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La pobre Sevilla alegre
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Javier Caraballo

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La pobre Sevilla alegre

El sevillano es tan feliz con el disfrute de su ciudad, de sus tradiciones, de sus fiestas, que le preocupa más esa riqueza sentimental que cualquier otra sobre un futuro en el que, sin ese disfrute, nada sería igual para él

Foto: Ambiente en la Feria de Sevilla. (EFE/Raúl Caro)
Ambiente en la Feria de Sevilla. (EFE/Raúl Caro)
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Sevilla es víctima de su ventura, y esa no será más que una de las muchas dualidades de esta ciudad, capital de Andalucía. Mi compañero Paco Robles, periodista y escritor, ha defendido siempre que si hay algo que define al sevillano es, precisamente, esa característica común a la dualidad que, muchas veces, nos presentan una realidad contradictoria. Dice Robles: "Más allá de los tópicos duales que ha ido forjando Sevilla a lo largo de su historia -Triana y la Macarena, Joselito y Belmonte, el Sevilla y el Betis…-, la ciudad se caracteriza en su foro interno por las grandes dualidades inherentes al ser humano, dualidades universales centradas y ancladas en lo local".

Foto: Victoria Federica, fotografiada por el prestigioso artista Jesús Isnard. (Cortesía)

Entre los contrastes de dualidad, podríamos incluir esa especie de absurdo del que se hablaba antes, ser víctima de su ventura, que es algo que se aprecia bien sobre todo en estos días de la Feria de Abril. De todas las dualidades posibles, esa sería quizá la más lacerante de todas en la sociedad sevillana: el exquisito y exigente cuidado de sus tradiciones frente al olvido e ignorancia de los planes de futuro. Es como si en esta ciudad importase más la conservación del pasado que la construcción del futuro. O, dicho de otra forma: el sevillano es tan feliz con el disfrute de su ciudad, de sus tradiciones, de sus fiestas, que le preocupa más esa riqueza sentimental que cualquier otra sobre un futuro en el que, sin ese disfrute, nada sería igual para él.

El problema fundamental, como puede adivinarse, es que, con esa forma de ser, la sociedad organiza su propia escala de prioridades, qué es lo importante, intocable, y, por lo tanto, capaz de provocar una extraordinaria movilización ciudadana, y qué otras cuestiones se perciben como secundarias o, incluso, hasta irrelevantes, tanto que jamás convocarían en las calles de la ciudad la más pequeña acción de protesta. Cuando esos asuntos están relacionados con proyectos, descuidados o sepultados desde hace decenios, sin que nadie en la ciudad, ni asociaciones, ni fundaciones, ni movimientos cívicos, ni académicos; cuando nadie los reclama, ni los exige, entonces el orden de prioridad de esa sociedad ensimismada está afectando seriamente a sus posibilidades de progreso en el futuro. La pobre Sevilla alegre, como podemos contemplarla en estos días pletóricos y excepcionales de la Feria de Abril.

La construcción de un Metro en la capital andaluza se aprobó en el Congreso de los Diputados en 1975

Vamos a detenernos en algunos ejemplos bien elocuentes de esa indolencia del sevillano a la hora de movilizarse para reclamar algunas inversiones o proyectos que permanecen paralizados, así que pasen las décadas. El más insultante de todos es el Metro de Sevilla. Es posible que muy poca gente en España sepa, y tampoco en Sevilla, que la construcción de un Metro en la capital andaluza se aprobó en el Congreso de los Diputados en 1975, cuando aún vivía el dictador, y los primeros tramos se adjudicaron los años siguientes, porque desde muchos años antes, al menos desde 1968, el pleno del Ayuntamiento ya había diseñado y elaborado el proyecto. ¿Cuántos años han pasado? Pues la ley sigue vigente, no se ha derogado, y Sevilla sigue siendo, en este 2022, la única ciudad europea de su tamaño sin una red de Metro.

Foto: El presidente de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/Julio Muñoz)

Con las inversiones del Metro de Sevilla ha ocurrido lo que con otras muchas, que se han anulado o desviado a otras ciudades ante la impasibilidad de los sevillanos. Muchas veces, hasta pasan inadvertidas porque se ejecutan en medio de una gran negociación entre grupos parlamentarios en el Congreso en la que, sobre todo los nacionalistas vascos y catalanes, permutan su apoyo al Gobierno a cambio de cesiones concretas. Por ejemplo, una que jamás merecería la atención ni siquiera de los medios de comunicación: el Gobierno decreta que las empresas que se instalen en el puerto de Bilbao estén exentas de pagar IBI mientras que en Sevilla deben pagarlo. El resultado es que la superficie del Puerto de Sevilla es de 72 hectáreas, en las que se podrían montar fábricas o centros logísticos, pero sólo hay urbanizadas una séptima parte. Pensemos que, en esta provincia, como en el resto de Andalucía, el desempleo jamás ha bajado de los dos dígitos y que, ahora, tras un mes de abril de mucha contratación, se ha situado en algo menos del 18 por ciento. La tasa de paro del País Vasco suele ser la más baja de España, en torno al 8 por ciento.

Sevilla es la provincia española que menos inversión pública ha recibido desde 1985

Hace unos meses, cuando se celebró el 30 aniversario de la Exposición Universal de 1992, se recordaron las grandes inversiones que se realizaron entonces, y de las que se benefició la capital andaluza, como el tren de alta velocidad, algunas autovías y la urbanización de una gran zona de la ciudad, la isla de la Cartuja. Lo que esconden esas inversiones, sin embargo, es que paradójicamente, Sevilla es la provincia española que menos inversión pública ha recibido desde 1985. La sorprendente revelación, sobre todo para quienes piensan que Sevilla es una ciudad muy beneficiada por las administraciones, se contiene en un detallado informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) que ha analizado al detalle las inversiones realizadas en el periodo 1985-2018 en infraestructuras viarias, ferroviarias, aeroportuarias y portuarias.

Y Sevilla está a la cola, como volverá a estarlo al cabo de unos años si se siguen recortando y aplazando inversiones, como la construcción de la segunda ronda de circunvalación, la SE-40, en la que la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, está perpetrando la barbaridad de cambiar unos túneles bajo el Guadalquivir por unos puentes, que complicarán la movilidad y limitará la expansión del puerto, el único marítimo de interior en España y punto estratégico clave de la Unión Europea. Recortes, engaños y retrasos que seguirán haciendo de Sevilla esa ciudad de dualidades, como decía mi apreciado Paco Robles, un espíritu barroco dominante en la ciudad y que la lleva a lo sensual y a lo pasional, a la tensión y a la paradoja. La pobre Sevilla alegre.

Sevilla es víctima de su ventura, y esa no será más que una de las muchas dualidades de esta ciudad, capital de Andalucía. Mi compañero Paco Robles, periodista y escritor, ha defendido siempre que si hay algo que define al sevillano es, precisamente, esa característica común a la dualidad que, muchas veces, nos presentan una realidad contradictoria. Dice Robles: "Más allá de los tópicos duales que ha ido forjando Sevilla a lo largo de su historia -Triana y la Macarena, Joselito y Belmonte, el Sevilla y el Betis…-, la ciudad se caracteriza en su foro interno por las grandes dualidades inherentes al ser humano, dualidades universales centradas y ancladas en lo local".

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