Matacán
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La romería de los ERE (sátira política)
Cualquiera podría pensar, inocentemente, que lo único que no le conviene al PSOE de Andalucía, para recuperar el apoyo ciudadano, es resucitar esa etapa de gobierno y reivindicarla. Pero también debe ser un error nuestro
La procesión la encabezan unos señores de mal aspecto, jorobados de nariz aguileña, como brujas de género indefinido. Son los primeros de la romería de los ERE, en la que se exhibe el cuerpo incorrupto de los dirigentes de la Junta de Andalucía que aprobaron el fraude. ‘Corpus incorruptus’, ajenos a toda corrupción política. Lo que debe hacer España entera es reconocerlos como víctimas. Ahora que el Tribunal Constitucional se les ha aparecido, como las apariciones del Palmar de Troya, debemos levantar una basílica con sus imágenes. Cada año, por estas fechas de julio, en conmemoración, se debe celebrar una romería andaluza en su honor de buenos gestores que nunca rompieron un plato. Todo en ellos fue sacrificio y bonhomía, y menos mal que ahí estaba Cándido Conde-Pumpido para conjugar su nombre con todos los españoles. Yo, cándido; tú, cándido; él, cándido; nosotros, cándidos…
Y porque somos cándidos, unos panolis, nos creemos que realmente fue así, que todos ellos fueron condenados, injustamente condenados, por una cacería política. Por eso, la procesión de la romería de los ERE la encabezan esos tipos de mal aspecto. Caminan cabizbajos como causantes de todo, los que pusieron las denuncias y los que aprobaron las condenas. Gentes de mal vivir que entraron en el granero apacible de los socialistas andaluces y denunciaron un fraude en el negocio del grano. Lo que allí vieron nunca existió, esa es la realidad que se ordena. El fraude de los ERE nadie lo niega, nadie lo discute, pero es inescrutable, fuera del entendimiento y del alcance humano. De esa materia milagrosa está hecho todo cuanto sucedió. “No puede ser objeto de control por parte de ningún órgano judicial”, como ha dicho el Tribunal Constitucional. Se proyectó y se ejecutó, pero no puede ser objeto de control. Loado sea Cándido, por siempre loado.
Tras los mastuerzos que encabezan el cortejo, viene la carroza deslumbrante de Magdalena Álvarez, como una diana cazadora, por haber sido la primera, la que abrió el camino del Constitucional. En los escritos se narrará la historia de una visión, porque antes de que nada sucediera, Pedro Sánchez tuvo una revelación, cuando la vio sentada en uno de sus mítines y, señalándola con un dedo, les mostró a todos la redención de sus pecados fraudulentos que había de llegar. Una mujer lacerada por “el vil ataque de la derecha”, como dijo el presidente Sánchez, que ahora ve restituida su inocencia impoluta.
El misterio inescrutable de los ERE se hace carne en esta mujer. Diez años estuvo en la Consejería de Hacienda de la Junta de Andalucía. En los seis primeros, de 1994 al 2000, todas las subvenciones que se otorgaron en la Junta de Andalucía se hicieron correctamente, nadie la acusa de nada, y, en los últimos cuatro años, de forma fraudulenta, pero ella siempre actuó correctamente. Quien interprete animosidad en el fraude, consentimiento, se las verá con esta diana cazadora, vengativa y justiciera como la pintan en la mitología.
Las carrozas que le siguen en el cortejo de la romería de los ERE son las que representan las figuras de los demás condenados, los exconsejeros ahora santificados. Entre todos, el que provoca más devoción es aquel que recibió la pena más elevada, siete años de cárcel y diecinueve años de inhabilitación por prevaricación y malversación. Antonio Fernández, se llama, fue consejero de Empleo y se le representa como Hefesto, forjador de los ERE. El populacho conoce a este hombre porque, al principio del caso, obró el milagro de haber entrado a trabajar en una empresa el mismo día de su nacimiento. Nació, se puso a trabajar y, al cabo de los años, lo prejubilaron con una de las subvenciones de los ERE. “Nacido para los ERE”, como se llegó a titular de forma profusa en aquellos años. La realidad, como se acabó demostrando, era otra: antes de entrar en política, Antonio Fernández trabajó en la empresa González Byass, beneficiada por los ERE, y un error de transcripción en la póliza provocó que su fecha de nacimiento figurase como la de su primer día de trabajo. Todo se aclaró finalmente y, además, su nombre acabó excluyéndose del listado de beneficiarios de las prejubilaciones.
En la etapa de denuncias de aquel fraude, cuando cada día se conocía un episodio más grotesco que el del día anterior, a nadie le extrañaba que el mismo consejero que había elaborado, junto a otros, el convenio del ‘fondo de reptiles’, se hubiera incluido en las prejubilaciones, con su fecha de nacimiento como inicio de la actividad laboral. Tantos aparecían que nunca habían pertenecido jamás a la empresa por la que cobraban la prejubilación, que el consejero, al menos, tenía la excusa de haber estado trabajando de verdad en González Byass. Pero no, todo se aclaró, y ahora Antonio Fernández solo puede lamentar que el Constitucional no llegara antes para reconocerle que, en efecto, se puede nacer y empezar a cotizar en una empresa.
En todas las cabalgatas de Reyes Magos de Sevilla, la expectación de las carrozas la generan los ‘beduinos’, que es como se conoce a los animadores que saltan, brincan y cantan al compás de la música, las caras pintadas de negro y un turbante de seda reluciente. De ahí nace la idea de los beduinos de los ERE, que escoltan animados la última carroza de la romería, en la que se representa a Manuel Chaves, sentado en su trono, como el Moisés de Miguel Ángel. A su lado, con los brazos extendidos, como de súplica, está la figura de José Antonio Griñán. Al otro lado del trono, asoma la cabeza de una especie de arlequín de sonrisa pícara: es Gaspar Zarrías representado en su papel. El beduino más famoso de todos es Juan Espadas, el actual secretario general del PSOE de Andalucía, porque es el que más lo necesita. Y hay que entenderlo: hace unos meses, cuando se recogieron firmas para solicitar el indulto de Chaves y de Griñán, no quiso firmarlo porque “me lo impide el código ético del PSOE”, según dijo.
Otros socialistas sí lo firmaron, como Felipe González o Alfonso Guerra, y muchos otros, hasta cuatro mil personas, que nunca han pertenecido al partido, como Rodolfo Martín Villa, Miguel Roca y Rojas Marcos. Pero Juan Espadas no, porque no lo veía compatible con la ética del PSOE. Ahora necesita resarcirse de las contradicciones a las que lo conduce la obediencia debida de su cargo y, por eso, encabeza a los beduinos y exige reparaciones públicas por “la cacería política” de los ERE. De ahí debe haberle nacido la idea de la campaña que ha comenzado a difundir el PSOE de Andalucía, #VerdadYJusticiaPSOE, como apoyo y desagravio a los condenados de los ERE. Cualquiera podría pensar, inocentemente, que lo único que no le conviene al PSOE de Andalucía, para recuperar el apoyo ciudadano, es resucitar esa etapa de gobierno y reivindicarla. Pero también debe ser un error nuestro. Por eso, esta sugerencia. Campaña, no; romería. Mucho mejor.
La procesión la encabezan unos señores de mal aspecto, jorobados de nariz aguileña, como brujas de género indefinido. Son los primeros de la romería de los ERE, en la que se exhibe el cuerpo incorrupto de los dirigentes de la Junta de Andalucía que aprobaron el fraude. ‘Corpus incorruptus’, ajenos a toda corrupción política. Lo que debe hacer España entera es reconocerlos como víctimas. Ahora que el Tribunal Constitucional se les ha aparecido, como las apariciones del Palmar de Troya, debemos levantar una basílica con sus imágenes. Cada año, por estas fechas de julio, en conmemoración, se debe celebrar una romería andaluza en su honor de buenos gestores que nunca rompieron un plato. Todo en ellos fue sacrificio y bonhomía, y menos mal que ahí estaba Cándido Conde-Pumpido para conjugar su nombre con todos los españoles. Yo, cándido; tú, cándido; él, cándido; nosotros, cándidos…
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