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Los comparsas de la mentira enamorada
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Javier Caraballo

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Los comparsas de la mentira enamorada

Desde los sindicatos hasta los periodistas, pasando por el más glorioso de todos ellos, Pedro Almodóvar, como abanderado plañidero de todos los artistas, todos aquellos que hacen de comparsas han sido abocados al patetismo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Complejo de la Moncloa. (Europa Press/Moncloa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Complejo de la Moncloa. (Europa Press/Moncloa)
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Comparsas, no pasan de ahí. Todos quedan retratados estos días por una de las definiciones más precisas del diccionario de la Real Academia cuando dice de ellos que participan en una representación teatral como figurantes, meros acompañantes que ocupan un puesto secundario, sin protagonismo ni criterio. Se limitan a estar, frecuentemente exponiéndose a la burla y la mofa del público que sigue la función.

En toda la aparatosa y ridícula escenificación de un hombre dolorido, abocado a la dimisión por el amor a su esposa, solo ha existido un gesto de sinceridad subliminal: la encuesta del CIS, realizada en paralelo a la ‘operación corazón roto’ para medir lo que se pretendía, el impacto en la sociedad. Nada debemos creernos de esa encuesta, cuyas preguntas debieron redactarse al mismo tiempo que la famosa carta, pero nos deja la prueba del único objetivo de esta farsa. De ahí, el patetismo al que han sido abocados todos aquellos que hacen de comparsas, desde los sindicatos hasta los periodistas, pasando por el más glorioso de todos ellos, Pedro Almodóvar, como abanderado plañidero de todos los artistas. Por ello, como son grupos concretos, lo que se impone es un inventariado, con su correspondiente catalogación.

Son comparsa los sindicatos, y conviene situarlos al principio porque acaban de protagonizar el Primero de Mayo más artificial de toda la serie histórica. El personal, como queda claro en cualquier encuesta seria que se realice, nunca ha visto la democracia en peligro en estos días, siempre ha pensado que se trata de una estrategia política del líder del PSOE y, por encima de todo, sus preocupaciones son mucho más apremiantes y cotidianas. España, y en esto tiene razón el Gobierno, es el país que más está creciendo de la Unión Europea, después de haber sido el que más cayó en la pandemia, pero ese liderazgo en el crecimiento no presupone la calidad de los empleos que se crean.

La precariedad laboral es cada vez mayor y ha sido con un Gobierno de izquierda y extrema izquierda, como el actual, cuando se ha aprobado la regulación que más abarata el despido. Los trabajadores españoles llevan casi dos décadas perdiendo poder adquisitivo y los jóvenes, con tasas de paro desorbitadas, lo sufren más que ninguna otra capa de la sociedad. Cada vez se emancipan más tarde, por la sencilla razón de que para que un joven, con trabajo, pueda alquilar una vivienda, tendría que dedicar el 93% de su salario, según el propio Consejo de la Juventud. ¿Y vienen UGT y CCOO a decirles a los trabajadores que el problema de España es que este país necesita más y mejor democracia y, por ello, hay que decir basta y pedir decencia democrática? No, la clase trabajadora no se suma a esa comparsa de un Primero de Mayo de apoyo a los intereses políticos exclusivos del presidente del Gobierno.

Foto: Una persona sujeta un cartel durante la concentración en la calle de Ferraz en apoyo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/A. Pérez Meca) Opinión

Son comparsa los socios del Gobierno, y lo más llamativo es la contradicción de querer soplar y sorber al mismo tiempo. Muchos de ellos han denunciado públicamente la campaña política encubierta que estaba desplegando Pedro Sánchez, con un exclusivo interés electoral, pero, con posterioridad, han sido también quienes más decididos se han sumado a la marejada de ofensas y de acoso contra la prensa independiente y contra el Poder Judicial. Podría explicarse que la líder de Sumar y vicepresidenta, Yolanda Díaz, se vea obligada a comportarse como otros ministros socialistas (aunque hay varios que se han apartado discretamente para no participar del bochorno), porque su propia supervivencia política depende de la duración de este Gobierno de coalición. La misma consideración se puede extender para la ministra de Sumar, Mónica García, y para su líder, Íñigo Errejón, sobre todo ahora que lo han ascendido a portavoz, porque van en el mismo pack de intereses.

Pero, ¿y los socios parlamentarios? Desde el PNV hasta Podemos, pasando por los independentistas, han descalificado la operación por la “ridiculez” del dramatismo impostado. También han señalado que el objetivo burdo que buscaba Sánchez era la movilización del electorado socialista para las dos próximas elecciones, las catalanas y las europeas de junio. Dicen todo eso pero, a pesar de ello, no reprueban al presidente del Gobierno en nada. Saben lo que ha ocurrido, temen que la movilización socialista pueda afectarles a ellos en sus expectativas electorales, pero acaban aplaudiendo a quien se burla de su lealtad. Absurdo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), durante la entrevista que concedió a Televisión Española. (EFE/RTVE) Opinión
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Son comparsa los periodistas, y esta sí que es grande, que se prestan a escribir crónicas y artículos en los que asumen como cierta, y se lamentan por ello, la caricatura de un líder decidido a dejarlo todo por amor a su esposa. Tan serviles se muestran que, por insólito que parezca, desacreditan su propio oficio cuando repiten, una y otra vez, que todo se reduce “a tres recortes de prensa”, en referencia a las informaciones de El Confidencial sobre el comportamiento temerario de la mujer de Pedro Sánchez en su actividad laboral privada. Pues nada, a seguir con el aplauso… Por lo demás, por mucho que se repita, en España la libertad de prensa y el derecho a informar es un mandato constitucional y, en la misma Constitución, ya se establecen los límites que existen como el derecho al honor, a la intimidad, personal y familiar, y a la propia imagen.

Todo eso está en la Constitución de 1978 y regulado en las Cortes desde los primeros años 80. Así que no hace falta ningún adalid de lo que existe desde hace medio siglo. Tampoco en lo referente a la transparencia de los accionistas de los medios de comunicación porque, como ha aclarado mi compañero Víctor Romero, esa regulación ya está aprobada en la Unión Europea y será de obligado cumplimiento en España en un par de meses. Es más, por lo que tendría que estar preocupado el Gobierno y los periodistas que hacen de clac es de que se publiquen las ayudas oficiales que reciben algunos medios de comunicación.

Son comparsa, finalmente, los artistas, pobres de ellos, porque la estrategia cambiante de Pedro Sánchez los está haciendo resbalar en sus comunicados de apoyo. Como Sánchez cambia tanto, y de forma tan brusca, van descompasados en sus apoyos. Es una pena que haya pasado desapercibido lo ocurrido hace una semana, cuando Pedro Sánchez hizo pública su carta de amor en la que anunciaba su posible marcha. La noticia acaparó tanto espacio en los medios de comunicación, que nadie le prestó atención al manifiesto de apoyo que los artistas habían preparado para apoyar al presidente en su ofensiva internacional a favor de Palestina. Lógico, a Pedro Sánchez le da tiempo a cambiar de opinión, de tema y de preocupación varias veces a la semana, pero ese ritmo es incompatible con la redacción y firmas de manifiestos en el momento oportuno.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Complejo de la Moncloa. (Europa Press/Moncloa) Opinión

Pedro Sánchez los descoloca siempre y se quedan, ahí, en medio del escenario de un teatro que ya se ha quedado vacío, en su triste papel de comparsa. Por eso, nada mejor que cerrar el catálogo de comparsas con un párrafo de la carta doliente de Pedro Almodóvar: “No existe ser humano que resista lo que el más resistente de nuestros presidentes. Al leer su carta, me puse a llorar como un niño. Pedro Sánchez tiene derecho a irse y abandonarnos a nuestra suerte. No nos lo merecemos”. Pues nada, eso. Chimpún.

Comparsas, no pasan de ahí. Todos quedan retratados estos días por una de las definiciones más precisas del diccionario de la Real Academia cuando dice de ellos que participan en una representación teatral como figurantes, meros acompañantes que ocupan un puesto secundario, sin protagonismo ni criterio. Se limitan a estar, frecuentemente exponiéndose a la burla y la mofa del público que sigue la función.

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