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Kitchen, la guerra sucia del PP
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Javier Caraballo

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Kitchen, la guerra sucia del PP

Núñez Feijóo extrae conclusiones de otros casos de corrupción de la vida española, como los últimos conocidos que afectan al PSOE, con mucha menos información que la que tenemos del caso Kitchen

Foto: El exministro del Interior Jorge Fernández Díaz. (EFE/Archivo/J.J. Guillén)
El exministro del Interior Jorge Fernández Díaz. (EFE/Archivo/J.J. Guillén)
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Al ver que la Fiscalía Anticorrupción le pedía 15 años de cárcel, Jorge Fernández Díaz, el exministro, se acordó de los tres secretos proféticos de la Virgen de Fátima. Tenemos que imaginar la secuencia y retenerla, como si estuviésemos repasando cada fotograma de una película, porque lo que nunca será del dominio público, lo que nunca conoceremos, es qué pasa por la mente de estos políticos que se entregan decididos a la corrupción, sin escrúpulos políticos, ni principios ideológicos. Pasan sobre los valores esenciales de la ética, de la democracia, como si pisaran una alfombra vieja.

Jorge Fernández Díaz, que fue ministro del Interior con Mariano Rajoy, debió recibir a finales de febrero el escrito de acusación de la Fiscalía en el que le solicitaba los mencionados 15 años de cárcel, más otros 33 de inhabilitación absoluta, los mismos que para su número dos en el ministerio, Francisco Martínez, y para el jefe de la Policía Nacional de entonces, Eugenio Pino. Otros muchos policías completan el procesamiento, entre ellos el ubicuo José Manuel Villarejo. La cuestión es que, por ese afán de ponernos en la mente de quien está implicado en un caso de corrupción tan grotesco y tan deleznable como este de la Kitchen, sorprende que la primera reacción pública que se le conozca al exministro Fernández Díaz sea la de acordarse, en un artículo en el periódico La Razón, del milagro de Fátima: “En Tuy, el 13 de junio de 1929, Lucía tuvo una importante revelación en la que la Virgen le dijo que, pese al retraso en cumplir la consagración de Rusia pedida por Ella, al final ‘Mi Inmaculado Corazón triunfará: el Papa me consagrará Rusia, que se convertirá, y le será dado al mundo un tiempo de paz”. Debe ser que la religión, su profunda religiosidad, ha conseguido ya colocarlo en otro estado mental, abstraído de cuantas explicaciones debería ofrecernos de lo sucedido. Quizá no exista otra interpretación, al menos ninguna que sea más compasiva con el personaje.

Foto: El exministro del Interior Jorge Fernández Díaz. (EFE/Archivo J.J. Guillén) Opinión

En la democracia española, dos ministros del Interior se han sentado en el banquillo de un tribunal acusados de la misma miseria, organizar la guerra sucia desde el Estado para quitarse un problema de encima. Sucedió con el socialista José Barrionuevo, hace 25 años, ministro de Felipe González, cuando fue condenado a 10 años de cárcel junto al entonces secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, por organizar la guerra sucia contra ETA. Desde luego, nada tiene que ver aquella condena, aquella guerra sucia contra la banda terrorista ETA, con la guerra sucia por la que está siendo procesado el ministro del Partido Popular, salvo la vulneración de los principios elementales de todo Gobierno democrático, que jamás deben apartarse del estricto cumplimiento de la legalidad. Ninguna causa, por mucha repulsión, por mucha impotencia que nos produzca, como era la vileza del terrorismo, justifica que un Gobierno se coloque al margen de la ley en un Estado de derecho. Punto. Pero es que, además, sucede que la guerra sucia jamás consigue su objetivo, sino que acaba provocando lo contrario, otorgando justificaciones a los verdaderos delincuentes. Ya lo dijo aquí mismo, en El Confidencial, el coronel de la Guardia Civil Manuel Corbí, quizás uno de los más reconocidos en la lucha antiterrorista: “El GAL le hizo más daño a la lucha contra ETA que a ETA. Piense que el GAL le dio la excusa al mundo etarra para equiparar a unos y a otros, y eso fue terrible”.

En varias piezas, de lo que está siendo acusado el ministro del Interior del primer Gobierno de Mariano Rajoy, el citado Jorge Fernández Díaz, es de organizar también una guerra sucia contra el independentismo catalán, con la fabricación de informes falsos de la Policía para intentar desacreditarlo. De igual forma, al final, lo que se provoca es lo contrario, dañar la verdadera y legítima persecución de los sediciosos. De esa etapa nefasta del Ministerio del Interior ha surgido también este otro sumario por el que el fiscal anticorrupción ha redactado ya su escrito de acusación, el llamado caso Kitchen, que no tiene nada que ver con el independentismo, sino con algo todavía más indecente: intentar ocultarle a la Justicia las pruebas que pudieran existir sobre la corrupción del Partido Popular. En pleno escándalo de la Gürtel, según le consta a la Fiscalía, sobre "la primera mitad del año 2013", lo que hicieron en el Ministerio del Interior fue organizar una operación policial para “impedir la incorporación al procedimiento judicial de material incriminatorio para el Partido Popular y sus máximos dirigentes”. Es decir, el ministerio que tiene que velar y promover que una investigación judicial pueda desarrollarse sin interferencias se dedicaba a zancadillear y a obstruir la labor de la Justicia. Con el uso de dinero de los fondos reservados se financiaban robos de documentación, extorsiones, registros ilegales, espionajes…

Foto: Luis Bárcenas, en una imagen de archivo. (EFE)

Al conocer la noticia del escrito de acusación de la Fiscalía Anticorrupción que al ministro Fernández Díaz le transportó a Fátima, el líder actual de su partido, el PP, Alberto Núñez Feijóo, reaccionó con una respuesta triple. En primer lugar, ha pedido “que salga lo que tenga que salir, que se investigue lo que se tenga que investigar y que se aclare lo que se tenga que aclarar”. Lo segundo que arguye es que “estamos hablando de un caso de hace bastantes años”. Y, por último, que pese a todo eso, “a veces uno se entera posteriormente de las cosas y lo importante es que lo que haya ocurrido que se conozca, con independencia del contenido y alcance del mismo”. En apariencia, parece una contestación suficiente, pero veamos la inconsistencia. Alberto Núñez Feijóo lleva las suficientes décadas en la cúpula del Partido Popular como para que también se sienta directamente implicado, a pesar de que hayan pasado ya “bastantes años”. El comportamiento ético y normal de un líder tan veterano como él seguro que le ha llevado, años atrás, a interesarse internamente por lo ocurrido, con lo que debemos deducir que su información no se reduce “a las cosas que uno se entera posteriormente”.

En todo caso, las revelaciones que ya se conocen por el sumario, aunque obviamente debamos esperar al juicio oral y a la sentencia, aportan material suficiente en política para hacer una valoración más concreta. De hecho, podemos comprobar cómo Núñez Feijóo extrae conclusiones de otros casos de corrupción de la vida española, como los últimos conocidos que afectan al PSOE, con mucha menos información que la que tenemos del caso Kitchen. De modo, que, como “lo importante es que lo que haya ocurrido se conozca”, que comience él mismo, como presidente del PP, por hablar de este episodio de guerra sucia en un Gobierno de Mariano Rajoy para decir, al menos, que jamás debe repetirse una miseria así en la democracia.

Al ver que la Fiscalía Anticorrupción le pedía 15 años de cárcel, Jorge Fernández Díaz, el exministro, se acordó de los tres secretos proféticos de la Virgen de Fátima. Tenemos que imaginar la secuencia y retenerla, como si estuviésemos repasando cada fotograma de una película, porque lo que nunca será del dominio público, lo que nunca conoceremos, es qué pasa por la mente de estos políticos que se entregan decididos a la corrupción, sin escrúpulos políticos, ni principios ideológicos. Pasan sobre los valores esenciales de la ética, de la democracia, como si pisaran una alfombra vieja.

Partido Popular (PP)
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