Es noticia
El cinismo alegre de María Jesús Montero
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

El cinismo alegre de María Jesús Montero

La ministra de Hacienda luce sus atributos cínicos sin reparo alguno, con la mejor de sus sonrisas y con esa forma suya de hablar, tan peculiar, locuacidad con deje de su tierra, Sevilla

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE/J.J. Guillén)
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE/J.J. Guillén)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

María Jesús Montero es la política española con una de las técnicas más evolucionadas de cinismo. Digamos que el cinismo es una impostura habitual en la política, como un ropaje obligado, y solo aquellos que son capaces de afirmar con solemnidad, en el tono y en el rictus, lo contrario de lo que piensan pueden aspirar a estar entre los más grandes de su gremio. En María Jesús Montero estamos hablando de una actitud innata, y más adelante se contará una anécdota de sus primeros años de política en Andalucía que demuestra plenamente su precocidad en esto, aunque debe advertirse de que lo que se va a narrar contiene lenguaje soez y referencias sexuales, como hacen ahora en las películas y en las series de televisión.

La cuestión es que Montero, por esas habilidades, se ha convertido en uno de los más firmes baluartes del presidente Pedro Sánchez, uno de sus apoyos más constantes y sólidos desde que llegó a la Moncloa. La ministra de Hacienda, a la que siempre acaban recurriendo para que haga de portavoz, aun sin serlo, muestra un nivel de eficacia máxima en esta labor porque luce sus atributos cínicos sin reparo alguno, con la mejor de sus sonrisas y con esa forma suya de hablar, tan peculiar, locuacidad con deje de su tierra, Sevilla. (Aquí, hagamos paréntesis y no entremos a valorar si esa forma de hablar debe considerarse un andaluz culto o un andaluz cani, porque ese debate es mucho más complejo y, en todo caso, siempre acaban manoseándolo aquellos que miran a Andalucía con superioridad y desprecio. En todo caso, en esto estoy con el académico Pérez Reverte: no hay que confundir el acento andaluz con la 'bajunería' y la vulgaridad expresiva).

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE) Opinión

Uniendo todos los elementos, quizá podemos hablar de una modalidad de cinismo que es propia de la ministra Montero, un cinismo alegre, que es lo que la hace distinta a los demás. De sus primeras andanzas en política, podemos intuir que siempre se ha desenvuelto con esa soltura con la que la vemos, desde que se asomó por primera vez a un hospital, recién licenciada en Medicina, a principios de la década de los noventa del siglo pasado. Como ya figuraba en el Partido Socialista y participaba en debates y comisiones de las Juventudes, ascendió rápidamente en la escala directiva de diversos hospitales de la provincia de Sevilla hasta que llegó al Gobierno de Andalucía. Hasta la Consejería de Salud; nunca ejerció la medicina, como tal, pero la experiencia en los puestos directivos de los hospitales, durante varios años, le sirvió para conocer por dentro el sistema de Salud Pública.

En esto, hay una coincidencia curiosa en la política andaluza de aquellos años de incontestable hegemonía socialista: por alguna razón que se desconoce, los consejeros de Salud acababan siempre en Hacienda. Ocurrió con José Antonio Griñán, con Carmen Martínez Aguayo y luego con María Jesús Montero; los dos primeros están condenados a penas de cárcel por el escándalo de los ERE, mientras que Montero, por ser la última de los tres, consiguió salvarse de todo. Pero no fue por eso por lo que la ‘fichó’ Pedro Sánchez para su primer Gobierno, sino por la antipatía que ambos compartían hacia Susana Díaz, cuando era presidenta de la Junta de Andalucía.

Todas sus dotes de cinismo alegre ha vuelto a desplegarlas ahora en la ofensiva fiscal del presidente Sánchez para arrinconar, al mismo tiempo, a la oposición del Partido Popular y a los socios de Podemos. La supresión de un impuesto andaluz que suponía una millonésima parte del presupuesto de la Junta de Andalucía le ha servido para organizar una enorme campaña propagandística, sustentada en el debate más antiguo de la historia, pobres contra ricos. ¿Que ninguno de los problemas actuales de la sociedad española guarda relación con esa cuestión? Es evidente, pero lo importante es que el debate propagandístico sea efectivo y que lo tape todo. Tan eficaz que, como insinuó la propia ministra Montero en el Congreso, a ver quién se atreve a afirmar en público que “el debate entre pobres y ricos es antiguo”.

Todo queda por debajo de esa simpleza, que es de lo que se trataba, incluida la falsedad de que será sobre los ricos sobre quien recaiga la mayor presión fiscal. Una vez más serán las clases medias trabajadoras las que soporten las subidas. Las clases medias-bajas y bajas, que son las que se comprenden en los ingresos anuales por debajo de 21.000 euros, serán las que se beneficien por la sobrecarga en las clases medias, propiamente dichas. De nuevo habrá récords de recaudación fiscal en España y será, precisamente, porque se sigue exprimiendo a las clases medias trabajadoras, asalariados o autónomos, con impuestos directos e indirectos.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE/Chema Moya)
TE PUEDE INTERESAR
El PP acusa a Montero de copiar una bajada fiscal que "se queda corta"
Carlos Rocha. Sevilla Ana Belén Ramos

Y ahora vamos a la anécdota de los orígenes políticos de esta mujer. Ocurrió el 18 de abril de 2005, a las nueve de la noche. La entonces consejera de Salud andaluza llegó a la estación de Atocha de Madrid y se dirigió con su equipo a un vagón, clase club, del AVE con destino a Sevilla. A María Jesús Montero debió ocurrirle como a tantos que se montan en el tren y comienzan a hablar por teléfono como si estuvieran repanchingados en el sofá de su casa, sin percatarse de que pueden acabar en las hojas de un periódico, como sucedió entonces. Ante la presencia atónita de otros pasajeros, Montero y sus asesores desplegaron ordenadores y carpetas sobre una de las mesas y comenzaron a tratar algunos asuntos.

El primero de ellos, preguntas pendientes en el Parlamento, como una de Izquierda Unida sobre las tasas de mortalidad por cáncer en las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla. “Pero estos de qué van. ¿Qué coño quieren, que nos carguemos el turismo?”, dijo Montero, resuelta, y decidieron que lo mejor sería reconducir la pregunta “y vender algo contra el tabaquismo”. El siguiente tema a debate es la preocupación de María Jesús Montero por una promesa electoral que ya comienza a oler mal, putrefacta: mejoras en los hospitales andaluces con habitaciones de una sola cama. “¿Cómo presentamos el tema de las camas?, porque llevamos ya 10 años vendiendo lo mismo. Quizás esta vez será mejor cambiarlo y hablar de camas infantiles”. Así, hasta llegar al momento de más tensión: el alcalde de Granada, entonces del Partido Popular, pide una importante inversión para salvar un hospital de aquella capital. La consejera estalla: “Mira, que lo declaren en ruinas y nos lavamos las manos, ¿vale? El alcalde que haga lo que quiera, nosotros le echamos el muerto y a mí no me toquéis la polla”. Fin del episodio. Imaginarla así, hoy, en las reuniones de presupuestos y estrategias del Gobierno es lo más fácil de todo. Algunos empezarán a apreciar ahora que el lenguaje utilizado en su cinismo alegre del Congreso es una especie de ejercicio versallesco.

María Jesús Montero es la política española con una de las técnicas más evolucionadas de cinismo. Digamos que el cinismo es una impostura habitual en la política, como un ropaje obligado, y solo aquellos que son capaces de afirmar con solemnidad, en el tono y en el rictus, lo contrario de lo que piensan pueden aspirar a estar entre los más grandes de su gremio. En María Jesús Montero estamos hablando de una actitud innata, y más adelante se contará una anécdota de sus primeros años de política en Andalucía que demuestra plenamente su precocidad en esto, aunque debe advertirse de que lo que se va a narrar contiene lenguaje soez y referencias sexuales, como hacen ahora en las películas y en las series de televisión.

María Jesús Montero
El redactor recomienda