Matacán
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La corrupción circular del PSOE y el PP
No debe haber otro precedente en España como este, un mismo caso que afecta a los dos partidos que se reparten el poder por cobrar comisiones ilegales
Sale Bárcenas de la cárcel y entran los de los ERE. Aún no se han acabado de juzgar los casos de corrupción del PP de Valencia y ya se están investigando nuevos escándalos del PSOE en esa misma comunidad. La perfección obscena y cíclica de la corrupción política en España se completa con la reiteración de las declaraciones políticas, de las reacciones de los afectados y de los adversarios. En un indisimulado reparto de papeles, simplemente se trata de cambiar el guion.
Ahora los que tienen entre sus filas a los imputados en los escándalos comienzan a hablar de "medidas drásticas" y de "tolerancia cero" ante la corrupción; pronto desaparecerán hasta las afinidades, las lealtades, los nombres y los apellidos: "Ese señor del que usted me habla…". Y podremos ver a antiguos dirigentes, que acabaron calcinados por el acoso al que fueron sometidos, exigiendo ahora a los rivales que se empleen con la misma saña que ellos padecieron. Para que antes del juicio, incluso sin necesidad de juicio, los nuevos imputados sean condenados a la muerte civil y política. Es la corrupción circular, y, si todavía se quiere encontrar un añadido más para reforzarla, solo hay que asomarse a los medios de comunicación que están alineados con sus respectivos partidos políticos para comprobar cómo minimizan unos casos y amplifican otros.
El nuevo caso de corrupción que ha estallado en la actualidad política española es el llamado caso Azud y es un ejemplo paradigmático del efecto cíclico de los escándalos en España. El origen de la investigación está en una denuncia anónima que se presenta en la sede de la Agencia Tributaria en Valencia contra el cuñado de la entonces alcaldesa, Rita Barberá, del Partido Popular, fallecida en 2016, por negocios oscuros que tenían como epicentro las adjudicaciones municipales.
El cuñado de la alcaldesa, José María Corbín, estaba casado con Asunción Barberá, que, a su vez, también estaba en el Ayuntamiento, como jefa de gabinete de su hermana, la alcaldesa. Negocios de familia, podría decirse, salvo que lo que encontró la Guardia Civil en su investigación es que Corbín pedía a las empresas que "pasaran por caja" si querían contratar con el Ayuntamiento para financiar irregularmente al Partido Popular. Con esa denuncia anónima, las investigaciones judiciales comienzan a tirar del hilo y la sorpresa máxima es que la causa se va agrandando, y agrandando, hasta que acaba afectándole de lleno al Partido Socialista de Valencia.
De hecho, es lo último que conocemos de este escándalo. Solo cambian los actores y la filiación; todo lo demás se mantiene, incluso las expresiones. El modelo de corrupción es siempre el mismo. Aparece la figura de un negociador que entra en contacto con un empresario, o empresarios, afines al partido que está en el poder, y empiezan a derivarle a sus sociedades los contratos de obras públicas por los que ellos pagarán un porcentaje, las comisiones ilegales.
La escena más conocida del escándalo que afecta al PSOE de Valencia, la de más actualidad, es la comida en la que se sientan un diputado nacional, un empresario y el responsable de finanzas del partido. Las acusaciones y los tipos delictivos que se les imputan son similares, si no idénticos, pero la auténtica novedad es que el empresario que está sentado en la mesa de las mordidas socialistas, llamado Jaume María Febrer, es el mismo que está implicado en esa causa por los escándalos de las mordidas populares, incluso se pasó cinco meses en la cárcel por ello. No debe haber otro precedente en España como este, un mismo caso que afecta a los dos partidos que se reparten el poder, PP y PSOE, por cobrar comisiones ilegales y que hasta un mismo empresario esté participando de las dos tramas.
Cuando en estos días se oyen las denuncias y las exigencias del Partido Popular para que el Partido Socialista y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, esclarezcan el fondo de este escándalo, parece que, como han pasado los años, ya hasta se les ha olvidado que en otras piezas de esta investigación son ellos mismos los que están afectados. Es lo que tienen estas macrocausas, que esa es otra de las cuestiones que deberían revisarse, la ineficacia de esos sumarios interminables y la injusticia que supone para muchos procesados, por los años y años que soportan esperando poder defenderse en un juicio. El caso Azud, por ejemplo, que se refiere a hechos sucedidos hace 15 años, se extiende ya por un sumario de 300 o 400 tomos, repartidos en siete causas, cinco de ellas que permanecen aún bajo secreto de sumario. Con lo cual, las posibilidades de sorpresas y nuevas revelaciones, nuevos giros en la trama, son enormes.
Cuando el Partido Popular le reclama explicaciones al PSOE por lo sucedido, es por una frase interceptada a un antiguo responsable de finanzas socialista: "Ya he hablado con el jefe", se le oye decir y, por esa expresión, los populares interpretan que se está refiriendo a Ximo Puig. Se les olvida a los dirigentes populares que en este caso hay más de un jefe de filas y que alguno pertenece a su propio partido. Porque esta es la corrupción circular del PSOE y del PP en España, que solo se explica cuando la política se entiende como un juego de supervivencia. ¡Un juego de supervivencia! Como aquella serie coreana de tanto éxito, El juego del calamar, extrema, radical y expeditiva.
De modo que, para rematar, incluso podríamos establecer un divertido (o desolador) paralelismo entre ambas. Con frases literales de la serie coreana, se pueden establecer los tres principios fundamentales de la corrupción circular de la política española. Uno: estatus social y económico ("Lo que nos espera ahí fuera no es mejor que lo que hay aquí dentro"). Dos: aceptación del sistema ("Quien no juegue será eliminado"). Y tres: necesidad de triunfo para ocupar el poder ("Me aseguraré de que ganemos. Haré lo que sea necesario").
Sale Bárcenas de la cárcel y entran los de los ERE. Aún no se han acabado de juzgar los casos de corrupción del PP de Valencia y ya se están investigando nuevos escándalos del PSOE en esa misma comunidad. La perfección obscena y cíclica de la corrupción política en España se completa con la reiteración de las declaraciones políticas, de las reacciones de los afectados y de los adversarios. En un indisimulado reparto de papeles, simplemente se trata de cambiar el guion.
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