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El 'Papa comunista' y la otra mejilla de Ucrania
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Javier Caraballo

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El 'Papa comunista' y la otra mejilla de Ucrania

Si ahora el papa Francisco le pide a Ucrania que levante la bandera blanca ante Rusia, ¿debemos entender que está actuando conforme a los Evangelios o que su progresismo le lleva a disculpar la invasión de Putin?

Foto: El papa Francisco saluda a los fieles durante su audiencia general en la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano. (EFE/EPA/Alessandro di Meo)
El papa Francisco saluda a los fieles durante su audiencia general en la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano. (EFE/EPA/Alessandro di Meo)
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Una bandera blanca nos lleva desde Ucrania al monte del Calvario, fuera de las murallas de Jerusalén, hace más de dos mil años. La religión más importante de todos los tiempos, el cristianismo, se construyó a partir de un hombre salvajemente torturado, clavado en la cruz de pies y manos, que, antes de expirar, miró al cielo y pidió perdón para quienes lo estaban asesinando, entre burlas y escupitajos. Era el mismo hombre que, en el Sermón de la Montaña, le pidió a sus seguidores que amaran a sus enemigos, que siempre estuvieran dispuestos a poner la otra mejilla si recibían una bofetada. Si ahora el papa Francisco le pide a Ucrania que levante la bandera blanca ante Rusia, ¿debemos entender que está actuando conforme a los Evangelios o que su progresismo le lleva a disculpar la invasión de Vladímir Putin? ¿Qué es poner la otra mejilla?

En plena semana de Pasión y muerte de Jesucristo, con la imagen del Cristo de la Expiración recorriendo muchas ciudades españolas, conviene volver sobre los pasos de esa polémica en la que, de nuevo, se ha visto envuelto el papa Francisco. No es la primera vez que ocurre y siempre se le reprocha, por igual, su visión progresista, excesivamente escorada hacia los movimientos populistas de izquierda; mientras que otros lo critican por lo contrario, por su falta de determinación para ‘modernizar’ el pensamiento de la Iglesia sobre algunos preceptos arcaicos, sobre todo aquellos que tienen que ver con la sexualidad y la realidad cambiante de las estructuras sociales; desde el aborto hasta los matrimonios de homosexuales.

Cuando Jesucristo le pide a sus discípulos que, cuando los ofendan, pongan la otra mejilla, tiene que ver, según se razona en diversas interpretaciones teológicas, con una ley anterior, que figura en el Antiguo Testamento, la ‘ley del Talión’: “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”. En contra de lo que se interpreta en la actualidad, el sentido histórico de la ‘ley del Talión’ no es el de fomentar la venganza, descarnada y contundente, sino que se considera como una de las primeras leyes de la humanidad que clamaba por la proporcionalidad en el castigo, o ante la ofensa. Ojo por ojo… En todo caso, Jesucristo, que también había enseñado a sus seguidores que tenían que amar a sus enemigos (“Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen”), se rebela contra la ‘ley del Talión’ y, en coherencia con lo que predicaba, pide poner la otra mejilla. ¿Es eso lo que dijo el papa Bergoglio sobre la invasión de Ucrania? Vayamos a la literalidad de lo dicho.

Lo que le preguntaron al papa Francisco en la entrevista de la Radio Televisión Suiza, que se emitió el pasado 20 de marzo, fue lo siguiente: “En Ucrania hay quienes piden el coraje de la rendición, de la bandera blanca. Pero otros dicen que esto legitimaría a los más fuertes. ¿Usted qué opina?” Y el Papa responde: “Creo que son más fuertes quienes ven la situación, quienes piensan en el pueblo, quienes tienen el coraje de izar la bandera blanca y negociar. Y hoy se puede negociar con la ayuda de las potencias internacionales (…) La palabra negociar es una palabra valiente. Cuando ves que estás derrotado, que las cosas no van bien, necesitas tener el coraje de negociar. Te da vergüenza, pero ¿con cuántas muertes terminará? Negociar a tiempo, buscar algún país que actúe como mediador. Hoy, por ejemplo, en la guerra de Ucrania, hay muchos que quieren actuar como mediadores. No tengan vergüenza de negociar antes de que las cosas empeoren”.

Foto: El papa Francisco saluda desde el balcón de la basílica de San Pedro. (EFE)

Si nos atenemos a la literalidad de los Evangelios, es justo reconocer, por lo tanto, que la posición del papa Francisco obedece a las enseñanzas de Cristo, aquel que pedía que se perdonase a quienes lo clavaron en la cruz. De hecho, ni siquiera se puede decir que se trate de una posición nueva de Bergoglio, porque él mismo se ha ofrecido como mediador y hasta envió una comisión vaticana para intentar que rusos y ucranianos llegasen a un acuerdo. Y tampoco es novedad en la Iglesia Católica que se condenen todas las guerras. Lo que ocurre con Francisco, como se decía antes, es que al Papa siempre lo han acusado de alentar los movimientos populistas de izquierda, incluso de izquierda radical.

Ahí está la devoción que despierta en la vicepresidenta Yolanda Díaz, cuya única militancia ha sido la del Partido Comunista. Dos veces ha acudido a visitarlo y, en cada una de ellas, ha surgido una conexión indisimulada. “¿Sigues tan peleadora como siempre?”, le preguntó el Pontífice a la líder de Sumar en su última reunión, el mes pasado. “Francisco es el mejor embajador del trabajo decente del mundo”, dijo la vicepresidenta tras la reunión. La conexión, personal o política, existe. Por lo tanto, aunque el papa Francisco siempre se ha defendido diciendo que él se limita a obedecer las enseñanzas de Jesucristo. No soy comunista, como dicen algunos; el Papa sigue el Evangelio”, como le dijo hace unos meses a la agencia de noticias argentina Télam.

La cuestión es preguntarnos si el Papa puede pensar que el conflicto de Ucrania se podría arreglar ofreciéndole a Putin la otra mejilla

Ciertamente, de acuerdo a los Evangelios, nadie podría reprocharle al papa Francisco otra cosa distinta a que, en efecto, lo que predicaba Jesucristo, incluso en la misma cruz, era el perdón de quienes lo estaban asesinando y el amor a los enemigos. Pero la cuestión, más allá de la literalidad teológica, radica en preguntarnos si, de verdad, el papa Francisco puede pensar que el conflicto de Ucrania se podría arreglar ofreciéndole a Putin la otra mejilla. Un sátrapa codicioso y sanguinario solo entiende una bandera blanca, la del ‘cheque en blanco’ de impunidad para aumentar sus agresiones. Nadie ha podido rebatir la máxima latina que el pacifismo de la actualidad desprecia, inconsciente: “si vis pacem, para bellum”. Si quieres la paz, prepárate para la guerra. La bandera blanca la tienen que alzar siempre los agresores, no los agredidos; la bandera blanca es el símbolo de la paz cuando son derrotados aquellos que quieren subvertir la libertad, la convivencia y el respeto a los demás.

Jesucristo, en efecto, predicó ante sus discípulos pidiéndole que pusieran la otra mejilla, pero esa cita evangélica la deberíamos acompañar siempre de otra, referida a estos días de Pasión y Muerte que celebramos con la Semana Santa. Sucedió en la casa de Anás, suegro de Caifás, sumo sacerdote judío que ordenó la detención de Jesús. Buscaban la inculpación de Jesucristo en la rebelión de la que lo acusaban y el Señor les contestaba con desapego: “¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho”. Al oírlo, uno de los soldados le propinó una bofetada al Nazareno, para exigirle que hablara con respeto: “¿Así le respondes al sumo sacerdote?”. Jesucristo no puso la otra mejilla en ese momento, sino que pidió explicaciones: “Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?”. Sí. Ucrania ha actuado mal, que se diga en qué ha provocado esta guerra, pero si no ha sido así, que se le exija a Putin que sean él quien alce la bandera blanca y restituya la paz que ha manchado con la sangre de miles de inocentes.

Una bandera blanca nos lleva desde Ucrania al monte del Calvario, fuera de las murallas de Jerusalén, hace más de dos mil años. La religión más importante de todos los tiempos, el cristianismo, se construyó a partir de un hombre salvajemente torturado, clavado en la cruz de pies y manos, que, antes de expirar, miró al cielo y pidió perdón para quienes lo estaban asesinando, entre burlas y escupitajos. Era el mismo hombre que, en el Sermón de la Montaña, le pidió a sus seguidores que amaran a sus enemigos, que siempre estuvieran dispuestos a poner la otra mejilla si recibían una bofetada. Si ahora el papa Francisco le pide a Ucrania que levante la bandera blanca ante Rusia, ¿debemos entender que está actuando conforme a los Evangelios o que su progresismo le lleva a disculpar la invasión de Vladímir Putin? ¿Qué es poner la otra mejilla?

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