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La trampa marroquí del Gobierno español
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Javier Caraballo

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La trampa marroquí del Gobierno español

Si España y Europa pagan a Marruecos, son corresponsables de los excesos cometidos por Marruecos. Que quieran hacernos ver lo contrario solo es eso, la trampa marroquí de este Gobierno

Foto: El ministro de Interior español, Fernando Grande-Marlaska (i), junto con la comisaria de Asuntos de Interior de la Unión Europea, Ylva Johansson (d), y el ministro de Interior marroquí, Abdeluafi Laftit. (EFE/Ministerio del Interior)
El ministro de Interior español, Fernando Grande-Marlaska (i), junto con la comisaria de Asuntos de Interior de la Unión Europea, Ylva Johansson (d), y el ministro de Interior marroquí, Abdeluafi Laftit. (EFE/Ministerio del Interior)
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La trampa es tan grande que ni siquiera se ve. Esa es la mayor artimaña de este Gobierno para eludir responsabilidades en la tragedia de Melilla, haberla tendido y que caigan todos. La gran trampa en la que entramos es considerar que la frontera de España solo la defienden los policías y guardias civiles españoles, ignorando que son la gendarmería y el Ejército de Marruecos los que deben repeler a los inmigrantes que quieren llegar a España. De hecho, para eso le pagamos. ¿O es que acaso no se paga a Marruecos para que ejecute esa labor? Pues claro, tan fácil es verlo como que nadie entendería que un país con tantos problemas internos como Marruecos dedique tanto esfuerzo a un problema que no es suyo, como es el de contener y rechazar a los cientos de miles de subsaharianos que quieren llegar a Europa.

Para que haga ese papel, la Unión Europea y España firman acuerdos que se financian con cientos de millones de euros, con lo que la responsabilidad ante una tragedia como la ocurrida, que se ha saldado con una treintena de fallecidos y más de 70 personas desaparecidas, no se puede solventar con el cínico cálculo de los centímetros en que cayó algún muerto, si en un lado o en otro de la frontera. Ese cálculo puede servir, quizá, para dirimir las consecuencias penales que puedan existir en España por lo sucedido, pero jamás debe admitirse de excusa o justificación para nadie que actúe como el que contrata un servicio de seguridad sin escrúpulos para que le vigile la finca.

Foto: Una nueva investigación acusa a Marlaska de mentir con Melilla: hubo muertos en España.

Ya en otras ocasiones, al reflexionar sobre este mismo drama de la inmigración, se ha insistido aquí en que, al menos, deberíamos comenzar a no engañarnos, ni a mentirnos, con el monumental problema que existe. Se resume en pocas palabras: la frontera de España con Marruecos separa dos de las realidades sociales más desiguales del mundo. La comparación siempre se establece con la renta per cápita media española y marroquí, pero el problema no es solo ese, sino el de las decenas de miles de subsaharianos que llegan a Marruecos con la esperanza de cruzar a España. Y allí malviven en montes y páramos hasta que, guiados por mafias o por la desesperación, se deciden a cruzar las vallas de la frontera o lanzarse al mar en una patera. La demagogia más cruel es la de defender una política de fronteras abiertas, solo superada por quienes tratan a los inmigrantes como plagas a las que hay que extinguir. Entre una barbaridad y otra, al menos tenemos derecho a exigir como ciudadanos españoles y europeos una política migratoria que respete las fronteras con el mismo ímpetu con que se respetan los derechos humanos. Ahí es donde entra la trampa del Gobierno.

Cuando sucedieron los hechos de Melilla, la tragedia del 24 de junio pasado, la contestación de España y de la Unión Europea no fue reprender a Marruecos por las consecuencias catastróficas de la represión de los 2.000 migrantes que, de forma violenta, querían asaltar la valla y llegar a España. No, lo que sucedió es que tanto España como la Unión Europea premiaron a Marruecos con una revisión al alza de la compensación económica que se le entrega por vigilar las fronteras. Dos semanas después de la tragedia, se reunieron en Rabat los ministros del Interior de España, Fernando Grande-Marlaska, de Marruecos, Abdelouafi Laftit, y la comisaria de Interior de la Unión Europea, Ylva Johansson.

En el comunicado que hicieron público entonces, se resume lo ocurrido con la expresión “dolorosos eventos”, y se muestra “el pesar por los migrantes fallecidos, así como por los heridos, entre ellos también los miembros de las fuerzas de seguridad”. En el mismo comunicado, tanto la Unión Europea como España se comprometen a reforzar “la cooperación operativa en materia de lucha contra el tráfico de personas entre Marruecos y la Comisión Europea, principalmente el apoyo a la gestión de fronteras”. Unos días más tarde, se informó en Bruselas de que se estaba ultimando un nuevo plan de financiación a Marruecos por valor de “500 millones de euros, con los que se cubrirán parte de los esfuerzos de Rabat contra la inmigración irregular”, una cantidad que superaba casi en un 50% el acuerdo anterior.

Ahora que conocemos los vídeos de lo que sucedió, tenemos claro que los “dolorosos eventos” se produjeron porque las fuerzas de seguridad marroquíes no actuaron hasta que el grueso de las personas que querían cruzar la frontera no alcanzó la misma valla de Melilla, con el objetivo indisimulado de atraparlas en un callejón sin salida de hierros, púas, gases lacrimógenos y porras. Fue ahí donde murieron todos. ¿Que venían armados con palos, hierros punzantes y radiales para cortar la valla? Sí, nadie discute la violencia de ese intento por entrar en España. De la misma forma que nadie entendería, ni aceptaría jamás, que una manifestación violenta como las que vemos en nuestros países, en la que se lanzan adoquines y cócteles molotov, acabara con medio centenar de muertos por la actuación de los policías antidisturbios.

La defensa de la frontera, volvamos a repetir, no puede ser incompatible con la defensa de los derechos humanos, y si Marruecos es el agente externo contratado por España y por la Unión Europea para “la gestión de fronteras”, como decían en el comunicado, su actuación es también responsabilidad de quienes le pagan para cumplir ese encargo. Tan grande es el celo de los policías marroquíes con la labor que tienen encomendada, que hasta se cuidan de arrastrar por los pies hasta su territorio aquellos cadáveres que caigan en suelo español, como se aprecia en esos vídeos. Para que ni España ni la Unión Europea tengan problemas. En fin… Cuando el presidente del Gobierno de España o su ministro del Interior repiten que la actuación de las fuerzas de seguridad fue “proporcionada y ajustada a los derechos humanos”, están falseando la realidad. Las muertes no son muertes porque hayan caído a un lado o al otro de la frontera. Los derechos humanos no se miden por rayas ni centímetros. Si España y Europa pagan a Marruecos, son corresponsables de los excesos cometidos por Marruecos. Que quieran hacernos ver lo contrario solo es eso, la trampa marroquí de este Gobierno.

La trampa es tan grande que ni siquiera se ve. Esa es la mayor artimaña de este Gobierno para eludir responsabilidades en la tragedia de Melilla, haberla tendido y que caigan todos. La gran trampa en la que entramos es considerar que la frontera de España solo la defienden los policías y guardias civiles españoles, ignorando que son la gendarmería y el Ejército de Marruecos los que deben repeler a los inmigrantes que quieren llegar a España. De hecho, para eso le pagamos. ¿O es que acaso no se paga a Marruecos para que ejecute esa labor? Pues claro, tan fácil es verlo como que nadie entendería que un país con tantos problemas internos como Marruecos dedique tanto esfuerzo a un problema que no es suyo, como es el de contener y rechazar a los cientos de miles de subsaharianos que quieren llegar a Europa.

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