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El apestado y la protegida de Sánchez
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Javier Caraballo

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El apestado y la protegida de Sánchez

¿Qué es lo que valora Pedro Sánchez para condenar a una persona, sin temblarle el pulso, o para declararla inocente y estar dispuesto a sacrificar su propia vida política para defenderla?

Foto: El exministro de Transportes José Luis Ábalos comparece durante la comisión de investigación. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
El exministro de Transportes José Luis Ábalos comparece durante la comisión de investigación. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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Pedro Sánchez, su dedo pulgar, es el que ha establecido la diferencia de culpabilidad entre Begoña Gómez, su mujer, y José Luis Ábalos, su antiguo ‘número dos’. Antes de que nada se investigue, una es inocente y el otro es culpable. Juicio sumarísimo decidido por el criterio exclusivo del líder socialista; aquí no interviene ni la justicia ordinaria ni la justicia reglamentaria del Partido Socialista. Apestado y protegida, frente a frente. Por eso es tan interesante la comparación de ambos casos, por el comportamiento, diametralmente distinto del líder socialista. ¿Qué es lo que valora Pedro Sánchez para condenar a una persona, sin temblarle el pulso, o para declararla inocente y estar dispuesto a sacrificar su propia vida política para defenderla? En los dos casos, lo que podemos observar es que el dirigente socialista baraja el criterio de ejemplaridad, pero esta invocación no esclarece nada porque la única justificación que se añade es subjetiva: es ejemplar aquello que decide Pedro Sánchez que es ejemplar. De modo que, para profundizar en la comparación, lo mejor es repasar brevemente cada situación.

José Luis Ábalos, como se decía, se vio involucrado por un proceso judicial en el que detuvieron a su antiguo asistente, el famoso Koldo García, y a una veintena de personas más. Al exministro, sin embargo, ni siquiera lo han llamado como testigo. Eso no quiere decir que no existan sospechas sobre su comportamiento o que el juez no vaya a citarlo como investigado en los próximos meses. En el caso de Begoña Gómez, ocurre lo mismo: no está implicada como investigada en ningún proceso judicial. Es verdad que existe una denuncia contra ella, directamente, y que un juez ha abierto diligencias previas, pero el resultado puede ser, perfectamente, el archivo del caso. O lo contrario, ya se verá. Pero, formalmente, su situación jurídica es igual que la de Ábalos, con independencia de la mayor gravedad del caso Koldo, aunque también puede acabar con un rosario de absoluciones -no sería la primera vez- o, con la exculpación del antiguo asesor del exministro.

Como tenemos la experiencia de procesos anteriores, como el de los ERE, es posible que no se haya dictado orden de detención contra José Luis Ábalos porque, por su condición de aforado como diputado del Congreso, el juez de la Audiencia Nacional ha optado por tomar esa decisión al final de la investigación para no paralizar la causa, ni desgajarla, al tener que remitirla al Tribunal Supremo. Nada varía la realidad judicial que se expone: Ábalos no está afectado penalmente por ningún proceso judicial. Esta cuestión es importante porque lo que dictan las normas internas del PSOE es muy preciso al respecto.

Según el Código Ético y de Conducta del PSOE, artículo 5.9, ‘Actuación en caso de procesos judiciales’, cuando un cargo público resulta implicado, como investigado, en una investigación judicial “deberá solicitar la baja voluntaria como afiliado/a y dimitir de su cargo cuando se decrete la apertura de juicio oral”. Es decir, ni siquiera cuando el juez le comunica su imputación como investigado se le obliga que dimita, basta con informar al partido: “En el caso de que resulte judicialmente investigado, dará cuenta de forma inmediata de las concretas acusaciones o delitos que se le imputan ante la Comisión Ejecutiva Federal”. Como se verá, Ábalos ni siquiera estaba obligado a informar a su partido de un proceso judicial en el que no está implicado penalmente. Mucho menos se le podría exigir que dimitiera ni que procediera una expulsión fulminante por “faltas muy graves”, como se justificaba en el expediente de expulsión. Al ex ‘número dos’ del PSOE solo le quedó el lamento, al ver lo que habían hecho con él en su partido: “Soy un apestado político”.

Foto: El exministro y ex secretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos durante su comparecencia en la comisión de investigación del Senado. (EFE / Zipi Aragón)

En el caso de Begoña Gómez, como, al parecer, no es militante del PSOE ni cargo público, el cumplimiento de las ‘leyes socialistas’ solo se le pueden exigir a su marido, Pedro Sánchez. En este caso, el artículo del Código Ético y de Conducta que sería de aplicación es el 5.7, relativo a los conflictos de interés. Su redacción es tan amplia que, a diferencia del anterior, sí vemos que afecta de pleno al secretario general del PSOE. Dice así ese artículo: “Existirá un conflicto de interés cuando cualquier persona sujeta al presente Código Ético y de Conducta tenga un interés personal, tanto directo y propio, como indirecto o a través de otra persona singularizada, que pueda influir de manera inadecuada en el cumplimiento de sus deberes; de tal forma que se pueda poner en duda su objetividad o independencia”.

Como publicó El Confidencial, y ha reconocido hasta el propio presidente, Begoña Gómez firmó cartas de recomendación, o ‘declaraciones de interés y apoyo’, como las llama Pedro Sánchez, en favor de unas empresas que iban a contratar con el Gobierno en el que estaba su marido. Y fueron los criterios subjetivos, como esas cartas, los que inclinaron la oferta a su favor, finalmente. Se diga lo que se diga, o se piense lo que se piense, sobre el destino final de ese proceso judicial, lo que no podrá rebatirse es que el comportamiento temerario de Begoña Gómez ha puesto en duda la objetividad e independencia del Gobierno. Nada hay más vaporoso y personal que la duda. “El que nada duda, nada sabe”, que decían en la antigua Grecia.

Foto: Begoña Gómez, durante un acto en el Ateneo de Madrid. (EP/Alejandro Martínez)

Pedro Sánchez, por tanto, tendría, al menos, que haber informado a su partido. Pero ha hecho todo lo contrario. Afirma que lo que afecta a su mujer son “bulos”, aunque él mismo admite su veracidad, y, sin informar a nadie, anunció su intención de dimitir. En 'El País', este fin de semana, lo ha dicho tal cual en una entrevista cuando le han preguntado por Begoña Gómez: “No informé a nadie” de que estaba dispuesto a dimitir; “no es un problema de imagen” que su mujer firme cartas de recomendación; y “voy a defender siempre la honorabilidad de mi esposa”.

Por la secuencia de acontecimientos, podemos interpretar qué ocurriría si en el PSOE le exigieran explicaciones, de acuerdo a lo establecido en el Código Ético y de Conducta. Portazo y adiós, porque ni siquiera está dispuesto a admitir que ha sido “un error”. Es decir, la ejemplaridad, en el caso de su mujer, es la defensa cerrada y la negación de toda responsabilidad. Justo lo contrario que en el caso de José Luis Ábalos, donde comparó su expulsión fulminante con su intolerancia hacia la corrupción. El PSOE que él dirige, dijo entonces, “ha hecho de la ejemplaridad su bandera. Una ejemplaridad absoluta y total y que no entiende de colores”. Y aún añadió, como si posara con un pie en el lomo de Ábalos abatido: “Quiero reafirmarme en que esa lucha ha de ser implacable, venga de donde venga y caiga quien caiga”. Hasta que le tocó a su mujer…

Pedro Sánchez, su dedo pulgar, es el que ha establecido la diferencia de culpabilidad entre Begoña Gómez, su mujer, y José Luis Ábalos, su antiguo ‘número dos’. Antes de que nada se investigue, una es inocente y el otro es culpable. Juicio sumarísimo decidido por el criterio exclusivo del líder socialista; aquí no interviene ni la justicia ordinaria ni la justicia reglamentaria del Partido Socialista. Apestado y protegida, frente a frente. Por eso es tan interesante la comparación de ambos casos, por el comportamiento, diametralmente distinto del líder socialista. ¿Qué es lo que valora Pedro Sánchez para condenar a una persona, sin temblarle el pulso, o para declararla inocente y estar dispuesto a sacrificar su propia vida política para defenderla? En los dos casos, lo que podemos observar es que el dirigente socialista baraja el criterio de ejemplaridad, pero esta invocación no esclarece nada porque la única justificación que se añade es subjetiva: es ejemplar aquello que decide Pedro Sánchez que es ejemplar. De modo que, para profundizar en la comparación, lo mejor es repasar brevemente cada situación.

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