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El 'Playboy' y la moral política
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Javier Caraballo

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El 'Playboy' y la moral política

El mero hecho de que una dirigente política pose para una revista de desnudos femeninos, una revista para hombres, ya se considera un ataque contra la dignidad de las mujeres

Foto: La secretaria de Estado francesa de Economía Social y Solidaria de Macron, Marlène Schiappa. (Reuters/Archivo/Gonzalo Fuentes)
La secretaria de Estado francesa de Economía Social y Solidaria de Macron, Marlène Schiappa. (Reuters/Archivo/Gonzalo Fuentes)
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Una señora ha salido en la portada del Playboy de Francia y se ha formado un enorme escándalo nacional. ¿Y qué esperaban ver en la portada del Playboy, un esquimal en medio del hielo, tapado hasta las cejas? Esa es la cuestión, que sin el contexto que se le debe añadir, no parece que una mujer en la portada del Playboy pueda provocar ningún debate, ni que nadie se llame a escándalo, aunque a veces pensemos que también estamos cerca de algo así. Pero no, toda la polémica se produce porque la señora de la portada es una dirigente política, Marlène Schiappa, que forma parte del Gobierno francés como secretaria de Estado de Economía Social y Solidaria, y su gesto contraviene abruptamente el manual de corrección política al que estamos sometidos.

Sin añadir nada más, sin saber nada más, el mero hecho de que una dirigente política pose para una revista de desnudos femeninos, una revista para hombres, ya se considera un ataque contra la dignidad de las mujeres. La jefa del Gobierno francés ha descalificado y ha lamentado que su secretaria de Estado tomase esa decisión, otros miembros del Gobierno y del partido de Macron presionan para que sea cesada, o para que dimita, y el diario Libération, en un editorial, no daba crédito a lo sucedido: “Al principio pensamos que se trataba de una broma pesada del día de los inocentes, pero no”.

No tenemos ningún suceso similar para compararlo, pero no erraremos mucho si pensamos que en España una noticia así provocaría un escándalo mayor y la reacción contraria, contundente, del feminismo institucional. Es más, nadie, ninguna mujer que esté en política en España, se arriesgaría a salir en una de esas revistas para hombres, porque sabe perfectamente que ahí se acaba toda su carrera política. Antes de saber nada, antes de oír nada, antes incluso de ver las fotos del Playboy, ya hay una sentencia firmada; sentencia condenatoria, obviamente. De modo que, como ese prejuicio existe, lo que nos está indicando es la necesidad de rebelarnos contra esa inquisición de nuestros días y empezar por atender, escuchar y razonar. Podemos llamarlo tolerancia, que es una virtud poco habitual en estos debates. Y luego, decidamos, cada cual, si nos parece una actitud frívola, impropia de un político, o una provocación necesaria y valiente.

Para empezar, es verdad que esta política, Marlène Schiappa, aparece en la portada del Playboy, pero ni ahí ni en las páginas interiores se fotografía desnuda. Explican que se trata de fotos sexis, una de ellas cubierta con la bandera de Francia, pero sin mostrar nada más allá de la mirada, la pose sugestiva y un largo vestido blanco. Son fotos, además, que sirven para acompañar una larguísima entrevista, de 12 páginas, en que esta mujer habla de “feminismo, de política y de literatura”. Dentro del partido de Macron, al que pertenece desde el principio, está considerada un referente del feminismo y, de hecho, en la primera etapa de gobierno estuvo al frente del Departamento de Igualdad entre Mujeres y Hombres y Lucha contra la Discriminación.

Antes de saber nada, antes incluso de ver las fotos del 'Playboy', ya hay una sentencia firmada; sentencia condenatoria, obviamente

Es evidente, por tanto, que su decisión de posar para la revista Playboy es una decisión política. Un acto meditado que, sin equivocarnos, podemos incluir en las disputas que se están dando dentro del feminismo, cada vez más acentuadas entre quienes conciben este movimiento como una lucha incipiente, que debe romper radicalmente con un entorno social dominado por el heteropatriarcado, y quienes denuncian que esa tendencia exponencial está coartando la libertad de la mujeres. Diferencias entre quienes consideran que la cosificación de las mujeres está presente en múltiples actos de la vida ordinaria que hay que erradicar, y quienes exigen que todo ello no derive en una nueva moral, constreñida por nuevas imposiciones de lo que está bien y está mal, de lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer.

Nada más comenzar a recibir críticas, la secretaria de Estado francesa se ha defendido en sus redes sociales reclamando su derecho como mujer a posar como quiera y donde quiera. "Defender el derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo está en todas partes y en todo momento. En Francia, las mujeres son libres. Con todo respeto a los retrógrados y a los hipócritas", ha dejado escrito Marlène Schiappa. La señora lo dice porque sabe, perfectamente, que para un sector del feminismo el solo hecho de aceptar salir en esas páginas es una traición. Pero ¿realmente es así, o ese gesto debemos considerarlo como un grito de protesta, una reivindicación extrema, una llamada de atención contra lo políticamente correcto y contra las imposiciones?

En España, tenemos una secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez, que se caracteriza por justo lo contrario que la que, durante el primer Gobierno de Macron, era su homóloga en Francia. A Pam, como se la conoce, nadie le podrá negar su extraordinaria habilidad para generar polémicas encendidas y está claro que, en este caso, hubiera exigido la dimisión inmediata de Marlène por contribuir a la cosificación de la mujer. Y no deja de ser curioso porque, por ejemplo, cuando en España se levantó una extraña, peculiar y desaforada controversia por una foto de la ministra Ione Belarra en la que se marcaban sus pezones, la secretaria de Estado salió a defenderla con los mismos argumentos que utiliza la política francesa para defender sus fotos sexis en el Playboy: el derecho de toda mujer a vestir como le venga en gana, con sujetador o sin él.

La única salvedad es que, también en esta cuestión, la dirigente española de Podemos detecta una agresión.La obligación de llevar sujetador está escrita en el mismo código de honor que mantener relaciones sexuales si te fuiste a casa con él. Basta de avergonzar a las mujeres, basta de violencias”, escribió Pam para defender a su compañera Belarra, con la exageración inflamada que suele. La moral política, esa moral política, por tanto, concluirá que también las revistas para hombres ejercen violencia contra las mujeres. Y que ninguna mujer está en su derecho de salir fotografiada ahí porque perjudica al feminismo. Que ya lo dijo Voltaire: “Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo”. Pues eso.

Una señora ha salido en la portada del Playboy de Francia y se ha formado un enorme escándalo nacional. ¿Y qué esperaban ver en la portada del Playboy, un esquimal en medio del hielo, tapado hasta las cejas? Esa es la cuestión, que sin el contexto que se le debe añadir, no parece que una mujer en la portada del Playboy pueda provocar ningún debate, ni que nadie se llame a escándalo, aunque a veces pensemos que también estamos cerca de algo así. Pero no, toda la polémica se produce porque la señora de la portada es una dirigente política, Marlène Schiappa, que forma parte del Gobierno francés como secretaria de Estado de Economía Social y Solidaria, y su gesto contraviene abruptamente el manual de corrección política al que estamos sometidos.

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