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Javier Caraballo

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Zelenski, cuídate del Dos de Mayo

Aquella fue una historia de rebelión popular contra el Ejército invasor de Napoleón que, después de vencerlo, acabó en represión para los españoles

Foto: Volodímir Zelenski. (Reuters/Marko Djurica)
Volodímir Zelenski. (Reuters/Marko Djurica)
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El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se equivocará hoy si piensa que la realidad política española es la que verá reflejada en el Congreso de los Diputados, que se pondrá en pie para aplaudirle cuando se dirija desde allí a los españoles. El consenso es un espejo deformado en la política española y, como será ese aplauso unánime el que perciba, se equivocará al pensar que aquí están todos a una con su causa. No ha sido así desde el principio mismo de la invasión de Ucrania, y, dentro mismo del Gobierno, podría detectar las divisiones sobre algo tan esencial para el presidente ucraniano como ha sido el apoyo con material bélico para poder combatir a los rusos.

Por no existir acuerdo, ni siquiera lo hay sobre la figura de Vladímir Putin, el criminal de guerra, presidente de Rusia, que ha provocado esta barbarie cuando ordenó invadir Ucrania. O como dijo el sátrapa, para “desnazificar” Ucrania, que fue el guiño grotesco que deslizó para ganarse la confianza de sus únicos aliados, o amigos, con los que cuenta, todos aquellos que siguen amparando en la actualidad dictaduras comunistas. Desde quienes votan a su favor en la Asamblea General de Naciones Unidas, como Corea del Norte, a quienes se abstienen, como China, Venezuela, Nicaragua o Cuba. Es decir, los países a los que siempre defiende o justifica una parte de la extrema izquierda que hoy forma parte de la coalición de Unidas Podemos, uno de los socios del Gobierno español. Para sacudirse de encima esas simpatías sentimentales o ideológicas o, simplemente, cegatas y disparatadas, el giro que ha experimentado esa izquierda trasnochada ha sido el de comenzar a considerar a Putin como un referente de la extrema derecha. Hasta el presidente Pedro Sánchez, del que no cabe sospechar que haya tenido la menor duda a la hora de apoyar a Ucrania en esta guerra, se ha visto arrastrado por ese patetismo de confrontación de España y va diciendo por ahí, en algunos mítines, que el presidente ruso es equiparable a la extrema derecha europea.

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Si Zelenski supiera todo esto antes de comenzar su intervención en el Congreso de los Diputados, seguro que haría alguna referencia para abochornarlos. Pero, en su ronda de intervenciones por los parlamentos de todo el mundo libre, lo que está haciendo magistralmente el presidente ucraniano es aprovechar las lecciones de la historia de cada país para ponerlas de ejemplo simétrico de lo que está ocurriendo en Ucrania. En Alemania, les recordó su herida más reciente, el Muro de Berlín, porque eso es lo que, a su juicio, está intentando de nuevo Rusia, y “Ucrania no quiere quedar del lado del muro en el que falta la libertad”, dijo. Ante la Cámara de los Comunes del Reino Unido, Zelenski recurrió a Shakespeare para disipar las dudas de quien no supiera cómo actuar frente a Putin, como ya ocurrió con las indecisiones ante Hitler en los años previos a la Segunda Guerra Mundial: “Ser o no ser. Esa es la cuestión ahora”, dijo. También, obviamente, se acordó de Winston Churchill, repitiendo las mismas palabras que pronunció en aquel Parlamento: “No nos rendiremos, no perderemos”. En Israel, Zelenski recordó el Holocausto y estableció un paralelismo por el ataque a un pueblo para sojuzgar a todo un continente: “Entonces querían destruir Europa y no os quisieron dejar con vida [a los judíos]. Ahora nos toca a nosotros”. Un mensaje parecido al que dejó Zelenski ante el Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos: “Ahora os necesitamos, os pido que recordéis Pearl Harbor, cuando fuisteis atacados. Recordad el 11-S”.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, durante una de sus comparecencias. (Getty/Behrouz Mehri)

Este martes 5 de abril es el turno de España; Zelenski comparece ante el Congreso de los Diputados, ese que está guardado por dos leones fundidos con el bronce de los cañones que los soldados españoles le requisaron al enemigo. Si la gran sorpresa de la invasión de Ucrania ha sido la resistencia del pueblo ucraniano ante un Ejército muy superior, como es el ruso, el referente histórico oportuno con España bien podría ser el Dos de Mayo y la ‘guerra de guerrillas’, que fue entonces cuando se inscribió en los manuales de estrategias militares porque, con anterioridad, “nunca se había utilizado esa táctica en territorios tan amplios y con tantos guerrilleros implicados”, como dice el historiador Ronald Fraser, autor de un libro sobre la guerra de la Independencia.

En el espíritu combativo de los españoles, en la valentía para defenderse frente al agresor, en la astucia y en la determinación de aquellos días, en el sacrificio y en la muerte, en todo aquello que simboliza el ‘Dos de mayo de 1808’, puede encontrar el presidente de Ucrania un paralelismo histórico perfecto con la resistencia de los ucranianos ante el Ejército ruso. Pero que se quede ahí, que no vaya más allá, porque, así como la unanimidad que encontrará en el Congreso de los Diputados es un espejo deformado de la realidad de la política española, también el Dos de Mayo muestra las dos caras de la sociedad española, tan compleja como su propia historia. Aquella fue una historia de rebelión popular contra el Ejército invasor de Napoleón que, después de vencerlo, acabó en represión para los españoles al grito de “vivan las cadenas”; el grito reaccionario que nos echó de nuevo en manos del rey más infame de todos que, para colmo de burla y de desgracias, se inscribió en la historia como Fernando VII, ‘el Deseado’.

Foto: Putin y Hitler. (Reuters/Nacho Doce) Opinión
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Como recuerda siempre Arturo Pérez-Reverte, que también le dedicó una buena novela al Dos de Mayo, aquella lección de coraje acabó demostrando dos cosas: “Que, a la hora de dar la cara, los españoles están siempre por encima de sus gobernantes, y que siglos de incultura, opresión eclesiástica, visceralidad y fanatismo cerril nos convierten en los principales enemigos de nosotros mismos”. Exactamente lo mismo que, más de medio siglo después, dijo Amadeo de Saboya, cuando se largó de España por “las miserias de la pugna política y el comportamiento de los españoles”, como escribió el historiador Carlos Seco Serrano.

En su despedida en el mismo Palacio del Congreso de los Diputados en el que hablará Zelenski, Amadeo de Saboya justificó su abandono con una carta demoledora: “Todos los que, con la espada, con la pluma o con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles, y, todos, invocan el dulce nombre de la patria, pelean y se agitan por su bien”. Así que la mejor lección que puede llevarse el presidente de Ucrania de los españoles, y que no encontrará en ningún otro país del mundo, es esta que nos enseña, sin que consigamos aprenderla, que un pueblo como el español cuando se une es capaz de conseguir lo que se proponga, pero que se empeña en atarse los pies con sus propias cadenas, el sectarismo y el enfrentamiento.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se equivocará hoy si piensa que la realidad política española es la que verá reflejada en el Congreso de los Diputados, que se pondrá en pie para aplaudirle cuando se dirija desde allí a los españoles. El consenso es un espejo deformado en la política española y, como será ese aplauso unánime el que perciba, se equivocará al pensar que aquí están todos a una con su causa. No ha sido así desde el principio mismo de la invasión de Ucrania, y, dentro mismo del Gobierno, podría detectar las divisiones sobre algo tan esencial para el presidente ucraniano como ha sido el apoyo con material bélico para poder combatir a los rusos.

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