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Bolaños y la maldición de Iván Redondo
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Javier Caraballo

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Bolaños y la maldición de Iván Redondo

Ese caos interno es lo peor y, cuando se mira hacia arriba, hacia la Moncloa, todos señalan a aquel que sucedió a Iván Redondo para aconsejar y proteger al presidente

Foto: Félix Bolaños. (EFE/Fernando Alvarado)
Félix Bolaños. (EFE/Fernando Alvarado)
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Al gurú de antes lo llamaban Rasputín cuando estaba en la Moncloa y era el jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. Iván Redondo. Seguro que estos días se habrán acordado de él, de su estampa, como si su recuerdo o sus maldiciones se pasearan como fantasmas por aquellos pasillos del poder, por esos despachos. Tiene que ser que Iván Redondo le echó un mal de ojo a su sustituto, que era la mayor de las potencias de Rasputín, aunque tenía otras muy notables, como se sabe. Iván Redondo, si es como el monje ruso, las habrá heredado para su desempeño de asesor político y eso es lo que lo convierte en un tipo eficaz. Más que sus análisis y sus pronósticos, porque estos últimos ya hemos visto que muchas veces son errados, como cuando dijo hace unos meses que la moción de censura de Tamames era una de las operaciones políticas más inteligentes de los últimos años.

En fin. La cuestión es que, en estos momentos electorales decisivos, en el año electoral que marcará el destino de Pedro Sánchez, al líder socialista nada le está saliendo bien. Es muy difícil encontrar una campaña electoral en la que a un partido le vayan tan mal las cosas y con una variedad de temas tan extensa. Las dos cosas influyen, el número de noticias malas y que sean distintas, porque eso provoca, como bien saben los periodistas, que la noticia se renueve en las páginas de actualidad. En esta campaña electoral, cuando se empieza a agotar un asunto que le ha afectado al PSOE negativamente, surge otro distinto de la misma intensidad o superior. Parece hasta uno de los principios de Murphy. Por eso lo sobrenatural, la brujería que ni con ajos se espanta.

Foto: El ministro Bolaños, en la conmemoración de los bombardeos de Gernika. (EFE/Miguel Toña)
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Vamos a fijarnos, de hecho, para entender lo que está pasando estos días, en los últimos meses en los que Iván Redondo estuvo de asesor principal de Pedro Sánchez en la Moncloa. Pasada la etapa más dura de la pandemia, en el 2021 se comenzó a activar de nuevo la política electoral y fue entonces cuando al PSOE empezó a salirle todo al revés. El detonante de todo fue la moción de censura que, desde la misma sede del partido socialista en Madrid, se quiso promover en Murcia.

La idea era sencilla, elemental, aprovechar la crisis interna de Ciudadanos para impulsar mociones de censura por toda España en contra de los pactos de gobierno que mantenía en el poder al Partido Popular, con el apoyo de los concejales o diputados de Inés Arrimadas y los de Santiago Abascal. La moción de censura de Murcia, que era la primera, acabó como el cohete de Elon Musk, que se hizo pedacitos al poco de despegar porque estalló en el cielo cuando aún no había atravesado la atmósfera. Las consecuencias para el PSOE fueron nefastas. No solo hizo el ridículo en Murcia, sino que la inercia política que generó la supo aprovechar hábilmente la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para hacerse con la mayoría absoluta, mientras que el PSOE se hundía en la comunidad como nunca antes en la historia democrática. Luego vino lo de Castilla y León, en la que también perdieron frente a un candidato endeble, el popular Alfonso Fernández Mañueco. Un año más tarde, el enorme varapalo de Andalucía, con la primera mayoría absoluta del Partido Popular en la comunidad que, durante cuarenta años, estaba considerada como el granero electoral de los socialistas. Y ahora… Ahora esto: la peor campaña electoral que puede recordarse.

Lo que le faltaba a Bolaños es que se haya visto salpicado en la compra de votos de Mojácar

El mes de mayo empezó a torcerse fatalmente por culpa de Félix Bolaños, y este detalle no puede pasarse por alto. Cuando Iván Redondo salió de la Moncloa, quien le sustituyó en las tareas fue Félix Bolaños, porque el partido lo que buscaba era rescatar la antigua figura del fontanero y alejarse de los mercenarios, como era el caso de Iván Redondo. Y como todo el desastre empezó en Murcia, al cabo de un tiempo, el propio Rasputín se encargó de recordarlo en una entrevista de televisión. "Para mí fue llamativo, [la moción de censura de Murcia] fue un movimiento audaz que no funcionó y en el que no participé: para esa decisión no se quiso contar con mi opinión". La responsabilidad, según esa versión, era toda de Bolaños. También ahora, el primer traspié de la campaña lo da Bolaños y le cuesta un serio disgusto a Pedro Sánchez. El presidente había decidido implicarse al máximo en la campaña electoral, plantearla como una prueba definitiva de su resistencia política, como si quisiera labrar unos cimientos fuertes, de ánimo y confianza, para la campaña de las elecciones generales de diciembre. Por unos días, lo consiguió. Empezó a dar mítines por toda España y, en cada uno de ellos, adelantaba un gran anuncio del Consejo de Ministros. Logró lo que todos los líderes pretenden en política, marcarle la agenda política a sus adversarios y hasta a sus propios socios de Gobierno. Pero llegó Bolaños y, en un afán de protagonismo inexplicable, decidió echarle un pulso a la presidenta de Madrid en el día de la comunidad, el dos de mayo. Para qué recordar otra vez el patetismo de aquella escena, la jefa de protocolo impidiéndole el paso hasta el escenario, que no, ministro, que no, que usted no sube porque no está invitado.

El incidente torció el gesto de Pedro Sánchez porque esa vaina evitable le provocó perder la iniciativa política. El presidente no disimula en estos casos, además, y se lo hizo saber al instante a todo el mundo, con un desplante de silencio frío en la primera rueda de prensa, cuando le preguntaron. Lo que le faltaba a Bolaños, después de aquella metedura de pata, es que se haya visto salpicado también en la compra de votos de Mojácar. Pero no por el escándalo en sí mismo, sino por la imagen de inseguridad y de descontrol que ha proyectado el PSOE en esta última semana de campaña. Ese caos interno es lo peor y, cuando se mira hacia arriba, hacia la Moncloa, todos señalan a aquel que sucedió a Iván Redondo para aconsejar y proteger al presidente. Habrá que oír estos días a Rasputín.

Al gurú de antes lo llamaban Rasputín cuando estaba en la Moncloa y era el jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. Iván Redondo. Seguro que estos días se habrán acordado de él, de su estampa, como si su recuerdo o sus maldiciones se pasearan como fantasmas por aquellos pasillos del poder, por esos despachos. Tiene que ser que Iván Redondo le echó un mal de ojo a su sustituto, que era la mayor de las potencias de Rasputín, aunque tenía otras muy notables, como se sabe. Iván Redondo, si es como el monje ruso, las habrá heredado para su desempeño de asesor político y eso es lo que lo convierte en un tipo eficaz. Más que sus análisis y sus pronósticos, porque estos últimos ya hemos visto que muchas veces son errados, como cuando dijo hace unos meses que la moción de censura de Tamames era una de las operaciones políticas más inteligentes de los últimos años.

Félix Bolaños
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