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El anuncio desafiante de nuevas elecciones
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Javier Caraballo

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El anuncio desafiante de nuevas elecciones

El líder socialista hará de su capa un sayo y seguirá gobernando como si tal cosa, sin importarle una higa todo lo que le rodea, porque es consciente de que ninguno puede derribarlo

Foto: Sánchez presenta una nueva campaña del transporte público. (EFE/Sergio Perez)
Sánchez presenta una nueva campaña del transporte público. (EFE/Sergio Perez)
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Es más chulería que amenaza, más advertencia que determinación. Un desafío, incluso. El verdadero sentido de esa frase polémica del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, de que piensa gobernar sin el Legislativo no tiene el sentido de imposición o delirio autoritario que podría deducirse inicialmente, sobre todo si se contempla desde la perspectiva de un dirigente político que ya ha dejado muestras suficientes de cesarismo en su forma de interpretar la política.

Y para no detallar todos los ejemplos que podrían ponerse, digamos, simplemente, que todo era interpretable hasta su ofensiva ciega en defensa de su mujer, Begoña Gómez. Ahí, Pedro Sánchez se ha desatado completamente, borrachera de soberbia, de las que dejan resaca de garrafón. En este contexto inmediato, es normal que cuando se le escucha decir al presidente Sánchez lo que dijo en el Comité Federal del PSOE, todos piensen que se trata de una nueva camballada, o cambalada, como se prefiera. Pero no, no es otro vaivén, ni traspiés, esta vez, con toda probabilidad, lo que ha hecho el presidente Sánchez es anunciarnos a todos que ya tiene decidida su estrategia política para esta legislatura: de aquí a final de año, lo va a dejar todo dispuesto para convocar elecciones anticipadas en el momento que considere propicio para los intereses socialistas y nada, ni nadie, tiene capacidad política para que haga algo distinto.

Solo hay una posibilidad de que todo eso se tuerza, un revés judicial, letal e inesperado, pero el mensaje principal no varía: ni la oposición, ni los socios de Gobierno, ni los aliados parlamentarios tienen posibilidad alguna de derribar al Gobierno desde el Congreso de los Diputados, y mucho menos desde el Senado. Así que, por eso, dijo lo que dijo: "Vamos a avanzar con determinación en esa agenda, con o sin apoyo de la oposición, con o sin concurso del poder legislativo".

Quienes mejor han sabido interpretar el sentido de las palabras de Pedro Sánchez han sido algunos antiguos dirigentes socialistas, a partir del anuncio de la celebración del Congreso Federal del PSOE a finales de noviembre, el último fin de semana en concreto, en la capital de Andalucía. El Congreso de Sevilla será el número 41 y, solo como exponente de la convulsión que se ha vivido en el socialismo español, merece la pena recordar que, en el Congreso anterior, celebrado en Valencia en octubre de 2021, el mensaje principal del PSOE fue el reencuentro interno, la reconciliación de todos sus dirigentes y el regreso a la socialdemocracia.

Foto: La mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez. (EFE/Jesús Diges)

El Congreso de Valencia se le dedicó a Alfredo Pérez Rubalcaba, tristemente fallecido dos años antes, y la foto fue la del abrazo de Felipe González con Pedro Sánchez. De todo eso solo queda ya el reverso, de Rubalcaba solo se conserva su concepto de Gobierno Frankenstein y Felipe González repite su desolación en cada entrevista, en cada conferencia: "No hay proyecto de país, me siento huérfano". Todo el que se considera socialdemócrata dentro del PSOE se encuentra exactamente igual, colgados de la brocha de unas siglas que son su vida y ahora no les representan.

En fin, a lo que íbamos, el sentido de este Congreso Federal es exactamente el contrario, porque se trata de arrinconar los pocos focos de disidencia interna que existen para homogeneizar aún más el partido. Y eso que, como ya dijimos, la discrepancia de los líderes de agrupaciones como la aragonesa o la castellana-manchega es más testimonial que efectiva, porque la militancia y los diputados nacionales del PSOE en esas dos comunidades respaldan plenamente a Pedro Sánchez. Aun así, el secretario general, ha decidido adelantar un año el Congreso Federal para dejar a punto todo el mecanismo interno y poder convocar elecciones generales el próximo año, en la primavera o en el otoño. Tengamos en cuenta que, orgánicamente, en el PSOE no se contempla que el mismo año que se celebra un Congreso Federal se convoquen, además, unas elecciones generales.

"Se trata de arrinconar los pocos focos de disidencia interna que existen para homogeneizar aún más el partido"

A partir del 1 de diciembre próximo, que es cuando acaba el Comité Federal, con Pedro Sánchez reelegido secretario general, el líder socialista hará de su capa un sayo y seguirá gobernando como si tal cosa, sin importarle una higa, como decía Jesús Aguirre, duque de Alba, todo lo que le rodea, absolutamente todo, porque es consciente de que ninguno de ellos puede derribarlo. O carecen de la fuerza necesaria, política o parlamentaria, o están necesitados de que la legislatura se prolongue todo lo posible para intentar solucionar sus propias crisis internas.

El Partido Popular, por ejemplo, que ganó las elecciones, jamás va a prestarse a convocar una moción de censura con el apoyo de los independentistas de Puigdemont, incluso en el supuesto de que el prófugo se prestase. Necesitaría, además, el apoyo del PNV y eso tampoco sucederá si los nacionalistas vascos tienen que votar junto a VOX. Imposible. ¿Y qué pasa con los socios del Gobierno? Exactamente lo mismo, que ni tienen fuerza parlamentaria para derribar al Gobierno ni les interesa, estratégicamente, que la legislatura pudiera acortarse.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (EFE / Sergio Pérez)

Ahí está Yolanda Díaz, convertida literalmente en una sombra del presidente del Gobierno. Lo único que le interesa a Sumar es que la legislatura se prolongue todo el tiempo posible, para ver si consigue reagrupar a la extrema izquierda española, que es aquella se sitúa a la izquierda del PSOE. Es lo mismo que podemos pensar de Podemos, que necesita un periodo de estabilidad electoral para trenzar una nueva estrategia de debilitamiento de Sumar y de su líder. Todo lo que hagan, unos y otros, no pasará de ruido, pólvora de salvas, candelas de papeles… Nada.

De modo que ya pueden repetirse muchas más sesiones como las de esta semana, en las que el Gobierno recibe el vapuleo del Congreso, porque el resultado será el mismo. Pedro Sánchez actúa como un autómata, ajeno a todo, y ufano, promueve nuevos debates. El detalle de estos últimos días es fantástico. Pierde votaciones en el Congreso, los portavoces lo amenazan, y él anuncia inversiones públicas para un mayor uso de la bicicleta. Aunque las nuestras nunca serán como las que él se compró en la Moncloa, tres bicicletas a razón de 4.500 euros cada una. Cualquiera diría que las bicicletas de Sánchez las fabrica Lamborghini.

Es más chulería que amenaza, más advertencia que determinación. Un desafío, incluso. El verdadero sentido de esa frase polémica del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, de que piensa gobernar sin el Legislativo no tiene el sentido de imposición o delirio autoritario que podría deducirse inicialmente, sobre todo si se contempla desde la perspectiva de un dirigente político que ya ha dejado muestras suficientes de cesarismo en su forma de interpretar la política.

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