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OTAN sí y bases, también
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Javier Caraballo

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OTAN sí y bases, también

El lema más longevo de las protestas antimilitaristas de España se ha convertido en el más patético porque nunca ha tenido en cuenta que en España la mayoría de los ciudadanos quiere la OTAN y también las bases americanas

Foto: Playa de Los Galeones (Cádiz), desde donde puede verse la Base Naval de Rota. (EFE/Román Ríos)
Playa de Los Galeones (Cádiz), desde donde puede verse la Base Naval de Rota. (EFE/Román Ríos)
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El romanticismo anti-OTAN y antiyanqui es el elixir pegatinero más duradero de España. Otra vez han vuelto a tronar las protestas cuando se anunció la cumbre de Madrid y, sobre todo, después de que el presidente de Estados Unidos haya solicitado ampliar la presencia militar norteamericana en Rota. '¡OTAN no, bases fuera!'. No hay lema más potente que ese y, al mismo tiempo, más inconsistente, más desconectado de la realidad, de la sociedad. De hecho, todavía se siguen convocando y realizando las marchas contra la base de Rota, que es ya como una cofradía de nostálgicos. Un rito primaveral. Como acudir a un concierto de Silvio Rodríguez con el mechero cargado de gas.

Cada vez son menos, eso es verdad, pero el ritual se mantiene con la misma arquitectura léxica desde 1984. Este año, en mayo pasado, el Manifiesto de la XXXIV Marcha a Rota 2022 arrancaba enfático, como suele, con párrafos largos, como de apnea, que dejan sin respiración: “Compañeras y compañeros: El actual escenario de confrontación bélica que vive el mundo, como brutal expresión de agotamiento del sistema capitalista, propiciado fundamentalmente por el expansionismo de la OTAN, brazo armado del imperialismo estadounidense y europeo, nos coloca en la necesidad de llamar a la más amplia movilización popular que responda a la creciente militarización que las élites gobernantes nos quieren imponer”.

Foto: Los destructores USS Porter, USS Donald Cook, USS Carney y USS Ross en el muelle de Rota en 2017. (US Navy)

Los participantes no llegaron al centenar, según las fotografías y vídeos distribuidos, quizá menos, anticipando lo que, un par de meses después, ocurriría también en Madrid, en vísperas de la cumbre de la OTAN que se celebra estos días. Solo 2.000 personas acudieron a la protesta a pesar de que disponían del entorno más favorable, la reunión de todos los representantes del “brazo armado del imperialismo estadounidense y europeo”, como dicen. Eso sí, en ni una sola línea de la larga perorata, ni en la marcha a Rota ni en la manifestación de Madrid, que también estaba apoyada por Podemos, se menciona la simpleza de que en Ucrania no habría guerra si Rusia no la hubiera invadido.

Hace unos días, como contaba ayer mi compañero Carlos Rocha, el Instituto Elcano hizo público su barómetro de junio con algunos resultados sorprendentes. El apoyo a la pertenencia de España en la OTAN ha aumentado hasta el 83% de la población, que es un porcentaje abrumador, y cuando se pregunta si están de acuerdo “con el uso por parte de Estados Unidos de las bases de Rota y Morón de la Frontera”, la mayoría, un 51%, responde afirmativamente. Lo más curioso es que donde más respaldo reciben las bases americanas es, precisamente, en la comunidad en la que están, en Andalucía, donde hasta un 58% de los ciudadanos se muestra conforme. Las dos comunidades que menos apoyan las bases son Cataluña y el País Vasco, pero en ambas podemos intuir los motivos que, con seguridad, están ligados al desapego promovido por nacionalistas e independentistas de todo lo que pueda vincularse con España.

Ese apoyo al uso de las bases por parte del Ejército americano se mantiene, además, a pesar de que la valoración de la opinión pública española sobre el prestigio de los Estados Unidos ha caído por debajo de cinco, en una escala del cero al 10, a consecuencia del mandato de Donald Trump. En definitiva, que, aunque ya sabemos desde hace años que las protestas anti-OTAN languidecen hasta lo testimonial, nunca deja de asombrar la desconexión de la realidad de algunos. Ni cuando llegan al Gobierno y pisan los despachos consiguen aterrizar en las calles del país que tienen la responsabilidad de administrar.

El mejor ejemplo está, quizás, en la propia localidad de Rota, en Cádiz, donde la misma pregunta sobre el uso conjunto de la base alcanzaría un resultado a favor casi unánime. Rota, sencillamente, no se entiende ya sin la base porque, en los 70 años transcurridos desde que el dictador firmó los acuerdos de Madrid con Estados Unidos, la ciudad ha desarrollado un mestizaje perfecto con la nueva población que se instaló a su lado, en su propio municipio. El escritor Felipe Benítez Reyes nació en Rota hace 62 años y es, quizá, quien mejor ha definido lo que ha supuesto la base para esta población, que es lo que nunca ha querido entender la izquierda que sigue aferrada al lema histórico, como sustento ideológico, aunque vacío de apoyos. Antes y ahora, la base ha sido una oportunidad de apertura y de negocio y, entre la población, se ha entendido más como industria que como tierra invadida, como le dijo Benítez Reyes al periodista Juan Cruz: “El convenio para instalar la base puso en marcha, en 1953, un aceleradísimo avance económico que dio paso a un cosmopolitismo espontáneo. Empezaron a convivir razas que nunca se habían visto aquí y se implantaron costumbres inéditas”. El mestizaje, como se decía antes, que es un rasgo que nos define a los españoles a lo largo de la historia.

La España de hoy nada tiene que ver con la de la durísima posguerra durante el franquismo. Llegan a Madrid los máximos representantes de la Alianza Atlántica en este verano de 2022 y la percepción generalizada es la de que formamos parte de esa coalición, como europeos que somos, y que la única amenaza que nos hace temblar en la actualidad es la de un tirano que se llama comunista, tras haber invadido un país, Ucrania, con el que quiere inflar más su megalomanía. Lo único que puede inquietar a los ciudadanos con respecto a las bases de uso conjunto con Estados Unidos es que llegue un presidente alocado y especule, como ocurrió durante la era de Donald Trump, con romper la Alianza Atlántica y desmantelar las instalaciones españolas para trasladarlas a Marruecos, por muy improbable e incierto que se haya demostrado siempre ese rumor. El lema más longevo de las protestas antimilitaristas de España se ha convertido en el más patético porque nunca ha tenido en cuenta un detalle esencial, que en España la mayoría de los ciudadanos quiere la OTAN y también las bases americanas.

El romanticismo anti-OTAN y antiyanqui es el elixir pegatinero más duradero de España. Otra vez han vuelto a tronar las protestas cuando se anunció la cumbre de Madrid y, sobre todo, después de que el presidente de Estados Unidos haya solicitado ampliar la presencia militar norteamericana en Rota. '¡OTAN no, bases fuera!'. No hay lema más potente que ese y, al mismo tiempo, más inconsistente, más desconectado de la realidad, de la sociedad. De hecho, todavía se siguen convocando y realizando las marchas contra la base de Rota, que es ya como una cofradía de nostálgicos. Un rito primaveral. Como acudir a un concierto de Silvio Rodríguez con el mechero cargado de gas.

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