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Sánchez gana y despierta al dóberman

Pedro Sánchez ataca a las derechas, nos mete el susto en el cuerpo, como si las brigadas del fascismo internacional estuvieran ya preparadas para invadir España

Foto: Presentación del programa electoral del PSOE para las elecciones generales. (EFE/Mariscal)
Presentación del programa electoral del PSOE para las elecciones generales. (EFE/Mariscal)
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La primera batalla ya la ha ganado Pedro Sánchez, antes incluso de que la campaña electoral comenzara oficialmente este pasado viernes. En un ejercicio prodigioso de recuperación, el líder socialista se ha sacudido la humillación electoral que supuso para él las elecciones municipales y autonómicas de mayo pasado y ha conseguido reactivar a su electorado, como si nada hubiera pasado. Como si de nada se le pudiera culpar a él, como secretario general del PSOE. Para corroborarlo, aquel que no considere que la estrategia de Pedro Sánchez ha conseguido ganar este primer asalto, que se detenga un momento a escuchar los ladridos del dóberman, que ha despertado. Y que lo compare, por ejemplo, con el aletargamiento de la campaña electoral que vivimos hace tan solo dos meses y medio.

Es una estrategia antigua, la más antigua de todas, y no suele ofrecer resultados, como se ha demostrado en comunidades como Andalucía, que es donde tradicionalmente funcionaba mejor ese mensaje, pero a Pedro Sánchez le ha servido para estabilizarse en esta campaña. No sólo eso, ha repuntado en sus expectativas y se está haciendo con el voto útil de la izquierda.

El dóberman enseña los dientes y los suyos se ponen las pilas para frenar #LoQueViene

El dóberman ataca a las derechas, nos mete el susto en el cuerpo, como si las brigadas del fascismo internacional estuvieran ya preparadas para invadir España; el dóberman ladra con fuerza contra todos los que no estén alineados, especialmente contra los medios de comunicación críticos, y ya ha logrado hasta que muchos periodistas, sin pudor alguno, se hayan animado al alanceo de sus compañeros, como veremos luego. Todos, unos y otros, en suma, componen ese concepto, el dóberman, que cuando enseña los dientes, los suyos se ponen las pilas y replican por todos lados que es necesario frenar #LoQueViene. Catástrofes medioambientales, recorte de las libertades, persecución de gais y lesbianas, censura franquista en cines y televisiones, banquetes de ricos, cierre de hospitales, privatizaciones de servicios públicos…

Todo el mal esperable se puede encontrar en las alertas diarias, mientras que el presidente Pedro Sánchez se ofrece como contrapunto de perfección, contra el que nada puede existir, salvo campañas malintencionadas de infamias y mentiras: "No tienen nada contra mí. ¿Sabe por qué? Porque yo soy un político limpio. No soy perfecto, pero soy limpio. Soy una persona limpia", como dijo en el último plató en el que estuvo, el de Tele5, con el que cerró la gira.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón) Opinión
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Podría pensarse, si alguien no está pendiente de artículos de prensa y redes sociales, que todo lo anterior es caricaturesco o exagerado, que, en realidad, no existe esa agitación. Es normal que haya muchos que lo piensen así porque, en realidad, el personal no sigue las campañas electorales, ni el frufrú diario de todos los medios de comunicación. Pero no es una exageración, y solo nos harán falta tres ejemplos. El primero, del reputado director de cine Pedro Almodóvar. Hace unos días escribió un artículo de prensa en el que incluso se permitía afirmar que no todos los resultados de las próximas elecciones deben considerarse democráticos: "Debemos ser conscientes de que corremos el riesgo de que el resultado de las elecciones no sea digno de llamarse así, democracia. En 1933 Hitler llegó al poder utilizando las instituciones democráticas que después él mismo se encargaría de destruir".

Foto: Pedro Almodóvar al recibir el Goya al mejor guion original. (Reuters)

En cuanto a Pedro Sánchez, lo referido antes: nunca ha mentido, mienten los periodistas, como Carlos Alsina, que se atreven a decírselo. "¿En qué libro de estilo ha aprendido el señor Alsina que lo suyo con Sánchez fue realmente una entrevista y no una sarta de vejaciones e insultos?", decía Almodóvar. El segundo ejemplo es el de los manifiestos, la participación de los "abajofirmantes", que siempre surge en campaña. De los que ya han aparecido, uno que es digno de mencionar, la "Plataforma de Artes Libres". Lo ocurrido en un pueblo de Cantabria y en otro de Madrid, con el veto de los terraplanistas de Vox a una película infantil porque había un beso entre dos mujeres y a una obra de teatro feminista de Virginia Woolf, les sirve para crear, ipso facto, esa plataforma en la que un centenar de actores y actrices, directores y cantantes, denuncian "el retorno a la censura" en España.

El texto es breve: "Las y los profesionales del mundo de la cultura queremos denunciar el retorno de la censura que está atentando contra la libertad de expresión. Un derecho consolidado social y democráticamente en nuestra Constitución. Exigimos la protección de nuestros derechos fundamentales porque sin cultura no hay democracia". Dos pueblos sirven para sostener la acusación general, como hecho consumado, del retorno a la censura franquista en España.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Fernando Villar) Opinión
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El tercer ejemplo del ladrido del dóberman es el más penoso, o el más arrastrado, porque es el que ha llevado a un grupo de periodistas a emprender una campaña contra sus compañeros de otros medios de comunicación. En la misma línea que Pedro Almodóvar en su incendiado artículo, como se detallaba antes. Es verdad que, desde hace más de una década, en la prensa española han proliferado algunos especímenes de periodismo basura, tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. Objetivamente, esos individuos que se llaman periodistas suponen un problema grave para la profesión, pero no parece haber forma de anularlos, porque crecen en el fangal de las redes sociales, donde siempre encuentran abono para medrar, insultar y calumniar. La única esperanza, como siempre, está en la sociedad, que sepa apreciar el valor del periodismo independiente y se aleje de los farsantes.

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Jero Morales) Opinión
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Pero todo eso, como se decía antes, ya existía en España. Lo nuevo que ha traído esta campaña es que medios de comunicación hayan acudido solícitos a la llamada del presidente Pedro Sánchez para atacar a los periodistas que se han mostrado críticos con él. El líder socialista solo tuvo que repetir, en varias de sus entrevistas, que el 'sanchismo' era una invención de los medios de comunicación, el 90 por ciento de los medios de comunicación, según llegó a decir. Dijo eso de "la burbuja inflada a base de mentiras, manipulaciones y maldad", y en un grupo tan importante como el Grupo Prisa alinearon a algunas de sus piezas más serviles o decididas para que disparasen sin consideración contra los colegas señalados por el presidente. No solo ahí, también en otros medios, claro, porque eso de que solo el 10 por ciento de la prensa española defiende a Sánchez es de las falsedades más grotescas. Lo hacen, además, con las alertas consabidas, de que "viene el desastre, que vienen los bárbaros", que es el ladrido más sonado del dóberman. En fin, que pasará la campaña, y ocurrirá lo que ocurra en las elecciones, pero algunos ya no se podrán recuperar de la vergüenza de estos días.

La primera batalla ya la ha ganado Pedro Sánchez, antes incluso de que la campaña electoral comenzara oficialmente este pasado viernes. En un ejercicio prodigioso de recuperación, el líder socialista se ha sacudido la humillación electoral que supuso para él las elecciones municipales y autonómicas de mayo pasado y ha conseguido reactivar a su electorado, como si nada hubiera pasado. Como si de nada se le pudiera culpar a él, como secretario general del PSOE. Para corroborarlo, aquel que no considere que la estrategia de Pedro Sánchez ha conseguido ganar este primer asalto, que se detenga un momento a escuchar los ladridos del dóberman, que ha despertado. Y que lo compare, por ejemplo, con el aletargamiento de la campaña electoral que vivimos hace tan solo dos meses y medio.

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