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Inmigración sin papanatismo es posible
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Javier Caraballo

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Inmigración sin papanatismo es posible

No hay nada más reaccionario, nada que fomente más el racismo y el apoyo a la extrema derecha, que negar o ignorar algunos de los graves problemas que ocasiona la inmigración ilegal

Foto: Nueva llegada de migrantes menores y adultos a nado a la playa de Ceuta. (EFE/Reduan)
Nueva llegada de migrantes menores y adultos a nado a la playa de Ceuta. (EFE/Reduan)
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Inmigración sin papanatismo. Porque es posible, porque es urgente y porque las consecuencias de lo contrario son desastrosas. Como el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inicia el curso político con una visita a los países africanos desde los que se ha provocado la mayor avalancha de inmigrantes de los últimos años, sería conveniente que en las reuniones que vaya a mantener se aborden algunos de los asuntos que se silencian o se ignoran, con la disparatada idea de que no son ‘debates progresistas’. Es justo lo contrario, no hay nada más reaccionario, nada que fomente más el racismo y el apoyo a la extrema derecha, que negar o ignorar algunos de los graves problemas que ocasiona la inmigración ilegal que, obligadamente, debemos aceptar cuando no existen otras soluciones posibles.

Vamos a repetirlo: pues claro que la inmigración ilegal genera problemas, pero eso ni impide ni cuestiona la obligación moral, humanitaria, y hasta cristiana, que tenemos de atender a esos seres humanos. Como decir lo contrario es darle la espalda, mirar para otro lado, a una de las mayores tragedias humanas de estos tiempos que vivimos, el único debate posible tiene que ser el de atender la inmigración dentro de las posibilidades con las que contamos como países afortunados de un mundo rico. Inmigración con humanismo y con pragmatismo, que es posible. Así que enumeremos algunos de los aspectos que deben abordarse. Sin papanatismo.

La avalancha hacia Canarias. En los ocho primeros meses de este año, la llegada a la costa española de inmigrantes en situación irregular se ha incrementado casi un 70%, la mayoría de ellos a través de Canarias. De un total de 30.000 personas que han llegado en cayucos o pateras, la inmensa mayoría, en torno a 22.000, lo hicieron a través de Canarias procedentes de Mauritania y de Senegal. En esas barcazas de madera en las que llegan, impulsadas por un motor fuera borda, se hacinan hasta doscientos inmigrantes.

Si tenemos en cuenta que la distancia desde el puerto más cercano de Mauritania, el de Nuadibú, hasta la isla de El Hierro es de 760 kilómetros, y de 1.450 kilómetros desde Senegal, es lógico que pensemos que esa travesía en alta mar no es posible si no se cuenta con embarcaciones nodrizas que las transportan hasta cerca de las aguas españolas, como ha sugerido un capitán de navío, Miguel Ángel Garat. Hablamos, obviamente, de las embarcaciones nodrizas de las mafias de la inmigración. Las mafias de la inmigración, no lo olvidemos, son organizaciones criminales, que comercian con la miseria y la desesperación. La única pregunta es si el Gobierno, que no se pronuncia al respecto, las considera como tales, y las combate, o las ignora como si no existiesen.

Cooperación y ayudas con objetivos. La dificultad máxima para alcanzar acuerdos con los países subsaharianos de procedencia de los inmigrantes es la existencia habitual de Estados fallidos, países en guerra y gobiernos corruptos. Solo con algunos países es posible establecer convenios de repatriación que, en la mayoría de los casos consiste en el desembolso de dinero, millones de euros. En el caso de que esos países acepten esa colaboración, tanto España como el resto de miembros de la Unión Europea deben incluir objetivos de desarrollo a cambio, aunque se trate de objetivos modestos y elementales. Y sanciones o restricciones en el caso de que esos objetivos no se cumplan.

Como queda dicho, debemos ser conscientes de la dificultad extrema para alcanzar acuerdos con esos países, pero nada de eso justificaría seguir nutriendo el pozo sin fondo de la corrupción. Las ayudas al desarrollo de cientos de millones de euros que entrega la Unión Europea tienen que ser, realmente, ayudas al desarrollo. La única pregunta es si el Gobierno, que no se pronuncia al respecto, es consciente del problema o ha decidido mirar para otro lado.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un viaje a Mauritania en febrero de 2024. (EFE/Moncloa/Pool/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión

Los menores inmigrantes. Cuando un inmigrante menor de edad pisa suelo español, el Estado asume la tutela hasta su mayoría de edad. Lo hace en virtud de todos los tratados internacionales que tenemos suscritos desde antiguo y de la propia legislación española. De modo que, ya nos encontramos aquí con la manipulación más grotesca que realiza la extrema derecha cuando se refiere despectivamente a los ‘menas’ como inmigrantes ilegales. No lo son, de acuerdo con lo expuesto: en cuanto llegan a España tienen los mismos derechos que los menores españoles en materia de educación y de sanidad, principalmente. Lo que nunca se menciona es que entre los derechos de los menores inmigrantes, reconocidos en esos tratados, está el de la reagrupación familiar. Y es ahí donde más sorprende el detalle sobre la procedencia de esos menores.

Según el Observatorio permanente de la inmigración, dependiente del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, casi el 70% de los menores inmigrantes que hay en España son varones (solo un 6% de mujeres) de nacionalidad marroquí. “A gran distancia, les siguen aquellos provenientes de Gambia (9%), Argelia (6%) y Senegal (4%)”, dice el último informe de ese Observatorio. Como se decía antes, no se discute que el Estado español debe asumir la tutela de esos menores, como menores españoles de pleno derecho, pero tampoco se puede olvidar que otro de los objetivos de los tratados internacionales es regreso de esos menores en su núcleo familiar. Simplemente, no puede entenderse que no existan otras fórmulas de cooperación entre España y Marruecos. La única pregunta es si el Gobierno, que no se pronuncia al respecto, incluye esta desproporción de menores inmigrantes marroquíes en España en sus conversaciones con el monarca Mohamed VI o prefiere callarse.

Solidaridad y compensación. Cuando nos encontramos, como en la actualidad, con miles de inmigrantes que han llegado a España de una forma irregular que no pueden ser repatriados, porque no es posible alcanzar ese tipo de acuerdos con sus países de origen, estados inexistentes, no queda otra salida que atenderlos. En centros de acogida, que no se conviertan en cárceles, y buscarles una salida laboral allí donde se necesita mano de obra. ¿Alguien de los que clama contra la inmigración ilegal, sin más, conoce otra salida? Pues eso.

Foto: Nueva llegada de migrantes a nado a la playa de Ceuta. (EFE/Reduan)

Una vez asumido, transparencia, empezando por el número real, o aproximado, de inmigrantes en situación irregular y su distribución por todo el territorio español. Cada traslado que se realice debe hacerse de acuerdo con los gobiernos autonómicos; es decir, al contrario de lo que sucede habitualmente. Y cuando se decida abrir un centro de acogida, debe hacerse, igualmente, en coordinación con ayuntamientos y con compensaciones económicas, o mejoras en infraestructuras y seguridad, para los municipios afectados. La única pregunta es si el Gobierno, que no se pronuncia al respecto, considera que la solidaridad y la compensación deben ir unidas o, por el contrario, piensa seguir alimentando a la extrema derecha con su indiferencia.

Inmigración sin papanatismo. Porque es posible, porque es urgente y porque las consecuencias de lo contrario son desastrosas. Como el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inicia el curso político con una visita a los países africanos desde los que se ha provocado la mayor avalancha de inmigrantes de los últimos años, sería conveniente que en las reuniones que vaya a mantener se aborden algunos de los asuntos que se silencian o se ignoran, con la disparatada idea de que no son ‘debates progresistas’. Es justo lo contrario, no hay nada más reaccionario, nada que fomente más el racismo y el apoyo a la extrema derecha, que negar o ignorar algunos de los graves problemas que ocasiona la inmigración ilegal que, obligadamente, debemos aceptar cuando no existen otras soluciones posibles.

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