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Ridícula oposición por el odio a Sánchez
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Javier Caraballo

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Ridícula oposición por el odio a Sánchez

Existe una campaña nacional de odio a Pedro Sánchez y esa es la única realidad, por eso estas polémicas de ahora con el ahorro energético del 7% que nos ha solicitado/exigido la Unión Europea

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Ballesteros)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Ballesteros)
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La oposición al real decreto de ahorro energético solo puede explicarse desde un exclusivo punto de vista: el odio mayúsculo a Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno de España. Todo lo demás resulta, sencillamente, ridículo; cualquier otra explicación o supuestos razonamientos que se están utilizando para justificar la nueva ofensiva contra el Gobierno no resisten el menor contraste de rigor o de seriedad exigible. La cuestión es tan simple como que en España se eleva tanto la confrontación política que acaba convirtiendo en batalla campal hasta una sencilla decisión de apagar los escaparates de las ciudades a las 10 de la noche. ¿De verdad que alguien piensa que este espectáculo lamentable de rifirrafe político puede ser provechoso para alguien? ¿Por apagar escaparates a las 10 de la noche? ¿En serio? No, claro, la única motivación de este follón de agosto es el desprestigio que tiene imantado Pedro Sánchez, que está atado a ese descrédito como si lo llevara cosido en el pliegue de sus chaquetas, en el bies de sus trajes, que le cantaría Serrat.

Existe una campaña nacional de odio a Pedro Sánchez y esa es la única realidad, por eso estas polémicas de ahora con el ahorro energético del 7% que nos ha solicitado/exigido la Unión Europea. Habrá quien sostenga, con razón, que ha sido el propio presidente del Gobierno el que se ha ganado el desprestigio, que ha sido él mismo quien ha destrozado su imagen afirmando una cosa y la contraria, convirtiendo el valor de su propia palabra en una almoneda de baratijas. Está claro que esos motivos existen para desconfiar de Pedro Sánchez, pero una cosa bien distinta es el odio que se percibe en las calles y que la oposición, fundamentalmente el Partido Popular, inflama en las tribunas para rentabilizarlo. Craso error, porque una estrategia así, arrolladora, incendiaria, provoca graves desperfectos más allá de la persona a la que se ataca. También se dañan los valores esenciales de una democracia, como la tolerancia y el respeto al adversario. Se puede criticar, incluso se puede criticar a alguien severamente, sin caer en el fomento de los bajos instintos. En España, no se acaba de aprender esta simpleza.

Foto: El Gobierno aprueba un paquete de medidas de ahorro y eficiencia energética.

La aprobación de este decreto de ahorro energético, si lo contemplamos con la mínima perspectiva de tres semanas —¡tres semanas en la política española!—, nos ofrece una estampa ajustada de la mediocridad y el sectarismo que nos rodean. Echemos la vista atrás hasta el pasado 20 de julio. Ese día, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, fue contundente ante la exigencia europea de aplicar un plan de ahorro energético en todos los países: “España no apoya la propuesta de la Comisión Europea”, dijo contundente. Le faltó decir “España no se apaga”, para que la simetría fuera perfecta con lo que, dos semanas y pico después, dijo la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Además, por las mismas razones: “No nos pueden pedir un sacrificio sobre el que ni siquiera nos han pedido opinión”, dijo la ministra de Pedro Sánchez. El Gobierno de España se quejaba ante las autoridades europeas de falta de diálogo, de tratar de imponer sus medidas sin oír a aquellos que tienen que aplicarlas para que resulten efectivas. Es decir, exactamente lo mismo que, ahora, reprochan las comunidades autónomas al Gobierno de Sánchez.

La diferencia entre unos y otros está en que, a los seis días de su negativa, la misma ministra Teresa Ribera se plegó a las exigencias europeas y se tragó sus propias palabras: “Estamos obligados a decir que sí”, admitió el 26 de julio. Era evidente que España acabaría aplicando el plan de ahorro porque cuando se pertenece a un club de socios como la Unión Europea hay que asumir determinados sacrificios en beneficio del conjunto, aunque el problema en cuestión no nos afecte directamente. A partir de ese momento, la aprobación de un plan para ahorrar el 7% del consumo en los próximos meses no era materia negociable en España. Todas las comunidades autónomas tenían que asumirlo porque el Gobierno de España así lo había acordado con la instancia superior, la Comisión Europea. Como le ocurría a España, todas están obligadas a decir que sí.

Pues bien, aunque resulte inexplicable, después de alcanzar un acuerdo en Europa, lo que hace el Gobierno de Pedro Sánchez, a menos que se demuestre lo contrario, es comportarse con las comunidades autónomas de la misma manera ‘despótica’ que criticaba a los responsables europeos. Elabora un plan de medidas de ahorro sin consensuarlo con aquellos gobiernos que tienen que aplicarlo, los de las autonomías. Y es en este punto en el que se producen las diferencias que se mencionaban antes, la política ciega de confrontación que se despliega en España. La mayor prueba es la comparación entre comunidades gobernadas por el mismo Partido Popular.

En Andalucía, el Gobierno de Juanma Moreno ha asegurado, sin reserva alguna, que piensa aplicar el plan con el objetivo “de alcanzar o incluso superar el objetivo de 7% de bajada de gasto energético”, con medidas adicionales al decreto del Gobierno. ¿Les gusta? No. ¿Están de acuerdo con cómo se ha aprobado? Tampoco. Pero lo cumplirán de inmediato. Frente a eso, en la Comunidad de Madrid, también gobernada por el Partido Popular, el objetivo principal del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso es zancadillear el plan de ahorro, hacer que se empantane en los tribunales, elevar la confrontación hasta el mismísimo Tribunal Constitucional. Y, entre unos y otros, el nuevo presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo, se inclina ahora por votar en contra en el Congreso para ver si puede tumbar un plan que, hace tres semanas, consideraba “imprescindible”. Con lo cual, volvemos al principio, a la primera estupefacción: ¿en serio?, ¿por apagar los escaparates a las 10 de la noche? No, es el odio a Pedro Sánchez el que activa estas políticas de oposición, tan ridículas como agresivas. Agitar ese sentimiento contra el líder del Partido Socialista es el arma política más efectiva de la actualidad en España. Y como lo saben, lo aplican al coste que sea.

La oposición al real decreto de ahorro energético solo puede explicarse desde un exclusivo punto de vista: el odio mayúsculo a Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno de España. Todo lo demás resulta, sencillamente, ridículo; cualquier otra explicación o supuestos razonamientos que se están utilizando para justificar la nueva ofensiva contra el Gobierno no resisten el menor contraste de rigor o de seriedad exigible. La cuestión es tan simple como que en España se eleva tanto la confrontación política que acaba convirtiendo en batalla campal hasta una sencilla decisión de apagar los escaparates de las ciudades a las 10 de la noche. ¿De verdad que alguien piensa que este espectáculo lamentable de rifirrafe político puede ser provechoso para alguien? ¿Por apagar escaparates a las 10 de la noche? ¿En serio? No, claro, la única motivación de este follón de agosto es el desprestigio que tiene imantado Pedro Sánchez, que está atado a ese descrédito como si lo llevara cosido en el pliegue de sus chaquetas, en el bies de sus trajes, que le cantaría Serrat.

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