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Entre el antisanchismo y el recelo de Abascal
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Javier Caraballo

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Entre el antisanchismo y el recelo de Abascal

Todo este tiempo lo que permanece intacto es el 'antisanchismo', pero entre los convocantes ha surgido un fenómeno nuevo, cada vez más palpable, como es el recelo que suscita el líder de Vox, Santiago Abascal

Foto: Imagen de la manifestación, en Cibeles, contra el gobierno de Pedro Sánchez. (EFE/Víctor Lerena)
Imagen de la manifestación, en Cibeles, contra el gobierno de Pedro Sánchez. (EFE/Víctor Lerena)
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Las protestas en defensa de la unidad de España, y contra los excesos del independentismo, tienen la solidez de los movimientos que no se corresponden con coyunturas ni oportunismos. Por eso no pinchan en sus convocatorias, porque tampoco tienen como referencia anterior grandes movilizaciones, convocatorias de millones de personas, y siempre tienen asegurada la participación de decenas de miles. Es lo que ha vuelto a ocurrir en la Cibeles, en contraste con lo que un par de días antes sucedió en Barcelona, en la protesta independentista que se convirtió en la mejor muestra de la división y la autodestrucción a la que se dirigen indefectiblemente todos esos movimientos radicales.

En estas protestas en favor de la Constitución, en defensa de la unidad de España, en contra del independentismo, la estampa ciudadana siempre se repite, incluso en las crónicas de prensa que se publican a continuación. Por ejemplo, establezcamos dos puntos de referencia: la protesta de la plaza de Colón de 2019 congregó, según las estimaciones que hizo entonces la Policía, a unas 35.000 personas, que es más o menos lo mismo que se calcula de la manifestación de Cibeles, que acudieron en torno a las 30.000 personas. El contexto no cambia, el paisaje ciudadano se mantiene igual, sólo varían las fotos. Que es como decir que en todo este tiempo lo que permanece intacto es el antisanchismo, pero que entre los convocantes ha surgido un fenómeno nuevo, cada vez más palpable, como es el recelo que suscita el líder de Vox, Santiago Abascal.

El respaldo social y asociativo se mantiene intacto, pero la élite política varía sustancialmente

"Con el presidente Pedro Sánchez me está ocurriendo lo que nunca antes me había pasado, que cuando aparece en la tele o en la radio, cambio inmediatamente de dial", decía, camino de la manifestación, una de las participantes de la protesta de Cibeles. La mujer es, podríamos decir, una alta funcionaria del Estado y lo relevante de su confesión es algo que ya se expresó aquí hace tiempo, que el odio a Pedro Sánchez es, quizá, el factor político más determinante de la actualidad en los estudios electorales. Esa aversión, en sí misma, ya actúa de pegamento entre colectivos, asociaciones y personas.

Por encima incluso de las circunstancias concretas que han justificado la convocatoria de cada una de estas protestas, "la traición de Pedro Sánchez" siempre se encontrará como el revulsivo principal. En los dos casos, si se observa, se ha mantenido esa motivación fundamental en las pancartas y en los discursos, por mucho que hayan pasado cuatro años entre las protestas de Colón y de Cibeles.

Lo que sí se ha modificado, sin embargo, es el entorno político. Es decir, el respaldo social y asociativo se mantiene intacto, pero la élite política varía sustancialmente. Podría decirse, incluso, que la conocida como foto de Colón ha marcado un antes y un después en la relación de los tres partidos que representan mayoritariamente a los electores de centro, derecha y extrema derecha. Si se repasan ahora las valoraciones y comentarios de lo que sucedió en la manifestación de Colón, encontraremos que casi todo el mundo coincidió entonces en que el principal beneficiado de esa foto era el dirigente de Vox, Santiago Abascal.

Los recelos que comienza a despertar Vox entre sus aliados naturales es una de las novedades políticas más relevantes

La fuerza de su eslogan de entonces, la derechita cobarde, ejerció tal presión sobre el Partido Popular que los dirigentes del partido se vieron arrastrados a la protesta, aún a sabiendas de que aquella foto podía acabar perjudicándoles, como así ocurrió. Parece como un fenómeno paranormal: de los tres líderes que asistieron, dos han desaparecido ya de la política, Albert Rivera y Pablo Casado, y sólo se mantiene Santiago Abascal. Cómo extrañarse, en este sentido, de que a la protesta de Cibeles no haya acudido el nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, o que la cara visible de Ciudadanos, Inés Arrimadas, que sí fue a la protesta, haya evitado cualquier acercamiento. Santiago Abascal despierta recelos entre aquellos que, teóricamente, más cerca están de sus posiciones extremas, aquellos con quienes más principios puede compartir.

De hecho, los recelos que comienza a despertar Vox entre sus aliados naturales y, más allá, entre algunos de sus defensores públicos más notables, es una de las novedades políticas más relevantes que se están produciendo en estos momentos. El miedo a verse arrollados por Abascal fue lo que, como decimos, inclinó a los líderes del PP y de Ciudadanos a fotografiarse con él en aquella manifestación de Colón de 2019, mientras que en la actualidad, superado ese complejo, la desconfianza que despierta está motivada por episodios de deslealtad, como los protagonizados en el Gobierno de Castilla y León o en la Asamblea de Madrid.

Lo fundamental es el recelo. Es el elemento nuevo que ha ido creciendo y que, en esta protesta, ha estallado a la vista de todos

La idea de que Vox no es un partido fiable, dispuesto siempre a zancadillear a aquellos con los que camina para obtener relevancia política, ha sido la espoleta final para hacer saltar los aires la foto de Colón. Pero no sólo eso, las dudas sobre Vox también se extienden a algunos de los defensores más apasionados de la extrema derecha, como es el caso del locutor y columnista Federico Jiménez Losantos. Si debemos darle relevancia al enfrentamiento descarnado y brutal del conductor de las mañanas de esRadio es por la incapacidad que ha demostrado Vox de poder convivir con la más mínima crítica interna o disensión de sus seguidores. Si hasta una persona como el mencionado Jiménez Losantos acaba desquiciado, arremetiendo de forma despiadada contra los dirigentes de Vox, a los que sacude como peleles sin criterio ni personalidad, es porque en la extrema derecha sólo se concibe el servilismo y la adoración. Además de otras circunstancias o intereses, claro, que puedan confluir en las disputas. Pero lo fundamental es eso, el recelo. Es el elemento nuevo que ha ido creciendo y que, en esta protesta de Cibeles, ha estallado a la vista de todos. El antisanchismo ya no es lo único que se palpa en estas protestas.

Las protestas en defensa de la unidad de España, y contra los excesos del independentismo, tienen la solidez de los movimientos que no se corresponden con coyunturas ni oportunismos. Por eso no pinchan en sus convocatorias, porque tampoco tienen como referencia anterior grandes movilizaciones, convocatorias de millones de personas, y siempre tienen asegurada la participación de decenas de miles. Es lo que ha vuelto a ocurrir en la Cibeles, en contraste con lo que un par de días antes sucedió en Barcelona, en la protesta independentista que se convirtió en la mejor muestra de la división y la autodestrucción a la que se dirigen indefectiblemente todos esos movimientos radicales.

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