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Esperando a que Sánchez nos engañe
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Javier Caraballo

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Esperando a que Sánchez nos engañe

Sabemos que la historia de la Humanidad es también la historia de grandes engaños. Así esperamos que acabe este delirio obsesivo de Pedro Sánchez

Foto: Manifestación contra la amnistía en Palma de Mallorca. (EP/Tomás Moya)
Manifestación contra la amnistía en Palma de Mallorca. (EP/Tomás Moya)
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Es esta sensación extraña de confiar en que Pedro Sánchez nos engañe a todos. Que todo pase como una broma pesada, el truco de magia de un ilusionista, la taimada estrategia de un astuto farsante. Desde Homero, sabemos que la historia de la Humanidad es también la historia de grandes engaños. Así esperamos que acabe este delirio obsesivo de Pedro Sánchez, como un caballo de Troya con el que nos ha engañado a todos.

Hubo un tipo, a principios del siglo pasado, que consiguió vender dos veces la Torre Eiffel. Era un alemán llamado Víctor Lustig, perfecto clónico de estos días. También convenció a varios empresarios codiciosos de haber fabricado una máquina con la que podrían fabricar dinero de curso legal, todo el que quisieran, sin moverse de su despacho. Logró estafar hasta al propio Al Capone, con su porte señorial, un hombre alto, guapo y elegante. Era de esos tipos que ya convencen con solo verlos llegar, caminando seguros de sí mismos, por un pasillo largo, con una corte de gente alrededor que se agitan como palomitas alrededor de una bombilla.

Esa sensación es la que volvemos a tener ahora, al cabo de esta semana, de estos días, en los que Pedro Sánchez ha cerrado acuerdos con todos para que lo invistan otra vez como presidente del Gobierno de España. Todos salen satisfechos, sonrientes, para la foto. Independentistas catalanes, nacionalistas vascos y canarios, comunistas, abertzales, tradicionalistas y antisistemas. Sujetan un papel con la yema de dos dedos y lo muestran a la cámara. ¡Flahs! Ahí está la prueba fehaciente, la que demuestra que el líder del PSOE les ha concedido todo lo que pedían. Aunque todos sepamos que no cuadran las cifras y que lo prometido no cabe en las leyes. ¡Cuánto se parece todo esto a las grandes estafas de la historia en las que nada acaba siendo real! Así como Víctor Lustig vendió dos veces la Torre Eiffel, el presidente Sánchez vende referéndums de independencia, amnistías de barra libre y transferencias de dinero, mucho dinero, con una máquina de fabricar billetes de euros.

"Luces largas". Ya nos lo susurran los propios dirigentes del PSOE en las informaciones que van filtrando. "Tranquilos, que una cosa es la que se firma y otra lo que vaya a pasar". Lo importante, vienen a decir, es que Pedro Sánchez va a salir investido presidente del Gobierno por otros cuatro años con una mayoría parlamentaria extraordinaria, el prodigio insólito de quien se sobrepone a todo, aquel al que no le influyen ni siquiera las derrotas electorales en una democracia. Nada lo frena porque siempre sobrevive.

Que la política tiene que ser otra cosa que la conllevancia orteguiana en la que se ha convertido todo en España

Las declaraciones de reconocimiento nacional no suponen nada, en realidad; el acoso a los jueces no existe, que nadie se asuste por el lawfare, la guerra contra el Poder Judicial, porque solo son palabras en un papel; de las transferencias, todas, ya hablaremos y del referéndum de independencia, que nadie se preocupe porque no es constitucional, nunca pasará, con un simulacro bastará. ¿Es eso entonces? Porque si ha sido la estrategia, si todo ha consistido en eso, que es lo que nos quieren hacer pensar ahora, la pregunta que le sigue, la que debemos hacernos todos, es qué podemos esperar de nosotros mismos, si lo que nos consuela es que nos hayan engañado a todos.

Que la política tiene que ser otra cosa que la conllevancia orteguiana en la que se ha convertido todo en España. Entre engaños y decepciones, entre populismos y corrupciones, ya estamos en la tercera década del siglo XXI sin que hayamos avanzado nada desde que comenzó el milenio. La misma renta per cápita desde 2003. Estancados y entretenidos con nuestras cosas. Hace veinte años, la brecha con la media europea era del dos por ciento y, ahora, pasado este tiempo, la renta española está un quince por ciento por debajo de la Unión Europea. Pertenecer a un club privilegiado de socios y empobrecerse de forma vertiginosa supone un balance aterrador. Desde 2007, los efectos devastadores de las crisis económicas, sociales, financieras y sanitarias se van acumulando, como un suelo de barro del que es imposible salir, y la salida española ha sido la de añadirle nuevos problemas, más sonados y pasionales, que consiguen borrar del todo la realidad. El empobrecimiento, el progreso, es menos urgente de la identidad amenazada por traiciones chulescas. La angustia de ser se supera con la pasión de lo que somos.

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)

Sí, esa es la extraña sensación de este momento, como una mezcla de incredulidad y de perplejidad. Como si todos estuviésemos hipnotizados por ese prestidigitador capaz de mantener bailando ocho o diez platos a la vez. España se divide hoy entre quienes piensa que Pedro Sánchez nos está engañando a todos y los que temen que Pedro Sánchez nos ha traicionado a todos. Abogados, académicos, jueces y magistrados, inspectores de Hacienda, empresarios, policías, diplomáticos, guardias civiles, catedráticos, fiscales… Todos han firmado, espantados, comunicados de protesta contra este ataque irresponsable contra los pilares de una democracia. El desmantelamiento de la seguridad entre españoles, de la igualdad, de la separación de Poderes.

El fin del Estado de Derecho, si lo que se ha escrito y comprometido acaba cumpliéndose. Y del PSOE, ni hablemos, porque ya ha firmado la sentencia de su propia indignidad. Pero ¿es así, o nos están engañando a todos? Yo me fijo en mis colegas más preciados, que ven desde lejos, que también se frotan los ojos, aunque compartan la misma incertidumbre. Marta García Aller lo ha visto todo como un sapo, grande y confuso, pero venenoso para quien se lo acabe tragando. Y Martí Blanch piensa que el fugado Puigdemont es el que se ha conformado con cuatro páginas de verborrea porque todo lo demás se queda flotando en el aire, el referéndum de independencia, la transferencia de todos los impuestos y la lluvia de millones. La amnistía es el acuerdo, pero ya veremos qué resulta de todo eso cuando atraviese el desfiladero de recursos, vetos e impugnaciones de la justicia española y europea. Es lo que Sergio del Molino ha resumido en un refrán antiguo: Ya veremos, dijo el ciego y nunca vio. En esas andamos, ni siquiera conscientes, los más optimistas, de que a lo que estamos esperando es que, esta vez, no sea a nosotros a quien engañe Pedro Sánchez.

Es esta sensación extraña de confiar en que Pedro Sánchez nos engañe a todos. Que todo pase como una broma pesada, el truco de magia de un ilusionista, la taimada estrategia de un astuto farsante. Desde Homero, sabemos que la historia de la Humanidad es también la historia de grandes engaños. Así esperamos que acabe este delirio obsesivo de Pedro Sánchez, como un caballo de Troya con el que nos ha engañado a todos.

Pedro Sánchez
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