Es noticia
La gran coalición de nunca jamás
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

La gran coalición de nunca jamás

En España, lo único que está constatado es que aquí se castiga el acuerdo con el adversario, como si se tratara de una traición

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), y el presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al inicio de la reunión. (EFE/Mariscal)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), y el presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al inicio de la reunión. (EFE/Mariscal)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Contaremos una historia antigua, del principio de esta democracia, para que nos lleve al imposible de la conversación de Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. En realidad, no tienen nada que hablar, y no porque no existan asuntos de enorme trascendencia para el interés de los dos líderes, de sus partidos, de España; no tienen nada que hablar porque la política española de hoy está cosida con cordones sanitarios y la sorpresa es que, al menos, se sienten dos que no piensan igual. Qué se podía esperar del encuentro de ayer, si hasta han estado presionando al jefe del Estado por sus intereses en vez de exigir respeto institucional. Un cordial desencuentro, esa es la máxima aspiración en nuestros días para una cita de los líderes del PP y del PSOE.

Por eso, si permiten, vayamos a una historia de los orígenes que, al final, no nos dejará dudas del daño que se inflige a un sistema democrático cuando no se respeta a los adversarios políticos. Cuando lo que se persigue es la destrucción del que piensa distinto. La historia, además, la ha contado hace poco uno de los veteranos del Partido Socialista que, a diferencia de muchos de sus compañeros de entonces, sí apoya sin fisuras al secretario general del PSOE. El socialista fiel a Pedro Sánchez es José María Maravall y la historia que cuenta sucedió cuando el PSOE todavía no había llegado al Gobierno de España por primera vez, con Felipe González a la cabeza.

En los años de la Transición, cuando se tambaleaba, acosado por todos y por todo, el Gobierno del primer presidente democrático, Adolfo Suárez, muchos especularon y conspiraron para buscar fórmulas alternativas a aquel Gobierno. Las conspiraciones llegan hasta el golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981, y los estertores de la Unión de Centro Democrático (UCD), con Calvo Sotelo de presidente. Un año después, en octubre de 1982, el PSOE de Felipe González se impuso de forma abrumadora en las elecciones generales y comenzó ahí un periodo decisivo para la consolidación de la democracia.

Pasados los años, José María Maravall se tropezó en un vuelo a Budapest con Adolfo Suárez y este le pidió que se sentaran juntos, para conversar. En la conversación, surgieron aquellos años difíciles de la democracia española, cuando se buscaban salidas, cualesquiera, para evitar el desastre de una involución. Una de ellas, según confesó Adolfo Suárez, era la de aceptar un Gobierno de coalición con el PSOE, lo cual supondría la aceptación de facto del final de la UCD, al tener que recurrir a los socialistas para que salvaran la situación. Y decía Maravall: "Adolfo Suárez me explicó que Calvo Sotelo le dijo a él que no quería una coalición de gobierno con el Partido Socialista para evitar que los socialistas se desgastaran porque, si la UCD colapsaba, el partido que había de repuesto para gobernar este país y para sostener la democracia española era el PSOE".

Foto: Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez al inicio de la reunión en el Congreso. (EFE/Zipi Aragón)

Es necesario releer esas últimas palabras, la preocupación de Calvo Sotelo entonces no era el destino de la UCD, ni siquiera el suyo propio, sino el adversario político, el PSOE y Felipe González, porque temía que un Gobierno de coalición pudiera quemarlo y era necesario, por el bien de la democracia, que la alternancia estuviera garantizada. Eso es sentido de Estado. Nadie puede saber qué hubiera ocurrido si llega a salir adelante la propuesta, pero está claro que aquella conversación, desvelada ahora por José María Maravall, ha sido lo más cercano que hemos estado de un Gobierno de coalición entre los dos grandes partidos que existen en España, el que aglutina al centro derecha y el que abarca el centro izquierda.

Quizás, incluso, lo que tenía en mente Leopoldo Calvo Sotelo, cuando se negó a esa coalición, es la convicción de que en España no se entienden esas alianzas. En las encuestas, en todas las que se hagan, los españoles dirán que están de acuerdo con que socialistas y populares pacten grandes asuntos de Estado y hasta que gobiernen juntos, pero no es verdad. En España, lo único que está constatado es que aquí se castiga el acuerdo con el adversario, como si se tratara de una traición. No existen razones que justifiquen que el PSOE pueda aceptar un Gobierno del Partido Popular, siempre que pueda impedirlo, ni tampoco al revés; el PP estallaría al instante si consintiera un Gobierno del Partido Socialista, sin intentar derribarlo o deslegitimarlo. Pedro Sánchez se consolidó en el PSOE gracias a su contundente no es no a cualquier entendimiento con el PP. A su vez, los populares atravesaron su peor momento cuando Santiago Abascal los llamaba “derechita cobarde” por ser capaces de entenderse con el PSOE.

Foto: El líder popular, Alberto Núñez Feijóo (2i), conversa con el responsable de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Rodrigo Jiménez)
TE PUEDE INTERESAR
Feijóo posterga la reunión con Abascal y valora citarse antes con otros partidos
Ignacio S. Calleja Alejandro López de Miguel

En esas trincheras se consumen los días y los años, como atrapados en un laberinto infinito. Aquí, como se ha dicho alguna vez, la definición de campaña electoral es "el periodo de tiempo que comienza tras el escrutinio de unas elecciones y finaliza el día de reflexión de la campaña electoral siguiente". Pero ¿es ese nuestro destino? ¿No hay posibilidad de que, algún día, cambien las prioridades y se agoten los enfrentamientos, siquiera por cansancio o extenuación? Los más pesimistas pueden recordar siempre que, ya en el siglo I antes de Cristo, un historiador romano, Pompeyo Trogo, estaba sorprendido por el carácter de los habitantes de esta Península y dejó reflejada su perplejidad en una frase que, a lo largo de los siglos, han repetido otros muchos, con palabras similares: “Los hispanos prefieren la guerra al descanso y si no tienen enemigo exterior lo buscan en casa”.

Los más optimistas, aun conociendo lo anterior, que hagan como esos cientos de intelectuales, empresarios y expolíticos que, cada vez que se presenta una coyuntura como esta, deciden suscribir un comunicado solicitando que PP y PSOE se pongan de acuerdo y alcancen una gran coalición o un gran pacto “donde la diversidad ideológica y el pluralismo no sean obstáculo para entenderse y para pactar políticas fundamentales en interés de todos los españoles y de nuestra propia democracia”, como decía el último, de hace unos días, de la plataforma Consenso y Regeneración. Saben al firmarlo que ni siquiera le prestarán atención, pero no desisten. El socialista José María Maravall reconocía, al contar su memorable anécdota con Adolfo Suárez, que en aquellos primeros años de democracia “hubo, en general, una aportación colectiva que fue bastante importante para conseguir una España más civilizada”. Hoy podemos decirlo, todo se quedó en un intento. La gran coalición es un mantra buenista, un recurso dialéctico. Es la gran coalición de nunca jamás.

Contaremos una historia antigua, del principio de esta democracia, para que nos lleve al imposible de la conversación de Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. En realidad, no tienen nada que hablar, y no porque no existan asuntos de enorme trascendencia para el interés de los dos líderes, de sus partidos, de España; no tienen nada que hablar porque la política española de hoy está cosida con cordones sanitarios y la sorpresa es que, al menos, se sienten dos que no piensan igual. Qué se podía esperar del encuentro de ayer, si hasta han estado presionando al jefe del Estado por sus intereses en vez de exigir respeto institucional. Un cordial desencuentro, esa es la máxima aspiración en nuestros días para una cita de los líderes del PP y del PSOE.

Alberto Núñez Feijóo Pedro Sánchez
El redactor recomienda