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Cuando el PSOE se cree sus mentiras
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Javier Caraballo

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Cuando el PSOE se cree sus mentiras

En política, la mentira tiene un recorrido repetido, con diferentes estaciones. Lo peor se alcanza cuando el embustero se acaba creyendo sus propios engaños

Foto: El portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López. (Europa Press/Carlos Luján)
El portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López. (Europa Press/Carlos Luján)
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Patxi López, ecce homo del sanchismo, portavoz parlamentario del PSOE, manantial exuberante de banalidad, ha mostrado su perplejidad ante la amenaza de los diputados independentistas de no votar a favor de los primeros decretos leyes del Gobierno de Pedro Sánchez: “No es comprensible que hayan dado su apoyo a un Gobierno progresista y después, cuando llegan las medidas progresistas, no las apoyen”. Dice el hombre estas cosas, “no es comprensible”, y esas expresiones descolocan tanto, nos desconciertan de tal forma, que casi aflora un sentimiento de ternura, o de compasión, por la candidez aparente o la simple bobería.

En política, vamos a ver, la mentira tiene un recorrido repetido, con diferentes estaciones. Las vamos a recorrer, pero ya podemos anticipar que lo peor se alcanza cuando el embustero se acaba creyendo sus propios engaños. Entonces, ya estamos ante un fenómeno claro de patología política. Y eso es lo que ocurre, lo que se suscita, al oír ese lamento del portavoz Patxi, "no es comprensible…". ¿Pero cómo no va a ser comprensible, alma de cántaro, que los independentistas no apoyen medidas progresistas si el progresismo, como la solidaridad o la igualdad entre los españoles, es lo que menos les importa? En fin. Las tres estaciones de la mentira en política. Vamos a eso primero.

El primer paso es mentir y aprender a hacerlo sin mover un músculo de la cara, con absoluta profesionalidad. Sin rubores ni medianías; a mayor mentira, más contundente será la rotundidad. “Es radicalmente falso que la amnistía se hiciera para posibilitar la investidura”, como dijo María Jesús Montero, la number two. No se puede dudar, firmeza y convicción: no basta con decir que es falso, sino "radicalmente falso". Superada esa primera estación, la segunda consiste en convencer al personal, para ello es imprescindible poner en marcha toda una maquinaria de repetición de falsedades hasta convertirlas en verdaderas a oídos de la gente. La famosa, y certera, idea de Goebbels de que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, ha sido analizada en numerosos estudios sociológicos, que comenzaron en los años setenta del siglo pasado. En la época de las fake news ya no hacen falta más estudios para demostrarlo, pero, en todo caso, la conclusión es que se trata de una especie de trampa del cerebro en la que caemos, sin posibilidad de ver más allá. Como cuando nos preguntan “¿cuántas parejas de animales llevaba Moisés en el arca?”, y nos ponemos a especular con el número, sin caer en que no fue Moisés el que se vio atrapado por el diluvio, sino Noé. Pues una simpleza como esa.

La tercera estación es la más peligrosa para el político, porque se trata de una fase en la que él mismo acaba creyéndose sus mentiras. Es como una de esas fábulas en las que el mentiroso termina enredado y víctima de sus propios engaños. De la misma forma, es posible que muchos socialistas, no solo Patxi López, hayan llegado a creerse realmente que sus socios de esta legislatura son socios progresistas y que sus intereses no son otros que los que hacer avanzar España por una senda de progreso. Y mira que lo han repetido veces en la tribuna del Congreso. En la misma investidura, la portavoz del fugado, Míriam Nogueras, lo dijo claramente en la tribuna, mientras los portavoces socialistas destacaban, inútilmente, la importancia de que una mayoría progresista hubiera parado a las derechas. “Con nosotros, no intente tentar la suerte —le dijo la independentista a Pedro Sánchez—. La cuestión no está en si España tiene un Gobierno más o menos progresista, sino en el conflicto histórico entre dos naciones”. Antes de eso, también dejó claro que no participan de ninguna coalición parlamentaria en torno al PSOE, que van a lo suyo. “No formamos parte de ningún bloque español”, dijo la tal Nogueras. ¿Progresismo? No, independencia. Y nadie, salvo el PSOE, ha dicho lo contrario. Lo grave de ahora es que parece que se lo han acabado creyendo.

Foto: Imagen: Pixabay/memyselfaneye. Opinión

Ya está dicho en otras ocasiones que uno de los grandes misterios de la humanidad está en el momento en que la Internacional socialista incorporó a sus filas al nacionalismo más reaccionario que pueda existir. El abogado Guillermo del Valle, conocido estos días por ser el líder de un nuevo partido socialdemócrata, Izquierda Española, tiene un libro ( La izquierda traicionada, editorial Península) en el que desciende a ese pozo de misterio. “En España, primero se hizo compatible ser de izquierda y nacionalista. Después, se hizo obligatorio”, destaca en el libro, con una frase de Antonio Muñoz Molina. En su análisis, Guillermo del Valle subraya, convenientemente, la conexión que existe entre el carlismo y los nacionalismos españoles, vasco y catalán, lo que él denomina el "neo carlismo reaccionario". Dice así: “El carlismo, la derecha más genuina de todas, pues se opone a la conformación del Estado liberal moderno, siempre fue partidario de la descentralización del poder político. Si reflexionamos sobre ello, llegaremos a la conclusión de que se trataba de una apuesta irrefutablemente coherente: frente a la codificación moderna, a unas leyes comunes para el conjunto del Estado y a la igualación de corte jacobino dentro de una comunidad política donde empezaba a cristalizar la idea de ciudadanía, se defendía la vieja relación feudal que permitía mantener todo un crisol de tradiciones, costumbres, reglas y lenguas de esfera privada”.

A ese neo carlismo reaccionario se ha abrazado el líder del PSOE, Pedro Sánchez, desde el momento en que concluyó que era la estrategia más eficaz para mantenerse en el Gobierno aunque perdiera las elecciones. Lo ha conseguido, de eso no cabe duda. Y, como siempre conviene matizar, ya veremos en qué acaba esa aventura disparatada, cuando vayamos conociendo lo que depara para cada una de esas formaciones en las próximas elecciones que se celebren. La estrategia final del PSOE, la mejor intencionada, es arrebatar la hegemonía a los nacionalistas en sus propios territorios. Puede que así sea, aunque una vez más debemos advertir del enorme coste que tendrá el sometimiento del PSOE, sobre todo el desgaste que tiene que ver con la solidez de la democracia española, que es el que más nos importa. Pero, bueno, pensando solo en la recomposición ideológica del Partido Socialista, la idea de superar este momento Patxi produce vértigo. Eso sí que no es comprensible.

Patxi López, ecce homo del sanchismo, portavoz parlamentario del PSOE, manantial exuberante de banalidad, ha mostrado su perplejidad ante la amenaza de los diputados independentistas de no votar a favor de los primeros decretos leyes del Gobierno de Pedro Sánchez: “No es comprensible que hayan dado su apoyo a un Gobierno progresista y después, cuando llegan las medidas progresistas, no las apoyen”. Dice el hombre estas cosas, “no es comprensible”, y esas expresiones descolocan tanto, nos desconciertan de tal forma, que casi aflora un sentimiento de ternura, o de compasión, por la candidez aparente o la simple bobería.

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