cohesionó con la crisis de la pandemia y que ahora ha entendido la urgencia de unirse y fortalecerse ante las agresiones, tiene que jugar ese papel determinante, corrigiendo muchos errores geoestratégicos de este nuevo milenio que nos han conducido al desastre y a la incertidumbre de estos días.

Debe quedar claro desde el principio que la constatación de que también los europeos han cometido errores en las últimas décadas, fundamentalmente desde el desmoronamiento de la Unión Soviética, no implica ninguna justificación o atenuante de la responsabilidad criminal de Putin en la invasión de Ucrania, de la misma forma que no cuestiona, sino que refuerza, la determinación de la Unión Europea de enviar armamento para el Ejército ucraniano, además de las enormes sanciones económicas y financieras. No, en este conflicto, que ha servido para que se activen las lánguidas instituciones europeas, lo primero que hay que tener claro es lo inmediato, quién es el agresor y quién es el agredido, y que el objetivo de esa invasión atenta directamente contra lo más sagrado que tenemos, que son nuestros derechos y libertades.

Foto: Mural con la imagen de Vladímir Putin como Voldemort en Polonia. (EFE/Jakub Kaczmarczyk)

Pero nada impide, sino todo lo contrario, que levantemos la mirada para ver más allá, los errores cometidos, cuya corrección deben marcar el futuro. Hace unos días, en un encuentro en Barcelona, el propio Javier Solana, que fue secretario general de la OTAN durante cinco años, admitía como un grave error la decisión, en 2008, de ofrecer a Ucrania y a Georgia su ingreso en la Alianza Atlántica. Por la sencilla razón de que ninguna de las dos, en especial Ucrania, debe integrarse jamás en la OTAN, como ya había advertido el mítico diplomático estadounidense Henry Kissinger, en 2014 en un artículo en 'The Washington Post': “Con demasiada frecuencia, la cuestión de Ucrania se plantea como un enfrentamiento: si Ucrania se une al este o al oeste. Pero para que Ucrania sobreviva y prospere, no debe ser un puesto de avanzada de ninguno de los lados contra el otro; debe funcionar como un puente entre ellos”.

Desde el desmoronamiento del bloque comunista soviético, muchas de las decisiones que se han adoptado en suelo europeo han convenido más a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos que a los de la propia Europa, entre otras cosas porque se ha limitado en todos estos años a seguir bajo el paraguas de protección americano, sin más. Ahora que Estados Unidos, tras la guerra de Afganistán, ha expresado claramente que no ejercerá más ese papel de ‘policía’ del mundo libre; ahora que comienza a diseñarse una “nueva arquitectura del orden internacional”, como vaticinan tantos politólogos; ahora es el momento de que la Unión Europea comience a tomar decisiones pensando fundamentalmente en los intereses propios y en la estabilidad del continente, que es donde se está desarrollando la guerra. A partir de haber contestado a Putin con inteligencia y firmeza, sin caer en la provocación belicista del sátrapa ruso, hay dos decisiones más que deberán adoptarse, y comprometerse para el futuro, para asentar esa idea de ‘puente’ de que hablaba Kissinger: Ucrania no debe entrar en la Unión Europea y, mucho menos, en la OTAN, aunque esto último ya parece haberlo entendido incluso el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

Un antiguo embajador de España en Moscú, Juan Antonio March, decía el otro día en una entrevista en 'La Vanguardia' que Europa tiene que avanzar con la idea antigua del general De Gaulle de “construir una Europa del Atlántico a los Urales y de los Urales al Pacífico”. Por esa misma razón, el diplomático tenía claro que “aquí hay dos perdedores, Rusia y Europa” y que, por ello, en el final de este conflicto, Europa “tiene que volver a ofrecer confianza a Rusia para que tenga un proyecto conjunto con Europa”. Derrotar a Putin, vencerlo, pero sin que ello suponga la humillación de Rusia. De la inteligencia con que se emplee Europa en la posguerra dependerá nuestro futuro.

Esta guerra, esta invasión, nadie sabe cómo acabará, pero tenemos la obligación de comenzar a escribir el final. Sea cual sea la conclusión del ataque a Ucrania, Rusia no puede quedar humillada. No puede ser así, con independencia de lo que ocurra con el sátrapa que la gobierna, Vladímir Putin, en el corto o medio plazo que nos lleva a pensar que no podrá soportar la asfixia económica y financiera internacional. Debe entenderlo así sobre todo Europa, porque ya tenemos experiencia acumulada en el pasado para entender y poder prever las consecuencias que tienen las humillaciones, como ocurrió tras la Primera Guerra Mundial, que dejó en el Tratado de Versalles el germen de la Segunda Guerra Mundial por la humillación a los vencidos.

Vladimir Putin Conflicto de Ucrania