Matacán
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Ley trans versus ley deportiva
Esta norma de la Federación Internacional de Atletismo supone la primera gran limitación que se realiza, en todo el mundo, a los nuevos derechos de la transexualidad
Reparemos en una circunstancia excepcional ocurrida esta semana: un colectivo se ha opuesto a aceptar la inclusión en sus filas y la decisión no ha provocado una gran polémica nacional, como se podría esperar. Aquí, entre nosotros, que todo acaba politizado; aquí, en España, que no existen límites para la confrontación política, la federación de atletismo ha proclamado que "la integridad del deporte está por delante de la inclusión", y no consta que haya levantado la reacción contraria de nadie, ni siquiera de los socios morados del Gobierno, tan incendiarios siempre.
Está claro, por tanto, que algo distinto se contiene en esta decisión para que no se vea envuelta en ese debate agrio de acusaciones y condenas. Alguna circunstancia especial debe concedérsele al deporte para que, en ese caso, se acepte sin oposición que la inclusión tiene límites y que sean aceptados, sin resistencia. En todos los demás campos, una decisión similar se hubiera considerado contraria al espíritu de la ley aprobada en España, en la que se reconoce como un derecho la libre autodeterminación de género. Es lo que, según la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha colocado a España a la vanguardia mundial en el reconocimiento de las personas transexuales, que ahora pueden solicitar la inscripción como mujer u hombre en el Registro Civil, rectificando la inscripción realizada al nacer, sin necesidad de tener que aportar informes psicológicos ni la obligación de hormonarse durante dos años, como se había exigido hasta ahora. La palabra basta.
Existe un movimiento feminista que va un paso más allá y considera que la autodeterminación de género es una discriminación contra las mujeres
Esa facilidad, de hecho, es la que ha ofendido a algunos colectivos feministas, quizá los más beligerantes contra la Ley Trans aprobada por el Congreso de los Diputados, al considerar que desdibuja o desvirtúa el concepto de mujer. Por ejemplo, Carmen Calvo, referente socialista, que fue vicepresidenta del Gobierno, y se mantiene, además, como presidenta de la comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados. Para Carmen Calvo, hay que saber diferenciar: "El movimiento feminista siempre ha apoyado al colectivo LGTBI, pero no existe el derecho absoluto a la autodeterminación de género ni se puede cuestionar nuestra identidad. Las mujeres somos lo que somos y no vamos a dar ni una explicación más", dice.
Existe un movimiento feminista, una "alianza feminista", que va, incluso, un paso más allá y considera que la libre autodeterminación de género es una nueva discriminación contra las mujeres. "Cuando se permite que cualquier varón pueda autodeterminarse mujer con su palabra como único trámite necesario, se pone en peligro los derechos de las mujeres y las niñas basados en su sexo", dice la alianza Contra el borrado de las mujeres. Y añaden: "Nosotras, como feministas, no podemos permitir que el género se introduzca en las leyes como una identidad y se proteja por encima de la categoría sexo".
En sentido contrario, obviamente, también existen movimientos de defensa de la autodeterminación de género y tachan de transfobia cualquier oposición a ese derecho de los transexuales. Consideran que el género se impone al sexo biológico. "Nosotras, mujeres feministas, defensoras de un feminismo diverso, inclusivo, interseccional y desbordante, queremos recorrer este camino de la mano de nuestras compañeras trans", dice uno de los manifiestos.
Pero ¿realmente podemos considerar que cuando un hombre se declara mujer, y se inscribe como tal en el Registro, o al contrario, cuando una mujer se considera hombre, se consigue borrar y transformar todas las huellas biológicas en el organismo? Incluso después de varios años de hormonación. Esa es la pregunta que ha respondido la Federación de Atletismo, como se comentaba antes. Y su respuesta es que la autodeterminación de género no vale para el deporte, que los que nacen hombres deben competir con los que nacen hombres, y las mujeres, con las mujeres. No en todos los casos, pero sí en la mayoría, porque la única condición para aceptar a un atleta trans es que la hormonación para cambiar de sexo haya comenzado antes de la pubertad, que se trata, con seguridad, de los casos más excepcionales dentro del colectivo trans.
No basta, como ocurría hasta ahora, que un atleta que transiciona de hombre a mujer, se someta a tratamientos para bajar los niveles de testosterona para ser admitido en competiciones femeninas. Igual se recuerda, al respecto, la polémica suscitada hace un año por la nadadora estadounidense Lia Thomas: hasta el año 2019 participaba en competiciones masculinas, en la temporada 2020-2021 se ausentó de las piscinas para someterse a un tratamiento de disminución de testosterona y cumplir con las reglas establecidas, y en 2022 volvió, pero ya inscrita como mujer, y arrasó en las competiciones femeninas en las que participó. De acuerdo con la ley española, un caso como el de esta atleta estadounidense, inscrita en el registro civil como mujer, tendría derecho a ser considerada como tal en todos los aspectos. Pero ya vemos que no es esa la lógica que ha aplicado la World Athletics.
Al margen del debate jurídico y legal que pueda existir, conviene detenerse en un aspecto formal: las razones esgrimidas por la Federación Internacional de Atletismo. Porque se parecen mucho a los argumentos de aquellas feministas contrarias a la Ley Trans que advierten del borrado de las mujeres cuando se asimila el género y el sexo biológico. "Hay que proteger el deporte femenino. La integridad de la competición está por encima de la inclusión", argumentan para prohibir, a partir de este 31 de marzo, que las atletas transgénero que hayan pasado por la pubertad masculina puedan participar en las competiciones que puntúen para el ranking mundial. ¿No es, acaso, lo mismo que decir que la libre autodeterminación de género supone el borrado de las atletas femeninas? O que la participación de las atletas transgénero es una discriminación para las mujeres en el deporte.
Está claro, en todo caso, que esta norma de la Federación Internacional de Atletismo, a la que le seguirán los pronunciamientos de otras muchas federaciones deportivas, supone la primera gran limitación que se realiza, en todo el mundo, a los nuevos derechos de la transexualidad. Una respuesta negativa a la lógica política, el género no se impone al sexo biológico. Ley deportiva contra Ley Trans. Ese es el debate que se ha colado sin ruido en esta España de la bronca permanente.
Reparemos en una circunstancia excepcional ocurrida esta semana: un colectivo se ha opuesto a aceptar la inclusión en sus filas y la decisión no ha provocado una gran polémica nacional, como se podría esperar. Aquí, entre nosotros, que todo acaba politizado; aquí, en España, que no existen límites para la confrontación política, la federación de atletismo ha proclamado que "la integridad del deporte está por delante de la inclusión", y no consta que haya levantado la reacción contraria de nadie, ni siquiera de los socios morados del Gobierno, tan incendiarios siempre.