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España, el país de las 'tilhostias'
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Javier Caraballo

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España, el país de las 'tilhostias'

Estamos en uno más de los múltiples frentes que tiene la guerra cultural de estos días, la de la comodidad frente al esfuerzo y el sacrificio como valores fundamentales de la sociedad

Foto: El director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
El director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
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No hay paz en España, reconozcámoslo, este es un país en confrontación permanente, y el pleno de esta tarde lo atestiguará. Existe un gran temor por que todo pueda saltar por los aires, por que el enfrentamiento se desboque como nunca antes ha sucedido, por que ni siquiera el presidente pueda contener a los suyos y sea la institución la que quede herida de muerte. Será esta tarde. España no puede permitirse ese descrédito internacional; otras instituciones que representan a decenas de millones de personas están pendientes de lo que ocurra hoy en el pleno y nadie puede garantizar que el resultado sea el desastre completo que algunos auguran: “La tilde de la palabra sólo seguirá sin una regulación precisa”.

Es el pleno de la Real Academia de la Lengua, la RAE, el que se reúne esta tarde y pocas veces, quizá ninguna que podamos recordar, se ha celebrado en medio de tanta tensión. El objeto de debate es una palabra, esa palabra de sexo fluido que lo mismo funciona como adverbio que como adjetivo, pero todo el mundo sabe que, en realidad, el debate de fondo es otro, que tiene que ver con el conformismo y la comodidad, esa inercia que lleva a un país a la dulce muerte que experimenta la rana en agua caliente hasta quedar hervida. Ese síndrome es el que nos afecta, como veremos, y sólo de paso, que no es menor, también está en juego el propio prestigio de la Real Academia, el respeto que se le ha tenido hasta ahora y la consideración para ser reconocida como la única autoridad que “fija, limpia y da esplendor” a la segunda lengua materna más importante del planeta, por detrás del chino mandarín.

Foto: Pleno en enero pasado de la Real Academia de la Lengua bajo la presidencia de los Reyes.

Tomemos, por tanto, el tormentoso debate de esta tarde de la Real Academia de la Lengua como síntoma de una enfermedad, o de una inercia social; vayamos de lo particular, la tilde de la palabra sólo, a lo general, el inquietante futuro que le aguarda a una sociedad cuando se expanden la inhibición y la falta de responsabilidad de quienes tienen que tomar decisiones para no complicarse la existencia e intentar contentar a todo el mundo. Al cabo de 10 años de polémicas sobre la tilde de la palabra sólo, la Real Academia anunció hace unos días que en el futuro la tilde quedará al arbitrio de quien escriba. Si considera que en la frase puede haber confusión, que la acentúe, pero si aprecia lo contrario, en esa misma frase, que no la acentúe. Ignacio Camacho, que es de los periodistas que han mantenido la cruzada de la tilde, acentuando cada sólo que se lo pedía, sostiene que esta no es una de las habituales polémicas de la RAE, como cuando, por ejemplo, anuncia la admisión de algunos términos frikis.

Estamos en uno más de los múltiples frentes que tiene la guerra cultural de estos días, la de la comodidad frente al esfuerzo y el sacrificio como valores fundamentales de la sociedad. Esa es la batalla cultural que subyace en la polémica del acento. “La escritura es un proceso intelectual de perfeccionamiento que se degrada si cede a impulsos acomodaticios”, dice Camacho. Es lo contrario de lo que piensa mi compañera Marta García Aller, que ha justificado aquí mismo que ella dejó de utilizar la tilde de sólo por obediencia, y eso es, precisamente, lo que le desconcierta de la RAE, “el populismo ortográfico para intentar contentar a todo el mundo”. Sin duda alguna, ahí está la clave: el debate de fondo no está en esa tilde, sino en el trasfondo social de esa decisión. El problema está en la extensión del populismo o el conformismo, la tendencia de prescindir de normas, principios y criterios si su aplicación conlleva malestar o incomodidad. Populismo legislativo, populismo educativo, populismo fiscal, populismo feminista, populismo ortográfico... ¿Cuántos populismos seríamos capaces de identificar en España? La Academia, a fin de cuentas, sólo ha comenzado a asumir con esa decisión algo que ya se da en institutos y universidades, la ignorancia de las faltas de ortografía en los exámenes si ello conlleva el suspenso del alumno.

Foto: El director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado. (EFE/Fernando Villar) Opinión

Hoy es el día, el pleno de la discordia. El anuncio de que la discusión será “tormentosa” proviene de uno de los académicos más populares de la institución, Arturo Pérez Reverte, un escritor al que nadie podrá negarle su pasión y su preocupación por España. Hasta quienes le odian, que por suerte para él son muchos, habrán de reconocer que siempre está decidido a decir lo que piensa, que no le preocupa pisar charcos porque lo importante es caminar, y que no es de los que se ponen de perfil o miran hacia otro lado. A la Real Academia de la Lengua, en fin, le hacen falta tipos como Pérez Reverte, de la misma forma que precisa de otros muchos perfiles para conseguir un equilibrio interno en los debates y, sobre todo, para garantizar la vitalidad de la institución. Lo que le cabreó a Pérez Reverte, concretamente, fue que el servicio de prensa de la RAE ofreciera una interpretación manipulada, a su juicio, de lo que se había acordado sobre la tilde de sólo, ya que el académico que dirige ese servicio, @RAEInforma, “es antitildista y está dando una información sesgada e interesada”.

Más agreste y desbocado, otro escritor, Juan Gómez Jurado, dijo en algún reportaje que toda esta polémica “pide revolución”, y en sus redes sociales ha cargado sin miramientos: “Sólo lleva tilde. La RAE nos puede besar el brillante y metálico culo”. Se trata sólo de dos testimonios, dos escritores, pero sirven perfectamente para percibir el cariz de los debates en España: ¿en qué otro país o latitud del mundo puede acabar a tortas, con insultos y acusaciones de manipulación, el debate sobre una tilde? En ninguna parte, claro. Por eso acierta en el resumen quien se frota las manos y se acomoda para presenciar el combate. Como César Pérez Gellida, escritor de novela negra: “Veo un inicio precioso de conflicto lingüístico entre antitildistas y tildistas ortodoxos. Todo sea por las tilhostias”. Está bien ese concepto… España, de hecho, es el insólito país de las tilhostias.

No hay paz en España, reconozcámoslo, este es un país en confrontación permanente, y el pleno de esta tarde lo atestiguará. Existe un gran temor por que todo pueda saltar por los aires, por que el enfrentamiento se desboque como nunca antes ha sucedido, por que ni siquiera el presidente pueda contener a los suyos y sea la institución la que quede herida de muerte. Será esta tarde. España no puede permitirse ese descrédito internacional; otras instituciones que representan a decenas de millones de personas están pendientes de lo que ocurra hoy en el pleno y nadie puede garantizar que el resultado sea el desastre completo que algunos auguran: “La tilde de la palabra sólo seguirá sin una regulación precisa”.

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