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Feijóo y las dudas de su liderazgo
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Javier Caraballo

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Feijóo y las dudas de su liderazgo

Ahora sí que Feijóo se la juega; ahora sí que va a tener que demostrar el calado real de su liderazgo en la derecha española

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
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Llegó para triunfar porque no había más objetivos. La suya no era la trayectoria de otros, ni lo pretendía; llegó para subir de tres en tres los peldaños hasta colocarse en lo más alto de la escalera. Pero no. Por eso ahora levanta dudas, como si ya hubieran dejado de verlo como el líder que esperaban. Acaso desinflado o desfondado, entre el calor, este calor, y la intensidad de las dos campañas electorales seguidas. Es Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Partido Popular, que ha consumido en un año las etapas políticas que otros desarrollan durante un decenio. Las dudas han llegado pronto y se han extendido, como el sarpullido de una indigestión, que es lo peor que podía pasarle. Ahora sí que Feijóo se la juega; ahora sí que va a tener que demostrar el calado real de su liderazgo en la derecha española. Si es capaz de levantarse y afrontar la legislatura en la oposición, en el caso de que los afanes del presidente socialista no se trunquen y nos conduzca a unas nuevas elecciones.

Por ahora, lo que todos hemos podido ver es que la amarga victoria de las elecciones generales del 23 de julio parece haber dejado noqueado a Feijóo. Algunos en el Partido Popular afirman que, después de aquella noche, tan decepcionante, le pidieron que se alejara, que se quitara unas semanas de en medio. A descansar, a respirar. Aunque le sea imposible desconectar, porque en su cabeza se repitan los flashes de aquel domingo, cuando se restregaba los ojos contra la evidencia de un pufo inesperado. “Llegaremos, llegaremos, ya verás cómo lo conseguimos, esto no puede acabar así…”. ¿Cuántas veces debió repetirse lo mismo? ¿Cuántas veces lo oyó aquella noche, a medida que avanzaba el recuento de las elecciones?

Foto: El líder del PP, Feijóo, en el balcón de Génova junto a la secretaria general, Gamarra, y la presidenta de la comunidad, Ayuso (EFE/Javier Lizón)

Es más difícil reponerse de una frustración que de una derrota, y ese es el lastre que tiene que superar el presidente del Partido Popular. “Es el momento”, dijeron enfáticos, y resultó que ese momento no había llegado. Es verdad que casi todos los lemas electorales tienden al patetismo cuando quedan colgados de las farolas, pasadas ya las elecciones. El caso del lema del Partido Popular es peor porque hurga en la herida, en la decepción por el momento desaprovechado, la oportunidad perdida después de unas elecciones municipales y autonómicas en las que los candidatos de la derecha triunfaron por toda España. A Feijóo le tendieron una alfombra azul para que llegara a la Moncloa, pero se tropezó en los pliegues de la euforia y se cayó. La frustración, como se decía antes, es mayor porque su trayectoria política no contemplaba ninguna caída. Es fácil de apreciar si miramos atrás y nos remontamos a una década, cuando era presidente de la Xunta de Galicia y contaba las elecciones por victorias de mayoría absoluta, una tras otra.

En el Partido Popular habían barajado su nombre en muchas ocasiones, en cada crisis que estallaba, pero Núñez Feijóo siempre conseguía esquivarlas. Su plan nunca ha sido confrontar con otros para llegar a la sede nacional, eso de pelear los apoyos en cada provincia y esquivar las puñaladas en los congresos del partido, las deserciones y las mentiras de los avales… Simplemente, Feijóo estaba muy bien en Galicia y tenía claro que la mejor forma de alcanzar el poder de un partido político es por aclamación. El momento esperado llegó con la caída estruendosa de Pablo Casado, y el líder gallego pudo, al fin, conseguir el liderazgo sin oposición alguna, ansiado y esperado. En una semana se hizo con el partido y en un año ya estaba palpando las puertas de la Moncloa. Ese era su plan. El mismo plan que se le ha caído encima como una losa y lo ha chocado.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo durante la Junta Directiva Nacional. (EFE/David Mudarra)

Por cómo se han sucedido los acontecimientos, podemos deducir que el principal problema de Alberto Núñez Feijóo en este momento es que no había un plan B diseñado para el caso de que, como puede suceder, el presidente Pedro Sánchez pueda revalidar sus alianzas parlamentarias y seguir gobernando. Hace bien el líder de la derecha al reivindicar su derecho a presentarse a la investidura, como partido que ha ganado las elecciones, aunque se suba a la tribuna con la certeza de que no saldrá adelante. Y que será Pedro Sánchez quien lo consiga. Pero debe tener claro que se trata solo de eso, de dar cumplimiento a las formas democráticas. El presidente del PP tendría que haber asumido ya que, en realidad, ha fracasado completamente en las elecciones y, como tal, comenzar a planificar una legislatura que será la primera suya como líder de la oposición, en el Congreso de los Diputados. Seguir lamiéndose las heridas del 23 de julio, mantener el discurso de la victoria electoral, sin más, supondría una grave ceguera sobre los retos que tiene por delante.

Es ahora, después del año vertiginoso que ha vivido desde que abandonó la Xunta de Galicia, cuando Alberto Núñez Feijóo tiene que demostrar su verdadera talla política. Es ahora, como se decía antes, cuando se la juega, porque lo que vamos a ver, desde el mismo instante en que se suba a la tribuna del Congreso, es si es capaz de consolidar su liderazgo para la reconstrucción completa del centro derecha en España, con opciones de volver a optar al gobierno de la nación. Antes que él, José María Aznar y Mariano Rajoy perdieron elecciones generales y luego consiguieron llegar a la Moncloa, con lo que el fiasco del 23 de julio no debe ser ningún impedimento para que Núñez Feijóo siga al frente del Partido Popular y vuelva a intentarlo en la próxima cita electoral. Pero debe ser él quien disipe las dudas sobre su liderazgo, sobre su capacidad política, y poner ya en marcha el plan de una legislatura más en la oposición en que nadie había pensado.

Llegó para triunfar porque no había más objetivos. La suya no era la trayectoria de otros, ni lo pretendía; llegó para subir de tres en tres los peldaños hasta colocarse en lo más alto de la escalera. Pero no. Por eso ahora levanta dudas, como si ya hubieran dejado de verlo como el líder que esperaban. Acaso desinflado o desfondado, entre el calor, este calor, y la intensidad de las dos campañas electorales seguidas. Es Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Partido Popular, que ha consumido en un año las etapas políticas que otros desarrollan durante un decenio. Las dudas han llegado pronto y se han extendido, como el sarpullido de una indigestión, que es lo peor que podía pasarle. Ahora sí que Feijóo se la juega; ahora sí que va a tener que demostrar el calado real de su liderazgo en la derecha española. Si es capaz de levantarse y afrontar la legislatura en la oposición, en el caso de que los afanes del presidente socialista no se trunquen y nos conduzca a unas nuevas elecciones.

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