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Tres patrañas del Estado asimétrico
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Javier Caraballo

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Tres patrañas del Estado asimétrico

Desde el principio del actual modelo de Estado, el único objetivo de nacionalistas catalanes y vascos ha sido profundizar en un Estado asimétrico

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d), y el lendakari, Iñigo Urkullu, en una reunión bilateral en 2021. (EFE/Generalitat de Cataluña)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d), y el lendakari, Iñigo Urkullu, en una reunión bilateral en 2021. (EFE/Generalitat de Cataluña)
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Ya vienen cabalgando las mismas patrañas de siempre, las de la identidad dispersa de España y las de la necesidad de adaptar la realidad institucional a la histórica, que se refleja en los nacionalismos vasco y catalán. Vienen cabalgando otra vez y se suben a las tribunas de los oradores, poseyéndolos como si no existieran otra verdad ni otros problemas en este país. Ocurre como con lo de la España Frankenstein, que ya se comentó aquí, para desmentir esa última perversión del lenguaje político que consiste en identificar la España plural y diversa con los intereses egoístas de los independentistas vascos y catalanes. No, esa no es la España plural, es la España de la mayoría parlamentaria en la que pretende sustentarse el Gobierno de Pedro Sánchez. Y es perfectamente legítimo, que sí, pero que no se nos diga que complaciendo a esas minorías separatistas se da cumplimiento a las ambiciones y necesidades de la España plural.

Al margen de otras exigencias de mucha mayor potencia pirotécnica, como los referéndums de independencia o las infamias de amnistías, el eje central de todas esas embestidas es el empeño de profundizar en las desigualdades y en los privilegios que ya existen. Es decir, lo que en los discursos políticos se envolverá en "la necesidad de avanzar hacia un Estado asimétrico que satisfaga las demandas de vascos y catalanes, por ser las comunidades históricas". No es la primera vez que se oye, obviamente, y con seguridad no será la última. Pero cada vez que surja, habrá que oponerle la realidad que se oculta, el espejo en el que se reflejan las patrañas. Históricas y contemporáneas. Veamos.

Foto: La última Conferencia de Presidentes y Presidentas de Parlamentos Autonómicos, en 2022. (EFE/A. Visómine)

No podemos cansarnos de repetir que la referencia de Cataluña y el País Vasco como territorios históricos solo tiene que ver con la historia de las autonomías en España, las heredadas de la Segunda República. Pero nada más. Pretender, como hacen los nacionalistas, que esa denominación incluya una historia propia y anterior de esos dos territorios, de forma diferenciada o paralela a la construcción de España, es insostenible por falso. Lo más paradójico de esta España descentralizada en que Cataluña y el País Vasco se reclaman como territorios históricos es que, a lo largo de los siglos, han sido los que menos relevancia histórica han tenido, en relación con sus vecinos. Está al alcance de cualquiera, porque se trata simplemente de consultar, por ejemplo, algún mapa de la Edad Media, y verá que aparecen otros reinos, pero ni vascos ni catalanes. Verá que el carácter histórico de la diversidad española es el que ya se refleja en el escudo de España, con la representación de los reinos de Castilla, de León, de Navarra, de Aragón y de Granada. Ni el Señorío de Vizcaya ni los condados catalanes tienen la relevancia histórica de los anteriores. Es una obviedad, sí, pero no nos cansemos de repetirla porque a lo único que ganan los nacionalistas es a jartibles, expresión andaluza que significa "pesadez, que harta, que produce hartura".

Esa es la primera de las patrañas, la histórica. Y el problema es que, constantemente, se pretenda deformar la verdad, con grotescas manipulaciones, para justificar algo que es perfectamente asumible y cierto: que, en el último siglo, han sido los nacionalismos vasco y catalán los que más han luchado por la descentralización y el autogobierno de sus respectivos territorios. En esa pulsión, de hecho, está el origen del Estado autonómico, que es, precisamente, lo único que no querían los nacionalistas de ambas comunidades. Es más, podría decirse que los nacionalistas vascos y catalanes repudian con la misma fuerza un Estado centralista y un Estado autonómico, que nos hace a todos iguales. Por lo tanto, desde el principio del actual modelo de Estado, el único objetivo de nacionalistas catalanes y vascos ha sido profundizar en un Estado asimétrico. Es decir, formalmente, todas las autonomías disponen de autogobierno, con parlamentos e instituciones propias, pero están muy lejos de Cataluña y del País Vasco en competencias transferidas y en recursos disponibles para la financiación de sus políticas propias.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (i), y el lendakari, Iñigo Urkullu. (EFE/Generalitat/Jordi Bedmar) Opinión

En el País Vasco y en Navarra, ya se sabe que disponen de un sistema de financiación propio, gracias al consentimiento de los derechos forales. En Cataluña, es distinto: Jordi Pujol rechazó en su día un modelo similar al vasco porque pensaba que el sistema general de financiación le beneficiaría más. Tampoco es que se equivocase en mucho porque, al margen de los planes de financiación autonómica, que se van renovando aunque llevan estancados desde hace 10 años, Cataluña ha contado siempre con guiños del Estado, gracias al papel de bisagra que ejercen en el Congreso de los Diputados. Como ahora, cuando, abiertamente, se ofrece a la Generalitat la condonación de la deuda de 70.000 millones de euros que debe al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Debe saberse que esa deuda no se genera porque Cataluña sea una comunidad infrafinanciada, de hecho está por encima de la media. El último informe de Fedea, de este mismo mes de agosto, es bastante claro al respecto: las únicas comunidades que reciben menos dinero del que les corresponde son Castilla-La Mancha, Murcia, Valencia y Andalucía.

La asimetría de la España autonómica, por lo tanto, ya existe y, como los independentistas y nacionalistas vascos y catalanes lo saben, lo que se comienza a deslizar ahora es que es necesario dar un paso más. Pero esa es otra patraña, la tercera, porque un paso más nos llevaría a rebasar los límites de la Constitución. Dicho de otra forma, un Estado confederal no es posible en España, más allá de este modelo asimétrico. Pero se promete, con total desahogo o ignorancia, que todo puede ser. Podemos fijarnos en lo que hace unas semanas prometió uno de los socios del Gobierno al que aspira Pedro Sánchez, un joven diputado de Sumar, llamado Lander Martínez. Dijo lo siguiente: “La Constitución nos da un montón de herramientas de descentralización, reconocimiento nacional, competencial y de construcción de un Estado federal o confederal, incluso con carácter asimétrico, que permite bastante margen”. No merece la pena ir más allá para desmontar la patraña porque ahí está la empanada completa: “Un Estado federal o confederal, incluso con carácter asimétrico”. Pues eso.

Ya vienen cabalgando las mismas patrañas de siempre, las de la identidad dispersa de España y las de la necesidad de adaptar la realidad institucional a la histórica, que se refleja en los nacionalismos vasco y catalán. Vienen cabalgando otra vez y se suben a las tribunas de los oradores, poseyéndolos como si no existieran otra verdad ni otros problemas en este país. Ocurre como con lo de la España Frankenstein, que ya se comentó aquí, para desmentir esa última perversión del lenguaje político que consiste en identificar la España plural y diversa con los intereses egoístas de los independentistas vascos y catalanes. No, esa no es la España plural, es la España de la mayoría parlamentaria en la que pretende sustentarse el Gobierno de Pedro Sánchez. Y es perfectamente legítimo, que sí, pero que no se nos diga que complaciendo a esas minorías separatistas se da cumplimiento a las ambiciones y necesidades de la España plural.

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