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El ingenuo y estúpido es Pablo Iglesias
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Javier Caraballo

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El ingenuo y estúpido es Pablo Iglesias

El liderazgo de Pablo Iglesias, después de tantos tumbos y tantas purgas políticas, es una caricatura de lo que pudo haber sido

Foto: Pablo Iglesias e Irene Montero. (EFE/Mariscal)
Pablo Iglesias e Irene Montero. (EFE/Mariscal)
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El ingenuo y estúpido es Pablo Iglesias, en la versión estrictamente política que él mismo utiliza para referirse a Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda del Gobierno. Es ingenuo, o ignorante, que también podría utilizarse en este caso, porque nunca ha sido capaz de conformar un partido político eficaz a pesar del inmenso caudal de votos y expectativas que llegó a acumular. Y es estúpido porque es él quien ni se da cuenta todavía de que Podemos ya es una fuerza política amortizada, sobre todo para las próximas elecciones municipales y autonómicas, que son las que ha tomado como referencia.

Ocho años después de su espectacular despegue, en las elecciones europeas de 2014, Podemos es ya una triste réplica de lo que fue, un garabato, y el liderazgo de Pablo Iglesias, después de tantos tumbos y tantas purgas políticas, es una caricatura de lo que pudo haber sido; de lo que millones de españoles pensaron que podía haber sido. Ahora, como un general jubilado que ha perdido las batallas, se sube al atril a pontificar sobre cómo construir un partido político ganador en la izquierda, pero todo aquello que dice se revuelve contra su pequeña historia de líder fracasado. Que Yolanda Díaz pueda superarlo o quedarse en la nada más absoluta, que todo es posible, ya se verá, pero la vicepresidenta hace bien, tal como parece por su silencio, en no prestarle ninguna atención a las advertencias o amenazas, disfrazadas de consejos, que le dirige su antiguo mentor, Pablo Iglesias.

Foto: Pablo Iglesias, en el acto de este domingo. (EFE/Mariscal)

En esta última asamblea que han celebrado, llamada Uni de Otoño (cursilería pretendidamente juvenil que no repara en patetismos), el antiguo secretario general de Podemos ha dejado dos reflexiones, con sus correspondientes descalificaciones prendidas como sellos de correo en su discurso para que le llegaran a Yolanda Díaz. La primera tiene que ver con las organizaciones políticas y dice así: “Claro que los partidos son necesarios, no hay discurso más reaccionario que el que dice que el problema son los partidos”. Lo más llamativo de esta afirmación primera de Pablo Iglesias es que fue él quien renegó de los partidos políticos tradicionales que ya existían en España cuando los englobaba en el genérico despectivo de “la casta”. Desde la primera cita de Podemos en Vistalegre, en 2014, su idea siempre fue la de construir un movimiento político transversal, organizado en torno a círculos y asambleas participativas, que en nada se pareciesen a las estructuras políticas clásicas.

De aquella época inicial, hay una frase de Juan Carlos Monedero el gurú que permanece— a la que Pablo Iglesias hacía referencia en ocasiones. Era una cita de Antoine de Saint-Exupéry: “Si quieres construir un barco, no hay que empezar por reclutar tripulación, cortar maderas y poner velas, sino que hay que crear en la gente anhelo de mar”. Luego le añadía que la trampa del sistema político español, otra vez “la casta”, era pretender situarlos en una dialéctica de izquierda-derecha que, para Podemos, estaba plenamente superada. “Nosotros pensamos que el eje fundamental es dictadura-democracia”, decía. Hasta el propio Pablo Iglesias debería admitir ahora su prepotente ingenuidad de entonces porque, por supuesto, el primer paso de todo movimiento político que aspire a consolidarse es la creación de una estructura formal, de la forma que conocemos, con sus ventajas y sus inconvenientes. Una estructura que funcione, que sea eficaz a sus objetivos, democrática en su funcionamiento y jerárquica en su organización. Pablo Iglesias construyó un falso movimiento asambleario, dominado por un hiperliderazgo, el suyo, y apoyado en la permanente inestabilidad de corrientes y mareas. Siguiendo la cita de Saint-Exupéry, en lo referente a la política, el anhelo de mar siempre está en la calle; lo complicado es construir un barco que navegue y reclutar una tripulación que no lo haga encallar.

Foto: Clausura de la Universidad de Otoño de Podemos.

La segunda invectiva de Pablo Iglesias guarda relación con la anterior. Dice así: “¿Quién piensa que le puede ir bien a una candidatura de izquierdas en las elecciones generales si a Podemos le va mal en las elecciones municipales y autonómicas? Hay que ser estúpido”. Bien, veamos el contexto. El grave problema que tiene Podemos es que, como no ha sido capaz de construir una estructura política sólida en España, depende de forma extraordinaria de Izquierda Unida y, sobre todo, del Partido Comunista, que sí cuentan desde hace décadas con esa estructura territorial. Cuando Podemos y Pablo Iglesias eran un complemento electoral atractivo, y sumaban en las encuestas, Izquierda Unida se plegó para unirse a sus siglas, pero ese tiempo ya ha pasado. Sobre todo en las elecciones municipales de mayo de 2023, Izquierda Unida puede mantener intacta su fuerza municipal sin depender ni aliarse con Podemos. Y, en las autonómicas, ya ha aprendido de lo que le ocurrió en las elecciones de Andalucía, de junio pasado. Después de meses de idas y venidas, de negociaciones y rupturas, de acercamientos y disputas, acordaron concurrir a las elecciones andaluzas bajo unas mismas siglas, Por Andalucía, y todo fue frustrante para Izquierda Unida. Acabado el recuento electoral, repararon en el absurdo con un simple dato del día de las votaciones: la inmensa mayoría de los interventores para controlar los colegios electorales había salido de las sedes de Izquierda Unida —estructura territorial— y, sin embargo, en el reparto de escaños, solo le correspondía un diputado, igual que a Más País, mientras que Podemos se hizo con tres representantes.

No parece probable que Izquierda Unida vaya a repetir el mismo error en las elecciones municipales y autonómicas, como le reclama Pablo Iglesias, que lo único que teme es que Podemos desaparezca del mapa político que se dibuje en estas elecciones. Ya no le quedaría ni Cádiz, porque también el alcalde, José María González ‘Kichi’, al igual que Teresa Rodríguez, parlamentaria andaluza, abandonaron hace mucho tiempo a Pablo Iglesias y a Podemos. En lo que respecta a Yolanda Díaz, lo lógico, lo más práctico, es lo que lleva meses haciendo: dejar su proyecto en el aire, manteniendo solo las expectativas, sin quemarlo en elecciones intermedias, hasta que llegue el momento de presentarlo, junto con Izquierda Unida y el Partido Comunista, para las elecciones generales. De modo que, eso, ¿quién es el estúpido, Pablo Iglesias, quién es el ingenuo?

El ingenuo y estúpido es Pablo Iglesias, en la versión estrictamente política que él mismo utiliza para referirse a Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda del Gobierno. Es ingenuo, o ignorante, que también podría utilizarse en este caso, porque nunca ha sido capaz de conformar un partido político eficaz a pesar del inmenso caudal de votos y expectativas que llegó a acumular. Y es estúpido porque es él quien ni se da cuenta todavía de que Podemos ya es una fuerza política amortizada, sobre todo para las próximas elecciones municipales y autonómicas, que son las que ha tomado como referencia.

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