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De la existencia de una 'España Frankenstein'
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Javier Caraballo

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De la existencia de una 'España Frankenstein'

Lo realmente impactante es cómo, progresivamente, hasta el propio término 'Frankenstein' se va asimilando como algo normal y hasta identificativo de la 'España plural'

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Eva Ercolanese)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Eva Ercolanese)
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Hay algo perverso o misterioso en una de las últimas maldades que nos dejó Alfredo Pérez Rubalcaba, su famosa definición de un Gobierno de socialistas, comunistas e independentistas como un “Gobierno Frankenstein”. Cuando pase el tiempo, apreciaremos cómo esa metáfora burlona ha ido expandiendo su significado hasta querer abarcar a la propia España, atropellando otra vez la historia y la realidad, como veremos ahora. La cuestión es que los paralelismos y los juegos retóricos que se pueden construir recurriendo son inagotables. Y es muy llamativo, porque estamos hablando de una maldad que adquirió la categoría de póstuma tres años después, cuando se hizo realidad, y le dio nombre a una etapa política en España que será trascendental.

Enredados en los gobiernos Frankenstein seguimos cuando ya muchos ni siquiera se acuerdan del origen de todo. Por eso conviene recordarlo, simplemente como un apunte contable, para saber los años en los que la inestabilidad institucional es la dominante de la política española, con las consecuencias inevitables que conlleva en el progreso de cualquier país. Lo de Rubalcaba ocurrió en la primera etapa de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE, exactamente en las elecciones de junio de 2016, celebradas anticipadamente seis meses después de las de diciembre de 2015, en las que nadie pudo formar Gobierno. En la repetición, el PSOE sacó un pésimo resultado, solo 85 diputados, pero fue la primera vez que el líder socialista empezó a hacer cálculos con una nueva mayoría parlamentaria, distinta a todo lo conocido: con los votos de Podemos y todas sus mareas, con los de los independentistas catalanes, los nacionalistas del PNV y Nueva Canarias, obtenía una holgada mayoría absoluta, 178 escaños. Fue entonces, al surgir esa posibilidad, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba dejó su frase para que nos acompañara en los años que estaban por venir. Le preguntaron si estaba de acuerdo con ese pacto de izquierdas, y dijo: “Eso no es un pacto de izquierdas porque el PNV y Convergencia no son de izquierdas y Esquerra Republicana es independentista; eso sería una investidura Frankenstein”.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya) Opinión
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Al contemplar estos hechos con la mínima perspectiva que nos ofrece el tiempo transcurrido, lo realmente impactante es cómo, progresivamente, hasta el propio término Frankenstein se va asimilando como algo normal y hasta identificativo de la España plural. O eso, al menos, se empieza a deslizar por todas partes.

Y eso que la mayoría parlamentaria que espantaba a Rubalcaba cuenta ahora entre sus socios más activos con Bildu, donde se sigue homenajeando a antiguos asesinos de ETA; la última vez, este pasado martes, a una etarra muerta cuando accionaba una bomba de 30 kilos de amonal, María Teresa Pérez Savater, a la que consideran “un ejemplo de la lucha feminista”. ¿Cómo diablos va a simbolizar esa mayoría Frankenstein a la España plural? Una cosa es la España plural, que existe, que siempre ha existido, y otra cosa es la mayoría Frankenstein, por mucho que disponga de mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

La España Frankenstein solo representa a los nacionalismos e independentismos del País Vasco y de Cataluña, y, por mucho que se persevere en la consigna, esa no es la España plural, que es mucho más diversa. Vascos y catalanes son partes del todo, pero no representan el todo. De hecho, la identificación del pluralismo territorial español con los intereses de independentistas vascos y catalanes es una grave ofensa para la España plural. Nunca la han representado, entre otras cosas porque nunca ha sido esa su aspiración. De modo que, cuando oigamos decir que, al pactar con Bildu y con Esquerra, se está reconociendo el pluralismo de España, habrá que replicar que nada tiene que ver con los intereses de gallegos, castellanos, andaluces o valencianos.

La coalición Frankenstein es un agravante más porque no representan a la España plural

España es plural, pero no es Frankenstein. La coalición Frankenstein es una mayoría parlamentaria que, como tal, goza de plena legitimidad, pero que no se constituya en nombre de aquellos a los que no representa. La diversidad de este país viene de muchos siglos antes de que surgieran los nacionalismos de finales del XIX, que aparecieron por toda Europa y que en España arraigaron fundamentalmente en el País Vasco y en Cataluña. Un inglés que vivió en España hasta el estallido de la Guerra Civil, Gerald Brenan, decía que “España es una miniatura de Europa”. Se pasó 20 años en las Alpujarras de Granada, disfrutando del desconcierto y la brillantez de España, y, cuando regresó a su país forzado por la guerra, escribió un ensayo muy recomendable, El laberinto español. Cojamos un solo párrafo del prólogo: “Lo primero que hay que observar en España es la fuerza del sentimiento regional y municipal. España es el país de la patria chica. Cada pueblo, cada ciudad, es el centro de una intensa vida social y política. Como en los tiempos clásicos, un hombre se caracteriza en primer lugar por su vinculación a su ciudad natal o, dentro de ella, a su familia o grupo social, y solo en segundo lugar a su patria y al Estado. En lo que puede llamarse su situación normal, España es un conjunto de pequeñas repúblicas, hostiles o indiferentes entre sí, agrupadas en una federación de escasa cohesión. (…) Así pues, el principal problema político ha sido siempre el de alcanzar un equilibrio entre un gobierno central eficaz y los imperativos de la autonomía local. En sus mejores épocas, España es un país difícil de gobernar”.

Esa es la España que somos y, en la dificultad de gobernar que apreciaba Gerald Brenan, la coalición Frankenstein es un agravante más porque no representan a la España plural. En esto, volvemos de nuevo a la maldad de Rubalcaba porque, como se decía antes, tiene algo especial, como misterioso. Hay frases en los diálogos de esa novela de Mary Shelley y de las películas que ha inspirado que pueden adaptarse perfectamente a la situación política actual. Es un ejercicio fácil de relación mental al que no hará falta ni ponerle nombres. “¿Alguna vez has pensado en alguien más que no sea en ti mismo?”, le pregunta el monstruo a su creador, Víctor Frankenstein. Y luego añade, afligido: “¿Alguna vez consideraste las consecuencias de tus actos?”. Pues eso.

Hay algo perverso o misterioso en una de las últimas maldades que nos dejó Alfredo Pérez Rubalcaba, su famosa definición de un Gobierno de socialistas, comunistas e independentistas como un “Gobierno Frankenstein”. Cuando pase el tiempo, apreciaremos cómo esa metáfora burlona ha ido expandiendo su significado hasta querer abarcar a la propia España, atropellando otra vez la historia y la realidad, como veremos ahora. La cuestión es que los paralelismos y los juegos retóricos que se pueden construir recurriendo son inagotables. Y es muy llamativo, porque estamos hablando de una maldad que adquirió la categoría de póstuma tres años después, cuando se hizo realidad, y le dio nombre a una etapa política en España que será trascendental.

Pedro Sánchez
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