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Nunca, en ningún momento, es mentira
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Javier Caraballo

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Nunca, en ningún momento, es mentira

No es la tradición de la mentira lo que me llama la atención, sino la firmeza con la que se miente, y la indignación con la que se rebate la insinuación de lo contrario

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece para hacer balance del curso político. (Europa Press/Eduardo Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece para hacer balance del curso político. (Europa Press/Eduardo Parra)
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Trato de recordar cuándo lo dijiste, con esa contundencia, aunque, en realidad, la fecha exacta no importa porque fueron varias semanas, incluso meses. De lo que no hay dudas es de la firmeza con la que lo afirmabas: "Nunca, en ningún momento, es mentira". Habían pasado pocos días de las elecciones generales del 23 de julio del año pasado y en todos los medios de comunicación —o mejor, en casi todos— se comenzaron a publicar noticias sobre la voluntad del PSOE de aceptar una amnistía general para todos los independentistas catalanes que fueron condenados por la revuelta catalana de 2017.

"Nadie del Partido Socialista ha hablado de amnistía y vosotros seguís afirmándolo como si tal cosa, propagando las mentiras de la derecha, porque eso lo que hacéis, con lo mismo de siempre, que si vamos a romper España o que estamos tramando un golpe de Estado como en Venezuela", decías con una convicción simulada que todavía me causa asombro. La única verdad de ese desahogo irritado, e impostado, estaba en lo primero, que nadie del PSOE había hablado de amnistía, eso nadie lo puede negar, porque la prohibición de mencionar la palabra amnistía se alargó durante todo el verano y, hasta bien entrado el curso político, nadie de tu partido se atrevía a mencionar la palabra.

"Nunca, en ningún momento, es mentira". ¿A qué no sabes por qué he vuelto a acordarme de aquello, a pesar de la intensidad del tiempo que ha transcurrido? Pues porque otra vez estamos en lo mismo, semanas y meses repitiendo, con las mismas palabras, que "el Gobierno de progreso" no iba a entregarle a Cataluña "la caja y la llave" de la financiación, como reclamaban los independentistas.

"Nunca, es radicalmente falso. En ningún momento se ha planteado que el Partido Socialista, ni el Gobierno, comparta la cesión del 100% de tributos ni a Cataluña, ni a ninguna otra comunidad autónoma", como se ha cansado de repetir la locuaz vicepresidenta María Jesús Montero hasta la semana pasada. Y fíjate, ya estamos en la exaltación del eufemismo, la 'financiación singular', todos a defender "con pasión" que Cataluña recaude el 100% de los impuestos. Pasión, eso es lo que dice el presidente.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez y del presidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès. (EFE/Andreu Dalma) Opinión

Ya sé, ya sé que no tenemos que ser ingenuos y, mucho menos, establecer distintas varas de medir la mentira en política. Aceptemos que se trata de una verdad extendida, generalizada, universal. Y antigua, muy antigua. El primer tratado sobre el poder debió versar sobre la mentira; incluso sobre la mentira como un arma necesaria del hombre público. Ahí tenemos siempre la referencia de Maquiavelo, sus consejos que le sirven ahora por igual al 'príncipe Sánchez', si me aceptas la provocación: "Un príncipe prudente no puede ni debe mantener nunca la fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio y cuando ya no existen las razones que le hicieron prometer algo". Todo eso lo conocemos, sí, pero no es la tradición de la mentira lo que me llama la atención, sino la firmeza con la que se miente, y la indignación con la que se rebate la insinuación de lo contrario.

Vuelvo a repetírtelo, lo que me asombra, un año después de la amnistía es la irritación y la contundencia con la que nos acusabas a todos de estar propagando las mentiras de la derecha, porque eso es lo que nos lleva a pensar que en todo esto hay algo más que el juego tradicional de medias verdades, ocultaciones y promesas imposibles… La firmeza con la que se rebate la verdad merece ya la intervención de otros profesionales, con otros tratados, que nos expliquen el comportamiento del ser humano en esos extremos. El perfil psicológico de Pedro Sánchez ya tiene suficientes valoraciones, incluso de profesionales, pero nadie se ha puesto a pensar en las características psicológicas de quien acata la orden y, durante semanas o meses, se limita a decir aquello que le han ordenado, "nunca, en ningún momento, es mentira", a sabiendas de que, una mañana, se despertará y la realidad será justo la contraria. Y vuelta a empezar, para defender lo nuevo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece para hacer balance del curso político. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
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Las elecciones del año pasado, fíjate en cómo fue la cronología de esta patraña, se celebraron el domingo 23 de julio y hasta el viernes 6 de octubre el presidente Sánchez no pronunció la palabra amnistía. Fue un ejercicio curioso de abstinencia verbal, que rozaba el ridículo, como cuando Zapatero decía que España no se vería afectada por el crack financiero de 2008, cuando el Lehman Brothers, con un agujero bancario de 430.000 millones de dólares, provocó la Gran Recesión. Pues ahí estaba el tipo, Zapatero, que ni mencionaba la palabra crisis. El presidente Sánchez esperó más de dos meses hasta pronunciarla por primera vez y, a partir de entonces, todo fue de corrido: en las semanas siguientes, el comité federal del PSOE le dio su consentimiento; a principios, de noviembre, el Grupo Socialista presentó en solitario la proposición de ley de amnistía en el Congreso de los Diputados y, de forma inmediata, el presidente Sánchez pudo ser reelegido para esta investidura gracias a los votos de Puigdemont.

La única explicación que os dio, que nos dio a los españoles, fue tan sincera como patética: 'si queremos gobernar, hay que tragar'. Bueno, no lo dijo así, claro; dijo: "Hay que hacer de la necesidad virtud y esta es la única vía posible para que haya Gobierno". En el trámite parlamentario lo que se han ido incorporando son argumentos, invenciones, para hacer la digestión más llevadera, lo de la normalización de Cataluña, la reconciliación y todo eso, hasta que ha llegado otra tesitura política idéntica a la de julio. ¿La llave y la caja? "Nunca, en ningún momento, es mentira".

Esta vez, como sabes, ya no te he preguntado, y eso que nos hemos ahorrado los dos. Imagino que, en el fondo de todo, vuestra satisfacción está en lo que ya se ha demostrado que, ocurra lo que ocurra, Pedro Sánchez tiene razón en su idea de que lo fundamental es seguir fomentando la división de bloques, que la invocación de la extrema derecha es el remiendo que tapa rotos y descosidos ideológicos. Pero también eso lo aprendimos de Maquiavelo: "El que engaña encontrará siempre quien se deja engañar". Igual hasta llegamos un día a la conclusión de que la polarización que el presidente Sánchez agita en España es una regresión democrática a principios y valores de la edad media.

Trato de recordar cuándo lo dijiste, con esa contundencia, aunque, en realidad, la fecha exacta no importa porque fueron varias semanas, incluso meses. De lo que no hay dudas es de la firmeza con la que lo afirmabas: "Nunca, en ningún momento, es mentira". Habían pasado pocos días de las elecciones generales del 23 de julio del año pasado y en todos los medios de comunicación —o mejor, en casi todos— se comenzaron a publicar noticias sobre la voluntad del PSOE de aceptar una amnistía general para todos los independentistas catalanes que fueron condenados por la revuelta catalana de 2017.

Pedro Sánchez
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