Matacán
Por
Feijóo y Abascal, cordiales enemigos
La primera consecuencia del estilo Feijóo en el Congreso de los Diputados es el que, por el momento, parece un nuevo modelo de relaciones entre el Partido Popular y Vox
El descubrimiento de Alberto Núñez Feijóo como parlamentario lleva aparejada la novedad de las relaciones entre el Partido Popular y Vox: ahora, sus líderes sonríen con la placidez de cordiales enemigos que aguardan el día en el que puedan apuñalarse. Pero sin dejar de sonreír. En el debate en el que Pedro Sánchez decidió enviar al foso a uno de sus gladiadores más necesitados de favor, carente de escrúpulos, por tanto, el tono y las formas del líder del Partido Popular favoreció el contraste a su favor.
Lo del descubrimiento como parlamentario de Feijóo, así en cursiva, obedece a que era la primera vez que el presidente del PP se sentaba en el Congreso de los Diputados y, además, lo hacía con galones de aspirante a la presidencia del Gobierno, lo que le permitía medirse como orador frente a todos sus oponentes en el hemiciclo. Lo conocíamos, obviamente, en mítines, entrevistas, debates televisivos y hasta en las comparecencias del Senado, frente a Pedro Sánchez, pero, salvo para los gallegos, Núñez Feijóo estrenaba su oratoria, mordaz y punzante, para el resto de los españoles. Y para los demás portavoces del Congreso, que tampoco sabían de él como orador.
La primera grieta es el desprecio político y la segunda es el rechazo social que despierta la extrema derecha
La primera consecuencia del estilo Feijóo en el Congreso de los Diputados es el que, por el momento, parece un nuevo modelo de relaciones entre el Partido Popular y Vox. Las relaciones entre estos dos partidos siempre han estado lastradas por dos grietas insoslayables en los cinco años de coexistencia institucional que se cumplen, contando desde la primera vez que los de Vox ocuparon escaños en el Parlamento de Andalucía tras las elecciones de diciembre de 2018. La primera grieta es el desprecio político y la segunda es el rechazo social que despierta la extrema derecha, per se, por su sola existencia, con independencia de los acontecimientos que se produzcan. De modo que vayamos por partes. Lo primero, el desprecio político, está en el origen mismo de la aparición de Vox que, como bien es sabido por sus fundadores, se trata de una escisión del Partido Popular.
El origen del desencuentro está en 2012, cuando un ex dirigente del PP catalán, Aleix Vidal Quadras, promueve una plataforma, Reconversión.es, para instar al Gobierno (entonces, presidido por Mariano Rajoy), a que modificara el modelo territorial. A la iniciativa se unen algunos conocidos como José Antonio Ortega Lara, el secuestro más cruel de ETA, y otros menos relevantes, como Santiago Abascal. La plataforma no llega a reunir ni treinta mil firmas, con lo que tendrá que esperar unos años, hasta que Abascal acierte con el lema definitivo: "el PP es la derechita cobarde". No cabe insistir en esa calificación de desprecio de esa grieta de Vox hacia el Partido Popular. Sobre todo, porque aún se mantiene, latente, cada vez que cobra protagonismo en el Partido Popular uno de sus dirigentes más pegados al centro, incluso lindantes con la socialdemocracia. Al instante, recibirán ataques de dirigentes y voceros que los acusarán de "seres vulgares", "equidistantes" y "acomplejados". Lo era Mariano Rajoy y lo sigue siendo todo el que se le asemeje. No hará falta citar nombres. El caso es que el menosprecio se mantiene, aunque el matiz fundamental de este momento es que no conlleva la crispación frontal y el rechazo de otros tiempos. Un ejemplo del frustrado debate de investidura que nos sirve de referencia. Fue cuando Abascal le pidió a Feijóo que se desprendiera de centrismo, tanto aquí como en Europa: "Le pasa lo mismo que al PP europeo, indeciso entre seguir acercándose a los socialistas o a nosotros", dijo en referencia al grupo que lidera la italiana Giorgia Meloni. Y añadió: “Deben recuperar las raíces y soltar la mano a los socialistas”.
Feijóo pasa por alto ese tipo de insinuaciones, ni siquiera entra al debate, porque lo único que parece rebelarle es las consecuencias que acarrea para las aspiraciones del Partido Popular el rechazo social que levanta Vox, que es la segunda grieta que los separa, como se decía antes. El presidente del PP es de la opinión de que una de las causas del resultado insatisfactorio de las últimas elecciones generales es, precisamente, la alerta que se genera en la sociedad cada vez que algún dirigente de extrema derecha, en algún punto de España, desbarra contra la mujer, contra los inmigrantes o contra los homosexuales. El discurso del miedo a la derecha que fomenta siempre el PSOE, y toda la izquierda, se activa de forma inmediata y eso es lo que ocurrió en las elecciones, amplificado por los pactos generalizados en ayuntamientos y comunidades autónomas. Feijóo piensa, y así lo deslizó en el debate, que el grave problema de Vox es que, con cada salida de tono, termina beneficiando al PSOE. Si a eso se le suma que la división del centroderecha les resta escaños, la consecuencia es el resultado de estas elecciones. Para Feijóo, no hay más explicaciones: sin esos condicionantes, el PP hubiera sacado "190 escaños" en las elecciones. "¿Eso quién se lo ha dicho, la misma casa de encuestas que le pronosticó mayoría absoluta el 23 de julio?", le contestó con ironía Abascal. "No, eso lo dice la Ley D'Hont", replicó Feijóo.
Tiene razón el líder de Vox en que no se puede afirmar, ni mucho menos, que el PP hubiera conseguido 190 escaños, si solo existiera un partido, como hace años. No se puede decir, entre otras cosas, porque es muy probable de dos de cada tres votantes de Vox no tenga intención de votar jamás al Partido Popular. Con lo que la hipótesis no se puede elaborar nunca sumando electorados, sin más. Por el contrario, lo que resulta incontestable es que Vox despierta un rechazo social que no se produce con ninguna otra fuerza política. Y no se trata de enredarse en debates sobre lo justo o lo injusto que pueda parecernos el hecho de que no suceda igual con fuerzas políticas de extrema izquierda… Cada cual tendrá una explicación, pero la cuestión es que ese hecho se produce. La sociedad española de este tiempo es intolerante con esos discursos de extrema derecha y, en cada episodio, se produce un sarpullido incontrolable. Con lo cual, la conclusión a la que podemos llegar es que, ciertamente, esta fase de distensión, de cordial enemistad, es muy positiva para los partidos de la derecha, pero nada de eso evitará que muchos de posibles logros se acaben perdiendo por el sumidero de esa segunda grieta, la del rechazo social que conlleva el solo concepto de la extrema derecha.
El descubrimiento de Alberto Núñez Feijóo como parlamentario lleva aparejada la novedad de las relaciones entre el Partido Popular y Vox: ahora, sus líderes sonríen con la placidez de cordiales enemigos que aguardan el día en el que puedan apuñalarse. Pero sin dejar de sonreír. En el debate en el que Pedro Sánchez decidió enviar al foso a uno de sus gladiadores más necesitados de favor, carente de escrúpulos, por tanto, el tono y las formas del líder del Partido Popular favoreció el contraste a su favor.
- Feijóo y Abascal se citan este martes en el Congreso para abordar la investidura Ana Belén Ramos
- Feijóo y Abascal normalizan su alianza tras 18 meses de altibajos y 145 pactos de gobierno Ana Belén Ramos
- Feijóo posterga la reunión con Abascal y valora citarse antes con otros partidos Ignacio S. Calleja Alejandro López de Miguel