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Podemos, las miserias de un aniversario
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Javier Caraballo

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Podemos, las miserias de un aniversario

Dese Iñigo Errejón hasta Juan Carlos Monedero, lo único que permanece desde hace diez años es el liderazgo superior de Pablo Iglesias.

Foto: Acto de cierre de campaña de Podemos. (Europa Press/Carlos Luján)
Acto de cierre de campaña de Podemos. (Europa Press/Carlos Luján)
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Diez años, y ya agoniza. Este es el primer cumpleaños redondo de Podemos, diez años de su presentación a las primeras elecciones en las que desbordó todas las expectativas, y resulta que se ha vuelto un movimiento político decadente y excluyente, residual en el espacio de la izquierda que comparte con rivales que hasta ayer eran aliados.

Sectario e implacable con los suyos, que es la peor herencia de este tiempo de degeneración. Un partido feminista en el que, con solo rascar en su ínfimo pasado, nos encontramos que los episodios de mayor desprecio, y hasta de humillación, los han padecido las propias mujeres cuando, por las circunstancias que fueran, han dejado de pertenecer al estrecho círculo de poder que se establece en torno a Pablo Iglesias. De hecho, eso es lo único que se mantiene intacto desde entonces, un liderazgo que atraviesa sin inmutarse todas las etapas del partido.

Como, a fin de cuentas, se trata solo de un periodo de diez años, este aniversario decadente de Podemos es propicio para realizar un estudio certero de cómo estas fuerzas políticas que surgen a la izquierda de la socialdemocracia, las que se reconocen en un socialismo sin adjetivos o en un comunismo puro, acaban siendo devoradas por ellos mismos. No es la primera vez que sucede, desde luego, ni con seguridad será la última. Porque existe algo más fuerte que cualquier proyecto o cualquier líder, que es una tendencia natural irrefrenable a la división, como un virus que les afecta desde los orígenes del comunismo. Dentro del comunismo, el concepto de 'trostkismo' se emplea muchas veces como sinónimo de división y de guerras internas. Y eso es lo que les pasa a todos. Como ese trabalenguas infantil, la izquierda está dividida, quién la dividirá más, el líder que la divida, buen líder será…

De hecho, Podemos nace en las elecciones europeas de 2014 por la imposibilidad de que esas nuevas generaciones de políticos (Iglesias, Monedero, Errejón, Echenique, Teresa Rodríguez…) pudieran convivir con los sectores tradicionales del Partido Comunista de España, PCE, que manejaba a su antojo Izquierda Unida. Pablo Iglesias, cuyo liderazgo comenzaba a despegar, pretendía una renovación completa de las candidaturas, pero el aparato del partido se mostró inflexible y mantuvo como cabeza de lista a Willy Meyer, un histórico del Partido Comunista en Andalucía.

Diez años después, Podemos vuelve a la casilla de salida, se presenta solo, pero sin expectativa alguna de obtener un buen resultado

La decisión no pudo ser peor, porque no solo se fracturó el electorado y apareció Podemos, con una fuerza imponente frente a Izquierda Unida, en claro declive, sino que el tal Willy Meyer tuvo que dimitir tan solo un mes después de aquellas elecciones europeas cuando se conoció que disponía de un fondo de pensiones gestionado por una Sicav, con sede en Luxemburgo, de escasa tributación. La descomposición de Izquierda Unida se aceleró a partir de ese momento y, al poco, acabaron todos bajo el paraguas de Podemos, con coaliciones que han durado hasta ahora. Diez años después, Podemos vuelve a la casilla de salida, se presenta de nuevo solo, pero sin expectativa alguna de obtener un buen resultado. Tampoco ocurrirá con Sumar, con lo que ya podemos vaticinar que, en un futuro inmediato, Izquierda Unida volverá a buscar un proyecto político propio, apartando a Yolanda Díaz del liderazgo. Pero esa batalla está por llegar aún, cuando se asiente el nuevo coordinador de IU, Antonio Maíllo.

En esta nueva etapa de Izquierda Unida, por cierto, ha regresado a la primera línea política Amanda Meyer, hija del citado Willy Meyer, que fue también una de las primeras 'depuradas' por Irene Montero, cuando empezó el enfrentamiento con Yolanda Díaz. Amanda Meyer era jefa de gabinete de la entonces ministra de Igualdad y, un buen día de 2022, la destituyó. El problema estaba en las tensiones de las organizaciones andaluzas que se integraron en Podemos.

Foto: Yolanda Díaz e Irene Montero, en la manifestación del 1 de mayo de 2023. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

"Lo de Andalucía es un horror, hemos vuelto a los despachos, a las puñaladas a las filtraciones…", se quejó públicamente Pablo Iglesias. Al decir "hemos vuelto", a lo que se refería el líder de Podemos es a lo ocurrido en 2020, en plena pandemia, cuando decidieron expulsar del grupo parlamentario de Andalucía a los diputados 'anticapitalistas' de Teresa Rodríguez. Cada vez que se menciona el episodio, más sorprende la agresividad antifeminista desplegada: La echaron del grupo, aprovechando que se encontraba de baja por maternidad. Y cuando le preguntaron a la ministra Irene Montero, dijo si inmutarse: "la política no se detiene cuando estamos de baja por algún permiso". ¿Es ese el famoso 'modelo femenino de gestión' que defiende la candidata de Podemos en estas elecciones europeas? En fin…

Rupturas, tras rupturas, tras rupturas. Desde que largaron a Carolina Bescansa, la mujer de la icónica entrada de Podemos en el Congreso de los Diputados con su bebé en brazos, amamantándolo en el escaño. "Es hora de llevar lo que hay en la calle a las instituciones y que esta Cámara se parezca más a nuestro país", dijo para que se entendiera el porqué de su gesto. Pero duró poco tiempo. Eso fue en 2016 y un año después esa ilusión de normalidad se había desvanecido por las guerras internas.

A Bescansa la apartaron porque empezó a criticar los enfrentamientos de ego de Iñigo Errejón y Pablo Iglesias. Promovió alguna jugada interna para acabar con aquello y, cuando la detectaron, la cazaron. "Le estamos dando la espalda al sentido común y a la cordura", dijo Bescansa al irse, en febrero de 2017, cuando todavía no habían transcurrido ni tres años de aquel 'pelotazo' de Podemos en las elecciones europeas.

Lillith Verstrynge dejó todos sus cargos y sus antiguas compañeras dieron a entender que estaba atravesando momentos graves de salud

Mucho más sucio que todo eso ha sido lo sucedido con la 'número tres' del partido hasta enero pasado, Lillith Verstrynge. Sin que nadie lo esperase, de pronto dejó todos sus cargos y se marchó de España. No dio ninguna explicación, pero sus antiguas compañeras, Ione Belarra e Irene Montero, publicaron mensajes de despedida en los que daban a entender que estaba atravesando momentos graves de salud. "La prioridad eres tú. Ahora lo fundamental es que te cuides y que estés bien". ¿Quién puede pensar en otra cosa que no sea en que esta mujer tiene una grave enfermedad, cuando tus compañeras te dicen eso? Pues no. Y eso es lo terrible, que se usen hasta ese tipo de puñaladas miserables para ocultar una guerra política o para descalificar a alguien.

La afectada no ha querido contestar, pero ha sido su padre, Jorge Verstrynge, quien lo ha dicho: "Cuando ella se fue, hubo dos o tres que dijeron que estaba muy malita, pero se fue porque no lo veía y punto. Se dio cuenta de que aquello no iba a ningún sitio, que aquello ya no cumplía los objetivos para con el país que hicieron que ella entrara a colaborar con Podemos".

En toda esa degeneración, dese Errejón hasta Monedero, lo único que permanece desde hace diez años es el liderazgo superior de Pablo Iglesias. Tiene sentido porque Podemos fue un potente movimiento político que surgió por la fuerza de su liderazgo y, a medida que se ha desinflado ese poder social y político, como un globo pinchado, el partido se ha ido arrugando y empequeñeciendo. Todo se queda en el pronombre, como en aquella campaña tan mesiánica, Vuelve, con el 'él' acentuado, subrayado. Pablo Iglesias solo se había cogido dos de permiso de paternidad, pero la vuelta se celebró como la llegada del profeta que se espera. Y ahí siguen, esperando.

Diez años, y ya agoniza. Este es el primer cumpleaños redondo de Podemos, diez años de su presentación a las primeras elecciones en las que desbordó todas las expectativas, y resulta que se ha vuelto un movimiento político decadente y excluyente, residual en el espacio de la izquierda que comparte con rivales que hasta ayer eran aliados.

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