Matacán
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Acierto y error de Pedro Sánchez
Dos nombres propios, dos caras, para reforzar el perfil del PSOE, "para transmitir PSOE", como dicen, Patxi López y María Jesús Montero
Un día antes de las elecciones andaluzas, el pasado 19 de junio, Pedro Sánchez ya tenía tomada la decisión: era urgente corregir los errores que cometió en el último congreso federal del partido. Sus asesores ya le habían anticipado el desastre electoral que iba a producirse en Andalucía para los socialistas, con lo que las pocas dudas que existían sobre el mal funcionamiento del partido, y la necesidad de ajustar o sustituir algunas piezas del engranaje se disipaban plenamente con el varapalo electoral. Todos en el PSOE saben, además, que una mayoría absoluta del Partido Popular en esa comunidad autónoma no es equiparable a ninguna otra.
Porque ahí se reúne más del 18 por ciento de la población española y porque en cuatro décadas eso no había ocurrido jamás. ¿Y qué es, exactamente, lo que, a juicio de Pedro Sánchez, como secretario general, estaba funcionando mal en el partido? "Hemos dejado de transmitir PSOE", fue la primera respuesta. La segunda, "hay que apaciguar el partido, acabar con algunos enfrentamientos, y generar esperanzas porque queda un año y medio para remontar la situación". En ambas, como veremos ahora, Pedro Sánchez acierta en el análisis, pero, en las medidas propuestas para corregirlo, es posible que se esté equivocando de nuevo. Porque hay un factor en el deterioro socialista que no contempla: su propia influencia negativa como líder del partido y del Gobierno.
Para comprender mejor la lógica interna y el análisis de la situación actual que se ha realizado y que ha conducido a los cambios aprobados en el comité federal, es necesario remontarse al último congreso federal del PSOE, en octubre del año pasado, en el que Pedro Sánchez decide dos cosas, fundamentalmente: la primera, cerrar algunas de las heridas que aún se mantenían internamente, por el enfrentamiento anterior de las primarias que ganó frente a Susana Díaz; y, la segunda, girar de nuevo el partido hacia la socialdemocracia clásica, después de que él mismo lo hubiese escorado hacia la izquierda para frenar el avance de Podemos. El Congreso federal, que fue el que tuvo entre los protagonistas a Felipe González, con el que mantenía una relación casi inexistente, sirvió, además, para que Pedro Sánchez completara la introducción de nuevas caras en el partido, como había hecho meses antes con el Gobierno.
Así, confió la portavocía del Congreso de los Diputados a un dirigente canario que siempre le ha sido fiel, desde los inicios, Héctor Gómez, y de forma paralela le encargó la vicesecretaría general a la anterior portavoz, Adriana Lastra. Los dos nombramientos, tal y como se ven ahora, han resultado un fracaso que había que corregir. De hecho, no han durado ni un año. El portavoz canario porque, a entender del líder socialista, no es capaz de transmitir en sus intervenciones en el Congreso de los Diputados la imagen que necesita el PSOE, un Partido Socialista reconocible e identificable con los valores de progreso con los que lo relaciona su electorado. Por esa razón, el cambio radical hacia una de las caras más reconocibles del Partido Socialista, Patxi López. Con el 'exlehendakari' vasco y expresidente también del Congreso de los Diputados, el PSOE espera recuperar el déficit de imagen que arrastra. En el mismo sentido, la llegada de María Jesús Montero a la ejecutiva federal, con el cargo de vicesecretaria, tiene el único objetivo de reforzar la imagen del partido, porque no tendrá ninguna responsabilidad relevante en las cuestiones que atañen a los problemas orgánicos del partido. Si en el seno del PSOE algunos dicen que la vicesecretaría general solo ha tenido peso político cuando la ocupaba Alfonso Guerra, que ahora no deja de ser “un florero”, como lo es también el cargo de presidente del partido; si es eso, en suma, un 'florero', María Jesús Montero se ajustará al papel perfectamente, porque es su imagen pública, su sólida personalidad, lo que se busca en la foto.
Lo ocurrido con Adriana Lastra es muy distinto: su salida de la ejecutiva federal, que ella misma precipitó cuando supo de las intenciones de Pedro Sánchez, se debe a que se la ha acabado considerando como un elemento desestabilizador dentro del partido. Adriana Lastra también era vicesecretaria general, pero no se resignó a un papel de florero. Según se sostiene, las disputas internas provocadas por su enfrentamiento directo, como es conocido, con el secretario de organización, Santos Cerdán, llevaron a pensar a Pedro Sánchez en algún momento, incluso, en la posibilidad de cesarlos a los dos, pero Adriana Lastra le resolvió las dudas. Además de por esas disputas, sale de la ejecutiva federal por un aspecto menos conocido: algunas maniobras para hacerse con poder propio en comunidades como Andalucía que no han pasado desapercibidas y han encendido algunas alarmas. Esa es la razón por la que Adriana Lastra no sale sola, sino que también la acompaña el hasta ahora portavoz, Felipe Sicilia, que era su hombre de confianza. Lo va a sustituir como portavoz la ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, en la que, según se afirma, Pedro Sánchez tiene depositadas muchas expectativas.
Dos nombres propios, dos caras, para reforzar el perfil del PSOE, "para transmitir PSOE", como dicen, Patxi López y María Jesús Montero, y otros dos nombres para apaciguar internamente el partido, los de quienes abandonan la ejecutiva, Adriana Lastra y Felipe Sicilia. ¿Serán suficientes estos cambios para que el PSOE recupere el pulso que ha perdido? Queda por ver aún si, en esta última semana del mes de julio, el presidente Pedro Sánchez no se decide, además, por un retoque en su Gobierno, con la incorporación, por ejemplo, de un dirigente más reconocible que asuma el cargo de portavoz. Pero con independencia de esa cuestión, que ni se confirma ni se descarta, ¿dónde puede estar el error? Pues una vez más en que Pedro Sánchez no parece tener en cuenta que el principal factor del desprestigio del PSOE es él mismo, por el deterioro de su imagen pública fatalmente asociada a los constantes cambios de opinión, al escaso valor de su palabra.
Y, en segundo lugar, porque el fenómeno sociológico que se está produciendo en toda España es un giro al centroderecha del electorado del Partido Socialista. Como ya se dijo aquí, pudo interpretarse que Sánchez quiso resolverlo con su giro hacia la socialdemocracia, pero, en el último debate del estado de la nación, ha vuelto a girar a la izquierda para amarrar la legislatura. En definitiva, que, si no se atajan esas dos grietas, la sangría electoral se mantendrá. Es posible que con estos cambios se consiga detener la fuga si los cambios producidos logran encandilar al electorado más fiel del PSOE, ilusionarlo y esperanzarlo, pero estará aún lejos de recuperar de verdad al Partido Socialista y alejarlo del espectro parlamentario que ahora representa, atado a un conglomerado de fuerzas políticas extremistas.
Un día antes de las elecciones andaluzas, el pasado 19 de junio, Pedro Sánchez ya tenía tomada la decisión: era urgente corregir los errores que cometió en el último congreso federal del partido. Sus asesores ya le habían anticipado el desastre electoral que iba a producirse en Andalucía para los socialistas, con lo que las pocas dudas que existían sobre el mal funcionamiento del partido, y la necesidad de ajustar o sustituir algunas piezas del engranaje se disipaban plenamente con el varapalo electoral. Todos en el PSOE saben, además, que una mayoría absoluta del Partido Popular en esa comunidad autónoma no es equiparable a ninguna otra.
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