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Doñana, breviario de intereses ocultos
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Doñana, breviario de intereses ocultos

Los populares han relativizado las prisas para la aprobación de la ley una vez que han logrado su objetivo político mayor, la identificación con los agricultores y vecinos de esos pueblos

Foto: Cultivo de fresas ubicado en la zona de regadío al norte de Doñana. (EFE/J. Pérez)
Cultivo de fresas ubicado en la zona de regadío al norte de Doñana. (EFE/J. Pérez)
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Sucede en política que una torpeza tapa la anterior, cuando se refiere a tu adversario. Es lo que ha ocurrido estos días pasados cuando el PSOE ha salido en tromba a salvar con su despropósito grotesco la torpeza del Partido Popular de presentar, en medio de la sequía más severa de este siglo, una ley para legalizar regadíos en el entorno de Doñana. No existe un solo científico, biólogo, ecologista o aficionado que no lo considere una tropelía, un propósito indocumentado que, por no tener, no tiene ni siquiera el agua que promete. Pues en esas andaba el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, más desconcertado que agobiado, cuando el presidente Pedro Sánchez pensó que la sequía en Doñana le había caído del cielo electoral. Una señal del destino para su providencial resiliencia que engorda con el autoelogio.

Y comenzaron a volcar todos los insultos en cadena, como un bombardeo intensivo. El presidente Sánchez lo llamó soberbio y su ministra Ribera quiso apuntillarlo llamándole "señorito andaluz", aunque, en vez de situarlo en un cortijo, que sería lo propio, se vio en la necesidad de extender el insulto a toda Andalucía, y la despreció como si fuera una insignificante "esquinita" de España. Esquinita, sí, eso es lo que dijo la ministra sobre la comunidad más poblada. Solo en la provincia de Huelva, que es donde está Doñana, cabría entero el País Vasco y aún sobran unos miles de kilómetros cuadrados…

Foto: Las Tablas de Daimiel, sin agua. (EFE/Jesús Monroy)

Luego vino un andaluz, el vicepresidente del Congreso, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, y, como era el último en la cadena, y ya le habían pisado varios insultos, decidió apostarlo todo a la sinrazón: acusó al presidente de la Junta de Andalucía de "terrorismo medioambiental". Gracias a todos ellos, el Partido Popular consiguió respirar y llevar la polémica al terreno embarrado en el que nadie consigue ganar más allá de sus fieles y adeptos.

No debemos pasar por alto que, en medio de esta guerra, ha sido un alcalde del PSOE, el de Moguer, Gustavo Cuéllar, el primero que se ha apartado de su partido para pedir que se acabe el ruido y que todos se sienten a negociar. "Doñana no puede ser un arma arrojadiza entre unos y otros. Aquí todo el mundo opina y todo el mundo habla sin conocer lo que ha ocurrido históricamente y ni siquiera de forma palpable el territorio", le dijo a Carlos Alsina en Onda Cero.

"El Partido Popular consiguió respirar y llevar la polémica al terreno embarrado en el que nadie consigue ganar"

Este basta ya de un alcalde socialista acabará estallándole al PSOE si el presidente Pedro Sánchez sigue anteponiendo sus intereses electorales a los de los municipios que rodean el parque nacional de Doñana. De hecho, el discurso de este alcalde socialista se parece mucho más al del presidente de la Junta de Andalucía que al del presidente del Gobierno. Necesidad de regularizar los cultivos ilegales, examinando con detalle cada situación, hectárea a hectárea, y acuerdo entre todas las administraciones para compatibilizar el cuidado extremo de la reserva biológica con el interés de los vecinos de estos municipios.

"Aquí hay que ir finca a finca, hectárea a hectárea, porque hay mucha gente que vive de la agricultura", dijo el alcalde de Moguer. Como se apreciará, este socialista no habla de "terrorismo ecológico", como denuncia su propio partido, porque, en esencia, lo que él defiende es lo mismo que persigue el presidente de los populares andaluces con su proposición de ley planteada tan torpemente, como ya dijimos aquí. Y es del todo cierto que no hay otra salida que esa, regularizar todo lo ilegal que impunemente se ha dejado proliferar en los últimos años y plantear soluciones de futuro que reduzcan la presión hídrica sobre Doñana, incluyendo también a la localidad de Matalascañas, el campo de golf de la zona y toda actividad que afecte a los acuíferos. Desde expropiaciones y permutas de terreno hasta la posibilidad de una desaladora para todos esos usos.

Foto: La sequía amenaza Doñana. (EFE) Opinión
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La cuestión es que, si reparamos en esa sintonía entre el presidente del PP y el alcalde del PSOE, quizá podamos explicarnos el porqué de esta polémica ahora y de dónde viene todo. Los motivos ocultos que han movido al presidente andaluz a plantear esta iniciativa de esa forma. En el Partido Popular, cuando se les traslada esa cuestión no ocultan que existe un interés electoral, pero afirman que la medida tiene mucho más recorrido que las elecciones municipales.

"A medio plazo, quizá se entienda mejor", dicen de forma lacónica. Saben que la estrategia ha sido errada, torpe, y que no podrán sacar la proposición de ley tal como está, sin el respaldo de la Unión Europea. Por esa razón, ya admiten abiertamente que "la mera tramitación de esta ley no implica de manera directa o indirecta ninguna afección al cumplimiento de la sentencia" que condenó a España por las "extracciones desmesuradas de agua subterránea", que están abiertos a aprobar enmiendas con lo que "se desconoce el resultado final de la ley" y, por último, que se ofrecen para negociar juntos en Bruselas, Gobierno central y el autonómico.

Foto: Juanma Moreno. (EFE)
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Podría concluirse, por tanto, que los populares han relativizado las prisas para la aprobación de la ley una vez que han logrado su objetivo político mayor, la identificación con los agricultores y vecinos de esos pueblos junto a Doñana. Si Vox había comenzado a buscar ese apoyo, los populares han pretendido cortocircuitarlo y convertirse ellos en los defensores del mundo rural, como ya vemos que está haciendo el propio Feijóo.

Junto a eso, el medio plazo de que hablan tendrá que ver, necesariamente, con la sequía. Dejémoslo apuntado ahora para profundizar otro día: si hay partidos políticos que están diseñando sus estrategias electorales sobre conflictos superados o latentes, desde los indultos a los independentistas hasta la ley de sí es sí, pasando por las viviendas, que vayan pensando que es muy probable que todo eso se vea superado en la campaña por un debate nacional que ya está latiendo: la sequía, la oposición a los trasvases, los riegos, las promesas incumplidas de desatadoras y, con estruendo, la protesta del campo.

Sucede en política que una torpeza tapa la anterior, cuando se refiere a tu adversario. Es lo que ha ocurrido estos días pasados cuando el PSOE ha salido en tromba a salvar con su despropósito grotesco la torpeza del Partido Popular de presentar, en medio de la sequía más severa de este siglo, una ley para legalizar regadíos en el entorno de Doñana. No existe un solo científico, biólogo, ecologista o aficionado que no lo considere una tropelía, un propósito indocumentado que, por no tener, no tiene ni siquiera el agua que promete. Pues en esas andaba el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, más desconcertado que agobiado, cuando el presidente Pedro Sánchez pensó que la sequía en Doñana le había caído del cielo electoral. Una señal del destino para su providencial resiliencia que engorda con el autoelogio.

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