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Begoña Gómez y los que contaminan
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Javier Caraballo

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Begoña Gómez y los que contaminan

Nadie como Abascal y Milei ha contribuido más en favor de la campaña de Pedro Sánchez, que pretende hacer pasar las informaciones sobre su mujer como la muestra evidente de una oleada reaccionaria que amenaza al mundo

Foto: Begoña Gómez esposa del líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Begoña Gómez esposa del líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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La democracia española no guarda precedentes de un intento de contaminación política de una denuncia periodística como la que ha padecido, y padece, la información de El Confidencial sobre Begoña Gómez. No haremos valoraciones sobre la importancia, la trascendencia o la gravedad de las distintas denuncias periodísticas en estos cincuenta años de democracia, porque no se trata de eso. Ese prurito es tan banal como petulante, muy propio de un periodismo ensimismado. Cada una de las informaciones de escándalos políticos han tenido su importancia cuando se publicaron de modo que, nada que ver con eso. Lo extraordinario que sucede con las denuncias de El Confidencial sobre la mujer del presidente del Gobierno es que, por primera vez, está siendo utilizada, manoseada y desvirtuada desde todos los ángulos de la política.

La intensidad de esas campañas de adulteración de la realidad periodística podemos calcularla a partir de sus protagonistas, el propio presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, actor principal de un insólito episodio de dimisión virtual, y el presidente de la República Argentina, Javier Milei, que ha vuelto a Buenos Aires, henchido de satisfacción por haber “desbordado todas las previsiones” en la repercusión mundial de sus insultos en Madrid, según ha admitido su portavoz de gobierno, Manuel Adorni. El primero, Sánchez, es el presidente de la Internacional Socialista y al segundo, Milei, podemos considerarlo como el líder de la extrema derecha mundial. Esa manipulación descomunal es la que nos coloca ante un hecho sin precedentes. Por esa razón, conviene señalarlas y desmontarlas. Y volver sobre los pasos de lo que están contaminando: el rigor implacable de las informaciones escuetas, precisas y elocuentes de El Confidencial, que son las que han desatado esas riadas de mistificación.

La realidad periodística que se quiere adulterar conviene repasarla una vez más. Hablamos de dos bloques de información distintos. Por un lado, la revelación de que la mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, ha mantenido reuniones con Javier Hidalgo, el CEO del primer grupo turístico de España, Globalia, y con uno de los asesores de este, Víctor de Aldama, investigado por la presunta trama de corrupción, conocida como caso Koldo. ¿Es normal, o habitual, que la mujer de un presidente del Gobierno mantenga esas reuniones con un grupo empresarial que iba a recibir del Estado 615 millones de euros?

Por otro lado, están las cartas de recomendación (‘declaraciones de interés y apoyo’, que es su nombre técnico) que suscribió la citada Begoña Gómez en favor de subvenciones para una Unión Temporal de Empresas, en la que figura como uno de sus principales accionistas Carlos Barrabés, que fue, además, el que puso en marcha el máster universitario que dirige la mujer de Sánchez. ¿Tenemos que pensar que lo habitual es que la pareja de un presidente de Gobierno vaya firmando cartas de apoyo a las empresas para que reciban ayudas públicas? Esas son las informaciones escuetas y precisas, confirmadas en sus detalles por la propia afectada, y las preguntas elementales que tendría que haber contestado su marido, el presidente Sánchez. Si todo ello tiene alguna relevancia penal o no, ya lo decidirá un juez, pero parece fuera de toda discusión que estamos ante un escándalo político por el comportamiento, por lo menos temerario, de esta mujer.

Foto: Begoña Gómez, en la presentación del libro de Sánchez. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión
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El acoso del líder del PSOE ha pretendido desde el primer instante emborronar todo lo anterior con la difusión de una sola palabra: bulos. Podemos imaginarlo como una actividad parecida a la de los antiguos censores del franquismo cuando estampaban un sello rojo sobre un artículo de prensa, ‘censurado’. Pues igual, el mismo poder político con el sello actualizado, ‘bulo’. Justino Sinova, uno de los grandes periodistas y estudiosos de este oficio, ha dicho en alguna ocasión que en las leyes de prensa que se aprobaron en el franquismo “el periodismo era concebido como una actividad de servicio al Estado; el periódico, como un instrumento de acción política; y el periodista, como un trabajador más de la Administración, aunque su salario fuera pagado por una empresa privada”.

Esa pretensión no está muy lejos de la que persigue el presidente Pedro Sánchez, como se ha podido constatar desde el primer instante en El Confidencial cuando comenzaron a publicarse las informaciones sobre su mujer. El único periodismo que considera el presidente es aquel que divulga y amplifica sus campañas políticas; el que desconsidera como ‘bulos’ o ‘insidias’ las informaciones que le perjudican. Esto último es llamativo también, porque de todos los que acompañan a Sánchez en sus batallas contra la prensa, los más patéticos son los periodistas que repiten sus argumentos, algo incomprensible, inexplicable y hasta idiota.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Iñaki Berasaluce) Opinión
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Es algo parecido, en cuanto a estupidez, a lo que ocurre con los excesos de la derecha y, sobre todo, de la extrema derecha cuando se refieren a las informaciones sobre Begoña Gómez. Es tan absurda la exageración en estos escándalos, que los muy zoquetes no son capaces de percibir que son quienes le prestan una mejor ayuda a Pedro Sánchez. En vez de criticarlo eficazmente, lo consolidan y lo salvan. Por ejemplo, cuando cualquiera de los portavoces del PP, desde el presidente Feijóo hacia abajo, repite en sus intervenciones que “un juez está investigando los negocios de la mujer de Pedro Sánchez”. No existen negocios, como tales, que pertenezcan a Begoña Gómez. La cuestión es otra, como hemos visto. ¿Tanto trabajo les cuesta ser rigurosos? Porque eso sí que es un bulo. Un bulo que podrán exhibir los otros para camuflar su mendacidad. Como las acusaciones genéricas, mezcla de morbo sucio y medias verdades, que intentan extender las acusaciones “a todo el entorno familiar del presidente”.

Esa forma disparatada de ejercer la oposición se sustenta en insidias y, como tales, acaban fortaleciendo a quienes buscan censurar. Lo de la extrema derecha, el espectáculo grotesco y grosero de Vox y Milei de este fin de semana en Madrid, desborda todo lo anterior. Nadie como Abascal y Milei ha contribuido más en favor de la campaña de Pedro Sánchez, que pretende hacer pasar las informaciones sobre su mujer como la muestra evidente de una oleada reaccionaria que amenaza al mundo. En fin, que hagamos el ejercicio propuesto al principio para distanciarnos de todo eso. Begoña Gómez, por una parte, y los que contaminan, por otra.

Otrosí digo: si se quiere añadir un elemento más de intensidad a la excepcionalidad de las informaciones sobre Begoña Gómez, podemos sumarle las cartas de amenazas que está recibiendo un juez de Madrid por su decisión de abrir diligencias de investigación sobre esas denuncias periodísticas. Ni siquiera ha decidido si esas informaciones tienen relevancia penal o merecen el archivo, y ya recibe amenazas, él y su familia.

La democracia española no guarda precedentes de un intento de contaminación política de una denuncia periodística como la que ha padecido, y padece, la información de El Confidencial sobre Begoña Gómez. No haremos valoraciones sobre la importancia, la trascendencia o la gravedad de las distintas denuncias periodísticas en estos cincuenta años de democracia, porque no se trata de eso. Ese prurito es tan banal como petulante, muy propio de un periodismo ensimismado. Cada una de las informaciones de escándalos políticos han tenido su importancia cuando se publicaron de modo que, nada que ver con eso. Lo extraordinario que sucede con las denuncias de El Confidencial sobre la mujer del presidente del Gobierno es que, por primera vez, está siendo utilizada, manoseada y desvirtuada desde todos los ángulos de la política.

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