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Matacán
Por
El primer año de Frankenstein II
El 17 de noviembre de 2023, Pedro Sánchez prometió por tercera vez su cargo como presidente del Gobierno de España. Como en las anteriores ocasiones, su llegada al poder marcó un hito de singularidad en la política española
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Hoy se cumple un año y al hombre que es capaz de romper todos los pronósticos, de superar todos los obstáculos, de renunciar a todos los principios, nada le ha sucedido como esperaba. Todo del revés, salvo la permanencia en el poder, superando todas las adversidades y hasta toda lógica. El 17 de noviembre de 2023, el líder socialista Pedro Sánchez prometió por tercera vez su cargo como presidente del Gobierno de España. Como en las anteriores ocasiones, su llegada al poder marcó un hito de singularidad. Manual de resistencia, capítulo cuatro o cinco, si empezamos a contar desde que fue secretario general por primera vez, en octubre de 2016, y pasó de 'hombre de paja' a implacable destructor.
En lo concerniente a la Presidencia del Gobierno, todo comienza en el verano de 2018, con la única moción de censura que ha triunfado en España, a pesar de que Sánchez ni siquiera era diputado y su grupo, el del PSOE, contaba con la menor representación parlamentaria de su historia. La segunda singularidad se produjo en enero de 2020, cuando, tras negarlo repetidas veces, accedió a pactar con Podemos y se formó el primer Gobierno de coalición de la democracia española. La tercera investidura es esta de ahora, de la que se cumple un año, y, como en una apuesta de 'al filo de lo imposible', consiguió acceder de nuevo a la presidencia del Gobierno a pesar de haber perdido las elecciones y de no contar en el Congreso de los Diputados con una mayoría estable, sino compuesta por formaciones de ideologías opuestas.
También era la primera vez. Nunca, en casi medio siglo de democracia, había sucedido nada igual porque, en España, funcionaba un pacto tácito entre las principales fuerzas políticas para permitir el Gobierno de quien ganaba las elecciones. No ocurría así en las comunidades autónomas ni en los ayuntamientos, pero sí en el Gobierno de España, donde siempre había gobernado el partido vencedor de las elecciones, aunque no obtuviera una mayoría suficiente. Esta vez, no. Si la cortesía democrática acostumbrada establecía que, en la misma noche electoral, el candidato que había perdido las elecciones felicitara al ganador, esta vez no ocurrió. Pedro Sánchez salió al balcón de la sede socialista sin el mínimo atisbo de derrota, todo lo contrario: se proclamó ganador y se adjudicó la victoria de la suma parlamentaria que pensaba ahormar en el Congreso.
Hace un año, por estas fechas, en el Partido Socialista ya se hablaba con normalidad de la Ley de Amnistía, que fue el precio descabellado que Pedro Sánchez se comprometió a pagarle a los independentistas de Carles Puigdemont, fugado de la Justicia española, para que sus diputados le apoyaran como presidente del Gobierno. Por esa razón, y siguiendo el concepto ideado por el socialista Rubalcaba, este es el Gobierno de 'Frankenstein II', porque está compuesto todavía por más despojos que el anterior.
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Antes de esta nueva investidura, en el PSOE se negaba todo sobre la amnistía. Era la frase más repetida durante meses, "nunca, en ningún momento, es mentira", que es la misma que, por cierto, se ha utilizado siempre en el entorno del presidente cuando se le sorprende en uno de sus famosos 'cambios de opinión'. La amnistía era cierta y el compromiso formal del PSOE era el de aprobarla de forma inmediata con la previsión de que, en cinco meses, ya estuviera aprobada y en vigor. La idea, por tanto, era que en marzo pasado todos los condenados de la revuelta sediciosa de Cataluña estuviesen ya amnistiados, pero se está terminando el año y todavía no se sabe bien en qué puede quedar la Ley de Amnistía, que es un compendio de falsedad política, de deslealtad democrática y de incumplimiento constitucional. Carles Puigdemont solo pudo volver por unas horas a España, en agosto pasado, con toda probabilidad 'amparado' por el propio Gobierno de Pedro Sánchez. Regresó a Barcelona, escenificó su burla en lo alto de una tarima, y volvió a salir de España.
En este momento, un año después, las relaciones parlamentarias con el independentismo de derechas que representa Junts están suspendidas, o paralizadas, y si no se rompen del todo es porque a ninguno de los dos actores le interesa acabar con esa relación. Cualquier hipótesis de futuro puede ser peor, de modo que mejor el estatus actual. Lo único que le ha salido bien a Sánchez ha sido su apuesta por la Generalitat de Cataluña, recuperada por los socialistas gracias a que, desde la declaración de independencia, la detención de los cabecillas y la condena judicial de todos ellos, el soberanismo ha descrito una trayectoria de claro declive social, enfrentamiento y división.
Este es el Gobierno de 'Frankenstein II', porque está compuesto por más despojos que el anterior
Con un pragmatismo político incuestionable, que incluye la ausencia de principios, Pedro Sánchez ha sabido utilizar ese declive en su beneficio hasta lograr el objetivo de colocar a uno de los suyos en el Gobierno catalán. Podría decirse que es la misma estrategia que ha utilizado con sus socios de extrema izquierda. Desde el primer Gobierno de coalición, el acercamiento a Pedro Sánchez lo que ha provocado en esos partidos ha sido una espiral de rivalidades políticas, de enfrentamientos internos y de traiciones personales.
Siempre ha ocurrido así, es verdad, desde tiempos de Julio Anguita, que fue el primero que intentó 'sumar', pero cuando han llegado al poder la tentación de los despachos ha acelerado la descomposición y las zancadillas. Ahora, todos esos grupos, socios imprescindibles para Sánchez, están enfrentados y decaídos. Les faltaba un escándalo para hundirlos un poco más y nos enteramos de la vida paralela de Íñigo Errejón, que todos ellos habían ocultado, ignorado o minimizado.
De todas formas, si Pedro Sánchez no podía pensar que, un año después de su tercera investidura, todavía no estarían amnistiados todos los condenados de la revuelta independentista y que sus socios naturales se habrían embarcado en un proceso de autodestrucción; si nada de eso podía imaginarlo, menos aún podría esperarse el 'caso Koldo' y que, de forma más inesperada aún, estallara un escándalo en su propia casa, en su familia, tras la revelación de la actividad privada de su mujer, utilizando el palacio de la Moncloa como sede de contactos y negociaciones.
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En la historia de la democracia española quedará para siempre el fin de semana de abril en el que el presidente del Gobierno de España 'amenazó' a todo el país con presentar la dimisión por el hecho de que un juez hubiera aceptado a trámite una denuncia contra su esposa. Cinco días de reflexión duró aquella insólita impostura y, cuando finalizaron, el presidente volvió como si tal cosa, dispuesto a retomar otra estrategia distinta. Es cuando empieza su ofensiva contra "la máquina del fango".
Tampoco esto último le ha salido bien, su pomposo 'Plan de Acción por la Democracia' es tan cínico como el último decreto ley aprobado para ampliar la politización del consejo de administración de la RTVE. Esa reforma legal sí que se aprobó en medio del fango, pero no se trataba del fango ficticio del discurso de Pedro Sánchez, sino del fango real que inundó la rambla del Poyo en Valencia. Fango real en la mayor catástrofe natural de la que se tiene constancia en Europa. Y como se trata de eso, de una desgracia enorme por la que sufren decenas de miles de personas, la obligación de todos es apartarla de cualquier interpretación o manoseo político. De hecho, cuando pasen los años, nadie recordará estas semanas por el aniversario frustrado de Frankenstein II.
Hoy se cumple un año y al hombre que es capaz de romper todos los pronósticos, de superar todos los obstáculos, de renunciar a todos los principios, nada le ha sucedido como esperaba. Todo del revés, salvo la permanencia en el poder, superando todas las adversidades y hasta toda lógica. El 17 de noviembre de 2023, el líder socialista Pedro Sánchez prometió por tercera vez su cargo como presidente del Gobierno de España. Como en las anteriores ocasiones, su llegada al poder marcó un hito de singularidad. Manual de resistencia, capítulo cuatro o cinco, si empezamos a contar desde que fue secretario general por primera vez, en octubre de 2016, y pasó de 'hombre de paja' a implacable destructor.