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Una hipótesis favorable a Pedro Sánchez
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Javier Caraballo

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Una hipótesis favorable a Pedro Sánchez

Por mucho que el debate político en España nos empuje siempre hacia la trinchera, conmigo o contra mí, tenemos que dotarnos de una fuerza contraria, igual o superior en intensidad, que nos devuelva a la duda

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (Europa Press/Andrés Rodríguez)
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (Europa Press/Andrés Rodríguez)
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Hay socialistas que dicen, con razón, que hasta que el presidente Pedro Sánchez no presente su ley de amnistía, o como quiera que la llame finalmente, no es prudente elaborar conjeturas, y menos conjeturas apocalípticas, sobre las consecuencias que acarreará. Es verdad, y todos deberíamos contemplar esa posibilidad, porque la duda tiene que formar siempre parte del análisis. Por mucho que el debate político en España nos empuje siempre hacia la trinchera, blanco o negro, conmigo o contra mí, tenemos que dotarnos de una fuerza contraria, igual o superior en intensidad, que nos devuelva a la duda, una de las enseñanzas más antiguas y minusvaloradas. Ya lo vimos tras las últimas elecciones generales, en las que tantos se preguntaban, desconcertados, cómo había sido posible que erraran en sus pronósticos. Sobre todo, muchos que elaboraron vaticinios estadísticos en los que daban por seguro el hundimiento del Partido Socialista y el triunfo holgado del centroderecha, incluso prescindiendo de la extrema derecha. La duda, la duda… Eso es lo que falló estrepitosamente.

Tres meses después, quien no haya aprendido esa lección sobre la política española, quien la ignore, estará abocado a una nueva frustración. De modo que, en el momento político que vivimos, prestemos atención a aquellos socialistas que reclaman prudencia hasta que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, descubra todas sus cartas. “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”, dejó dicho Borges, siguiendo la tradición que ya marcaron los filósofos griegos. Pues eso.

Foto: Pedro Sánchez, en la sede del PSOE. (EFE)

La hipótesis completa de esos dirigentes del PSOE, esta hipótesis favorable al presidente en funciones, surge a partir de una constatación: es verdad que Pedro Sánchez ha cedido ante los independentistas catalanes lo que había prometido que no cedería, pero no es menos cierto que siempre lo ha hecho con un objetivo y dentro de la Constitución. Puede parecernos, al menos a quien suscribe, que no hay mérito alguno en cumplir la ley, y mucho menos si se trata de un presidente del Gobierno, pero aceptemos que, en contra de Pedro Sánchez, se ha asegurado en infinidad de ocasiones que ya había pactado la independencia de Cataluña con Esquerra Republicana, a través de un referéndum de autodeterminación. Y no ha sucedido.

Vayamos a un ejemplo muy claro de cómo actúa el secretario general del PSOE, siguiendo en buena medida la habilidad demostrada por este partido en democracia para alcanzar acuerdos políticos. La mesa de diálogo con el independentismo. La primera vez que se reunió esa mesa estaba de presidente de la Generalitat Quim Torra, felizmente desaparecido de la escena pública hace unos años. En febrero de 2020, acordaron reunirse una vez al mes. Ya entonces se hablaba de “desjudicializar el conflicto político”, de la necesidad de "un relator" que estuviera presente en todos los encuentros y, por supuesto, de la convocatoria de “una consulta legal y consensuada para que los acuerdos sean validados por la ciudadanía de Cataluña”, como remarcaban los independentistas pensando que no otra cosa que el referéndum podía salir de esa mesa. Vino la pandemia y la mesa de negociación cayó en el olvido. Pero tampoco luego, superado el covid-19, cumplió el Gobierno el compromiso de reunirla una vez al mes. No hubo consulta, claro, aunque sí se aprobaron indultos y una reforma del Código Penal, pero nada que no permita la Constitución, por desastroso que nos pueda parecer. Entre tanto, lo que sí ocurrió es que el Partido Socialista ganó en Cataluña las elecciones autonómicas, las municipales y las generales, consecutivamente, muy por delante de los partidos independentistas. Esto es lo que se subraya en la hipótesis favorable: un incumplimiento, sí, “cambios de opinión”, sí, pero dentro de la Constitución y con un objetivo claro, mermar el apoyo electoral del independentismo a favor del PSOE.

Foto: El expresidente catalán, Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)

Ese mismo planteamiento es el que se traslada a la actualidad. Las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez pueden contemplar todas las posibilidades y todas las peticiones, pero luego, en la mesa de negociación, solo podrán salir adelante aquellas que tengan cabida en la Constitución. Exceptuando la extravagante y caótica intervención de Rodríguez Zapatero, todos los análisis que podemos hacer hasta el momento sobre una hipotética ley de amnistía tienen que sustentarse en los términos expuestos por los independentistas, pero nadie del Partido Socialista ha dicho hasta ahora que los comparta. Se limitan a decir, como Pedro Sánchez, que es el tiempo de “superar las consecuencias judiciales de una de las peores crisis territoriales de la democracia”, que están abiertos “a dialogar y a entendernos”, pero no llegan más allá. El PSOE, formalmente, se ha desmarcado hasta de las propuestas de su socia de gobierno, Yolanda Díaz, y su catálogo de amnistías. "Los acuerdos se conocerán cuando se culminen, pues no habrá acuerdo hasta que todo esté acordado", va diciendo Sánchez, como si fuera un trabalenguas de cielo enladrillado.

Lo que sostiene la hipótesis favorable es que el PSOE intentará lograr la investidura de Pedro Sánchez con la promesa de elaborar, durante la legislatura, una ley de amnistía para los independentistas catalanes y el compromiso de estudiar una consulta en Cataluña. A partir de ahí, una vez formado el Gobierno e iniciada la legislatura, con el tempo político ralentizado que marca el PSOE, las negociaciones en el Congreso, y en la mesa, serán las que determinen un acuerdo formal. Los socialistas deben saber, por ejemplo, que no tiene posibilidades de prosperar legalmente una ley de amnistía que incluya un prólogo, como el que exigen los independentistas catalanes, en el que se culpa al Estado español de la “represión ilegal” de la revuelta de octubre d 2017. Ese es el sentido que el PSOE le encuentra a su reiterada afirmación de que la amnistía estará “dentro de la Constitución”. Y en el caso de que no sea así, como ocurrió en la anterior legislatura, el presidente Sánchez sabrá navegar a lo largo de los meses para que todo transcurra de esa forma lampedusiana en la que todo parece cambiar aunque, en el fondo, nada cambie.

Hay socialistas que dicen, con razón, que hasta que el presidente Pedro Sánchez no presente su ley de amnistía, o como quiera que la llame finalmente, no es prudente elaborar conjeturas, y menos conjeturas apocalípticas, sobre las consecuencias que acarreará. Es verdad, y todos deberíamos contemplar esa posibilidad, porque la duda tiene que formar siempre parte del análisis. Por mucho que el debate político en España nos empuje siempre hacia la trinchera, blanco o negro, conmigo o contra mí, tenemos que dotarnos de una fuerza contraria, igual o superior en intensidad, que nos devuelva a la duda, una de las enseñanzas más antiguas y minusvaloradas. Ya lo vimos tras las últimas elecciones generales, en las que tantos se preguntaban, desconcertados, cómo había sido posible que erraran en sus pronósticos. Sobre todo, muchos que elaboraron vaticinios estadísticos en los que daban por seguro el hundimiento del Partido Socialista y el triunfo holgado del centroderecha, incluso prescindiendo de la extrema derecha. La duda, la duda… Eso es lo que falló estrepitosamente.

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