Matacán
Por
La 'máquina del acoso' de Pedro Sánchez
La existencia de la 'máquina del acoso' del Gobierno sí que se puede documentar, como viene haciendo El Confidencial en los últimos días
La ‘máquina del acoso’ existe. Es la que ha puesto en marcha el presidente del Gobierno contra El Confidencial. Pedro Sánchez la utiliza desde hace años, desde aquellos lejanos tiempos del episodio de Delcy, pero se ha acelerado cuando en este periódico se dieron a conocer los primeros detalles del comportamiento temerario de su esposa, Begoña Gómez, en sus relaciones con distintas empresas. Esta ‘máquina del acoso’ sí que se puede verificar, no como esa otra, la ‘máquina del fango’, que el presidente Sánchez introduce en sus discursos sin el mínimo gesto de valentía política de señalar a qué medios de comunicación se refiere cuando los acusa de mentir, manipular y trabajar a las órdenes de la extrema derecha. Debería hacerlo para que, al menos, aquellos a los que se dirige sin mencionarlos puedan ejercer su derecho a la defensa contra la infamia y la calumnia, si se consideran ofendidos como periodistas.
En fin, es evidente que esa forma de hacer política sí que se puede considerar un intento deliberado de enfangar, de ensuciar, de aventar polvaredas que oculten la realidad, pero, esa es otra historia. La cuestión es que, en contraposición, la existencia de la ‘máquina del acoso’ del Gobierno sí que se puede documentar, como viene haciendo El Confidencial en los últimos días. De todas las presiones, directas e indirectas, de todas las amenazas, veladas y explícitas, podemos detenernos en la primera de la que tenemos noticia, la que ha aparecido en una de las cadenas de mensajes que se encontraban en el pendrive del famoso Koldo García Izaguirre.
“Interesa que sean de nuestra cuerda”. Detengámonos en esta expresión que se contiene en uno de los correos de Koldo con un alto cargo del Gobierno porque todo tiene que ver con esa pretensión sectaria. Nada más llegar al poder, tras la moción de censura de junio de 2018, el Gobierno de Pedro Sánchez comienza a sustituir en algunos puestos claves del Ministerio del Interior a todos aquellos que no ofrecían garantías plenas de acatamiento de estrategias y proyectos, de acuerdo con el interés socialista. No se trata de evaluar y decidir solo en función de la naturaleza o de la gravedad de los problemas, sino en beneficio de aquello que convenga al Gobierno. Sucede, nada más constituirse el Gobierno, cuando en la primera remodelación de los equipos de trabajo aparece el nombramiento de un comisario, José Antonio Rodríguez González, como jefe del Gabinete de Estudios y Coordinación. La simpatía de este comisario por el Gobierno socialista no ofrece dudas, por los cargos ocupados en Gobiernos anteriores, pero se despeja definitivamente cuando se conoce el apodo que le pusieron sus compañeros: Lenin. Pues eso.
Es, exactamente, la misma maniobra política que se produce después, tras el convulso año electoral de 2019, estéril a efectos gubernativos. A principios de 2020, en el primer Gobierno de coalición del PSOE y Podemos, estalla en el aeropuerto de Barajas la crisis venezolana de Delcy Rodríguez y lo que hace el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, es exactamente lo mismo, poner al frente de la Unidad de Emergencias, Coordinación y Gestión de crisis a una persona de su confianza. Fue El Confidencial quien desveló aquella maniobra, para que nada trascendiera del enigmático episodio de la vicepresidenta de Nicolás Maduro, y la respuesta del Gobierno de Pedro Sánchez fue la de activar la ‘máquina del acoso’, para intentar eliminar cualquier filtración de noticias no deseadas. Igual que en el nombramiento de los altos cargos “interesa alguien que sea de la cuerda”, en los medios de comunicación es ‘necesario’ dejar claro que “hay que ser de la cuerda”. Se trata, en suma, de controlar en todo momento qué información debe filtrarse a la sociedad y cuál tiene que ocultarse. Y, para lograrlo, se necesita controlar estrechamente todo el proceso de generación de una noticia.
En varias ocasiones, se ha insistido aquí en que el error grande de un Gobierno, todo Gobierno, en su relación con la prensa es el de pensar que las amenazas, las presiones y hasta el aislamiento constituyen una medida eficaz para acallar las críticas. Es posible, no debemos negarlo, que esa estrategia, como de palo y zanahoria, puede ser efectiva en ocasiones, con determinados medios y periodistas, sobre todo cuando el panorama nacional de la prensa, como ocurre en España, es tan precario. El servilismo es hijo natural de la debilidad, de la necesidad. Pero el error está, precisamente, en esperar una reacción idéntica en todos los periodistas, en todos los medios de comunicación. Siempre, por muy lejos que nos remontemos en la historia, encontraremos ejemplos de lo contrario, de reafirmación en los principios democráticos de libertad de prensa y, más allá aún, de control de la actividad del Gobierno por parte de los medios de comunicación, como contrapoder de toda democracia, necesario y urgente.
No hay etapa de la historia de España en la que alguien no levante el dedo contra el intento de silenciar la libertad de expresión. El dedo índice alzado, que es la figura metafórica que podemos emplear para referirnos a una exclusiva o a un comentario editorial con los que un periódico se rebela contra la imposición, contra ‘la máquina del acoso’ con la que pretenden arrollarlo. “Los editores se declaran en guerra abierta con los abusos, con los que viven de los abusos y con los que abusen de su autoridad”. Esa literalidad no es nueva, corresponde a un periódico de Madrid de hace dos siglos. Se llamaba ‘El Zurriago’ y tuvimos noticias de él -al menos, quien suscribe- hace unos años, cuando, con motivo del bicentenario de la Constitución de Cádiz, se reeditaron algunos de los periódicos que existían en España a principios del siglo XIX. Contra los abusos, contra quienes viven de los abusos y contra los que abusan de su autoridad. Pues eso, ahí vamos. Rigor, firmeza y paciencia.
La ‘máquina del acoso’ existe. Es la que ha puesto en marcha el presidente del Gobierno contra El Confidencial. Pedro Sánchez la utiliza desde hace años, desde aquellos lejanos tiempos del episodio de Delcy, pero se ha acelerado cuando en este periódico se dieron a conocer los primeros detalles del comportamiento temerario de su esposa, Begoña Gómez, en sus relaciones con distintas empresas. Esta ‘máquina del acoso’ sí que se puede verificar, no como esa otra, la ‘máquina del fango’, que el presidente Sánchez introduce en sus discursos sin el mínimo gesto de valentía política de señalar a qué medios de comunicación se refiere cuando los acusa de mentir, manipular y trabajar a las órdenes de la extrema derecha. Debería hacerlo para que, al menos, aquellos a los que se dirige sin mencionarlos puedan ejercer su derecho a la defensa contra la infamia y la calumnia, si se consideran ofendidos como periodistas.
- Agenda Koldo, la 'piedra rosetta' de las influencias Javier Caraballo
- Magdalena y los santos inocentes de los ERE Javier Caraballo
- Felipe, Zapatero y el 'cesanchismo' Javier Caraballo