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Matacán
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El error del juez y la trampa de Sánchez
El juez no puede caer en la tentación de responder al acoso con resoluciones que se interpreten como actos de réplica o de venganza
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El juez de Madrid que está investigando el comportamiento temerario de Begoña Gómez ha caído en la trampa que le ha tendido su marido, Pedro Sánchez. Podemos entender que cualquiera pueda perder la paciencia cuando, como observamos a diario, la simple apertura de unas diligencias previas en un juzgado provoca una reacción descomunal de descalificaciones, de desprecio, de insultos y de amenazas. Eso se comprende, pero un profesional con la experiencia de este hombre, Juan Carlos Peinado, que cumplirá 70 años en septiembre, que está al frente de un juzgado de instrucción, una torre de independencia inexpugnable dentro del sistema judicial, no puede dejarse llevar por la presión.
Su equivocación, inobjetable, ha sido la de irrumpir en una campaña electoral con el anuncio de la imputación de Begoña Gómez. El juez no puede caer en la tentación de responder al acoso con resoluciones que se interpreten como actos de réplica o de venganza, como ha sucedido. Como la citación judicial es para el próximo 5 de julio, el juez Peinado podría haber citado a Begoña Gómez tan solo unos días más tarde, una vez pasadas las elecciones europeas, para no caer en la trampa que le han tendido, tan burda como evitable. Tampoco en esto habrá muchas dudas: es completamente evidente, y hasta elemental, que cualquiera de nosotros podría haber evaluado la repercusión de una noticia así, la imputación de la esposa del presidente del Gobierno, en toda la prensa nacional e internacional. El primero que lo sabía era este juez de Madrid y, aun así, decidió meterse en el charco. Se equivocó. Sin más.
Todos los detalles de la imagen iconográfica de la diosa de la Justicia, el brazo izquierdo en alto sujetando una balanza, los ojos tapados con una venda y una espada de doble filo en la mano derecha, responden a ese ideal de Justicia que quieren destruir aquellos que van sembrando polarización a costa del prestigio y la independencia de todos los poderes del Estado. Esa es una de razones por las que en España impera dentro de la Justicia el pacto tácito de no dictar resoluciones ni sentencias que afecten a partidos políticos en tiempo de campañas electorales. La Justicia necesita sosiego, paciencia, rigor y discreción. Como se repite en muchos manuales internacionales, como este de Naciones Unidas, “los jueces deben resolver los asuntos de los que conozcan con imparcialidad, basándose en los hechos y en consonancia con el derecho, sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas”.
Las presiones desde el poder ejecutivo, fundamentalmente, siempre van a existir y la judicatura debe evitarlas aferrándose a sus principios y alejándose de los intentos de manipulación por unos o por otros, que es lo que sucede en las campañas electorales. De ahí el pacto tácito que ha ignorado el juez del caso de Begoña Gómez. Podrá decirse, con razón, que nadie como Pedro Sánchez ha roto tantos pactos tácitos de la democracia española, siempre al servicio de su estricta conveniencia de poder. También existía un pacto tácito para que en España gobernase el partido más votado -no así en autonomías y ayuntamientos- y Pedro Sánchez lo ignoró con tanto desprecio que ni siquiera felicitó al ganador de las elecciones generales. Todavía resuenan sus carcajadas cuando miraba a Feijóo en el Congreso y se burlaba de que no pudiera gobernar aunque hubiera ganado… Es así, nadie ha roto más pactos tácitos que Sánchez, pero está tan claro que estaba esperando el desliz del juez que, en cuanto se ha producido, ha reaparecido junto a su esposa en un mitin del PSOE, algo que no ocurría desde que estalló el escándalo.
La polarización es un virus muy contagioso que, al más templado, le hace desbarrar. Los agitadores profesionales lo saben bien y no descansan hasta que contemplan satisfechos cómo descarrilan todos aquellos a los que provocan. En el manual de campaña de Pedro Sánchez, la estrategia se repite con los mismos elementos de confrontación. Primero localiza y señala a sus oponentes y, a continuación, los descalifica como si se tratase de una masa uniforme, viscosa, que hace peligrar el futuro de la humanidad. Para conseguirlo, siempre emplea imágenes rotundas, la fachosfera, el muro o la máquina de fango. Ahí incluye el líder socialista a todos los que considera sus enemigos, aunque no lo sean realmente; el anatema sanchista se extiende a todos aquellos que no replican y secundan sus acciones con fidelidad doméstica. La contestación más sabia, frente a esa espiral de polarización, es la de contemplarla sin inmutarse, sin que afecte en nada al juicio y al desempeño profesional de cada cual.
Pensemos en los periodistas, por ejemplo, a los que Pedro Sánchez no se cansa de provocar y desacreditar. De las informaciones de este periódico sobre su mujer, que han acabado con su imputación en un juzgado, no dice otra cosa que “mentiras y bulos”. Tampoco menciona nunca a El Confidencial por su nombre, sino que intenta despreciarlo llamándolo “pseudomedio” o “tabloide digital”… Se pensará que insulta, pero es lo contrario, reconforta. Porque demuestra que es incapaz de combatir de otra forma aquello que desprecia y menosprecia. La descalificación y la soberbia sirven de acicate para reafirmar las reglas fundamentales del periodismo, contrastando cada detalle de cada información. Ni un solo desliz apasionado. Que es lo que conviene hacerle llegar al juez Peinado. Rigor frente a las invectivas, templanza ante el insulto, paciencia frente a los ataques. Las provocaciones de la polarización son trampas para elefantes.
El juez de Madrid que está investigando el comportamiento temerario de Begoña Gómez ha caído en la trampa que le ha tendido su marido, Pedro Sánchez. Podemos entender que cualquiera pueda perder la paciencia cuando, como observamos a diario, la simple apertura de unas diligencias previas en un juzgado provoca una reacción descomunal de descalificaciones, de desprecio, de insultos y de amenazas. Eso se comprende, pero un profesional con la experiencia de este hombre, Juan Carlos Peinado, que cumplirá 70 años en septiembre, que está al frente de un juzgado de instrucción, una torre de independencia inexpugnable dentro del sistema judicial, no puede dejarse llevar por la presión.