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Feijóo se inviste de sí mismo
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Javier Caraballo

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Feijóo se inviste de sí mismo

La mejor prueba de que Núñez Feijóo ha utilizado la sesión de investidura como una falsa moción de censura la encontramos en las reacciones de sus oponentes, especialmente del Partido Socialista y de Sumar

Foto: El presidente del PP y candidato a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
El presidente del PP y candidato a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)
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Solo había una posibilidad de que el presidente del Partido Popular pudiera salir airoso de la sesión de investidura como presidente del Gobierno a la que se somete en el Congreso: afrontarla como una moción de censura. Y Alberto Núñez Feijóo cumplió con ese cometido con un discurso de casi dos horas de duración que, además del contenido, lo fundamental, lo más relevante para su momento político, fue la exposición, el aplomo y la seguridad que llevó hasta la tribuna del Congreso de los Diputados. Lo demás fue más previsible, aunque incluya giros argumentales exitosos y algunos errores absurdos, por evitables, como lo son todos aquellos que se sustentan en los datos. (Otra vez, como le pasó en la campaña electoral, se enreda en inútiles manipulaciones de estadísticas económicas).

Pero el objetivo principal era otro, la recuperación de la imagen de un político experimentado, asentado, que es la característica que más se valora en este dirigente gallego que ayer, por primera vez en su vida, se subía a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados. Cuando llegó a la política nacional, tras el proceso de eyección de Pablo Casado, el Partido Popular estaba en sus mínimos históricos de expectativas electorales, a punto de ser superado por Vox, y envuelto en una espiral de enfrentamientos internos entre dirigentes regionales. La sola llegada de Núñez Feijóo, por esa solidez política que se le presupone, elevó al partido en las encuestas, como ratificarían después las sucesivas elecciones, y zanjó la división interna. En el último tramo de la campaña electoral y en los dos meses transcurridos desde las elecciones generales, todo ese capital comenzó a desvanecerse, a desinflarse, hasta esta sesión de investidura en la que Feijóo ha salido investido de sí mismo. Que nadie desprecie ese mínimo porque en política todo mal comienza con el descrédito y las vainas jocosas entre la ciudadanía.

Foto: Alberto Núñez Feijóo tras su discurso del debate de investidura en el Congreso de los Diputados. (Reuters/Juan Medina)

La mejor prueba de que Alberto Núñez Feijóo ha utilizado la sesión de investidura como una falsa moción de censura, la encontramos en las reacciones de sus oponentes, especialmente del Partido Socialista y de Sumar. Lo que dijeron los portavoces socialistas fue que Feijóo se había dedicado “todo el tiempo” a “criticar a Pedro Sánchez” y que su discurso ha sido “muy triste”. Ya puede observarse el calado político de las dos valoraciones, que es exactamente ninguno. La presidenta, o coordinadora, de Sumar, Yolanda Díaz, censuró, por su lado, que Feijóo acuda a la investidura sin haber conseguido el respaldo necesario para que salga adelante. Y lo dice ella, que, sin tener ningún encargo para formar gobierno, ha decidido acudir a Waterloo para pedirle su apoyo a un fugado de la Justicia española. En fin, que lo relevante es que esas dos naderías demuestran la dificultad que tienen ambos para censurar este discurso de Feijóo por algunos de los motivos habituales, como el apoyo de la extrema derecha y la insolvencia del candidato por sus errores. Que no hayan incidido en esos aspectos, ratifican el acierto de Feijóo en la construcción de su discurso de investidura/moción de censura.

Más allá de todo eso, lo que carece completamente de sentido es censurar a Feijóo por utilizar este debate con ese tono de moción de censura. Se lo reprocharon ayer varios portavoces de la mayoría parlamentaria fiel a Pedro Sánchez, como el portavoz de Bildu, Oskar Matute, que hasta solicitó que “alguien le explique” a Feijóo que no se trata de los mismos debates parlamentarios. En realidad, quien debería reflexionar un poco más sobre técnicas parlamentarias es el diputado vasco, porque no existe diferencia alguna entre una moción de censura que se presenta sin los votos suficientes para que salga adelante y una investidura que tampoco reúne los apoyos suficientes. La única diferencia, de hecho, está a favor de la investidura, porque no nace de la voluntad de ningún candidato, sino de la decisión del jefe del Estado. Por lo demás, la moción de censura tiene un carácter constructivo y, como esta investidura, lo que busca es formar un gobierno distinto al existente.

Fracasar en un debate de investidura no presupone, por lo demás, agotar futuras posibilidades de aspirar a la presidencia del Gobierno. Puede atestiguarlo así el propio Pedro Sánchez, que se enfrentó dos veces a un debate idéntico abocado al fracaso, como ahora Núñez Feijóo, sin que nadie le reprochara, como hace él con el líder del PP, que “nos está haciendo perder el tiempo a todos”. Por respeto al Congreso, al Jefe del Estado y a la propia democracia, debería cuidarse de no repetirlo más en el debate de su adversario. En democracia, no cabe el concepto de “pérdida de tiempo” cuando se trata de confrontar ideas en la sede de la soberanía popular. Eso es propio de dictadores, como aquel tan cercano que le aconsejaba a sus ministros que no se metieran en política. Y como Pedro Sánchez no es un dictador, que no vuelva a repetirlo y que le retire a los suyos el papel con esa consigna que repiten sin saber qué dicen.

Foto: Cuca Gamarra, Alberto Núñez Feijóo y Elías Bendodo llegan al Congreso para el debate de investidura. (Reuters/Juan Medina) Opinión

Como ya se advertía en agosto, daba la sensación de que el líder del PP estaba ausente, como si se hubiera quedado atrapado mentalmente en el balcón de la calle Génova, la sede del PP, dando saltitos inconexos para celebrar la paradoja política de una victoria frustrante, decepcionante. En su primera vez como orador en el Congreso de los Diputados, Alberto Núñez Feijóo dio muestras de haberse quitado las telarañas del “hemos ganado las elecciones” y ha asumido plenamente que tendrá que esperar, se habrá dado cuenta de que las elecciones lo han convertido en el líder de la oposición más poderoso que ha habido en democracia. Nadie en su papel ha contado con una amplia mayoría de gobierno en las comunidades autónomas y en las capitales de provincia, además de una cómoda mayoría absoluta en el Senado.

Si, como recuerdan ahora, el Núñez Feijóo de las cuatro mayorías absolutas surgió de una etapa de oposición implacable (años 2006 a 2009, frente a un gobierno de coalición de Partido Socialista y el BNG en la Xunta de Galicia), en el debate de investidura ha ofrecido la sensación de que está concienciado para volver iniciar el camino. En cuanto ponga orden en su entorno de la ejecutiva nacional del PP, que tantas veces suena a gallinero descontrolado, se habrá consumado esta sesión en la que, como se ha dicho, Feijóo sale investido de sí mismo.

Solo había una posibilidad de que el presidente del Partido Popular pudiera salir airoso de la sesión de investidura como presidente del Gobierno a la que se somete en el Congreso: afrontarla como una moción de censura. Y Alberto Núñez Feijóo cumplió con ese cometido con un discurso de casi dos horas de duración que, además del contenido, lo fundamental, lo más relevante para su momento político, fue la exposición, el aplomo y la seguridad que llevó hasta la tribuna del Congreso de los Diputados. Lo demás fue más previsible, aunque incluya giros argumentales exitosos y algunos errores absurdos, por evitables, como lo son todos aquellos que se sustentan en los datos. (Otra vez, como le pasó en la campaña electoral, se enreda en inútiles manipulaciones de estadísticas económicas).

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