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Matacán
Por
El año que derrocamos a Francisco Franco
En 1975, el dictador no cayó, murió en la cama, y no se derribaron estatuas, sino que se formaron colas de diez kilómetros para despedirlo
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Dices que compartes la idea de Pedro Sánchez de celebrar la muerte de Franco, con actos repartidos por toda España, y que no entiendes que haya quien se oponga a que recordemos el día en que se terminó la dictadura en España. También en Siria, has dicho, han soportado una dictadura de medio siglo y ahora sus ciudadanos celebran en las calles la caída del dictador. ¿Por qué no vamos a celebrar los españoles lo mismo, como va a hacer el presidente Pedro Sánchez? He visto tu cara de desconcierto cuando, al decirlo, te he agradecido que nos hayas comparado con Siria, porque resulta que esa es la explicación de los recelos que ha levantado la iniciativa del Gobierno: no somos Siria.
Nada tiene que ver, desde ningún punto de vista, la dictadura franquista con la del régimen hereditario de la familia Al Asad, primero con el padre, Hafez, y luego con su hijo, Bashar, que se ha refugiado en Rusia, la hermandad de los sátrapas. No, nada tienen que ver Siria y España, porque, para empezar, aquí no derrocamos al dictador. Franco murió en la cama, a los 82 años, después de una larga enfermedad.
Franco falleció de muerte natural el 20 de noviembre de 1975 y desde un año antes se estaba apagando, con frecuentes entradas y salidas del hospital, desde aquella primera vez, el famoso ataque de tromboflebitis que lo llevó a ingresar por primera vez en el hospital. Digo "famoso" porque en la España de la época el ingreso hospitalario de Franco levantó una enorme expectación: por la incertidumbre, por las expectativas, por el final que se acercaba… Pero ni siquiera la hospitalización del "caudillo por la gracia de Dios" alteró las cosas; no hubo ningún levantamiento, ningún asalto al poder.
En la historia de España no existe el año que derrocamos al dictador, Francisco Franco. Esa es la cuestión, de modo que no hay nada especial que recordar, salvo que un anciano se murió en la cama. Tanto alargaron los médicos su final, con constantes transfusiones de sangre, que el anciano, en su agonía, exclamó: "Dios mío, ¡cuánto cuesta morirse!".
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Dices que, de todas formas, ahí se acabó la dictadura y tampoco en eso tienes razón. En 1975, tras la muerte de Franco, la dictadura permaneció igual porque todos los poderes del Estado, que estaban en manos del dictador, pasaron al rey Juan Carlos I. El prodigio histórico se produce a partir de entonces porque el teórico sucesor de Franco tenía la firme determinación de utilizar esos poderes absolutos, no para perpetuar la dictadura con él al frente, sino para acabar con el régimen e instaurar una democracia plena. El papel histórico de Juan Carlos I fue ese, el de sentar en el sillón de Franco al nuevo soberano: el pueblo español. "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado", así empieza, de hecho, la Constitución española. Su aprobación sí que supuso el final definitivo de la dictadura de Franco, pero eso ocurrió tres años más tarde, en diciembre de 1978. Hasta entonces, para que te hagas una idea, en España siguió vigente, por ejemplo, la pena de muerte, lo cual es ya razón suficiente para que, si tenemos que celebrar algo, sea la aprobación de la Constitución y la Transición hacia la democracia que la hizo posible.
El ánimo de reconciliación en el que se inspiró todo ese proceso cerró heridas y avanzó hacia la libertad, la tolerancia y el respeto de todas las ideas. Lo sospechoso de todo esto de Pedro Sánchez, de su interés por celebrar la muerte de Franco, es precisamente que disimula muy mal que lo que pretende es fomentar lo contrario: la polarización y el enfrentamiento.
En la historia de España no existe el año que derrocamos al dictador. Esa es la cuestión, de modo que no hay nada especial que recordar
Dices que muchos españoles celebraron la muerte de Franco con una explosión de alegría y, una vez más, tengo que corregirte. Es verdad que una gran parte del país esperaba la muerte del dictador para avanzar hacia la democracia, pero nadie tenía la certeza de que eso fuera a ocurrir de una forma pacífica, como sucedió. Volvamos a tu ejemplo de Siria. En España, cuando se murió Franco, no hubo altercados en contra del régimen; la gente no salió a las calles a derribar estatuas de Franco ni a ocupar las residencias en las que había vivido el dictador. No, todo lo contrario: se formaron colas de ciudadanos de hasta diez kilómetros para pasar ante su féretro y rendirle un último homenaje. Esa era la misma sociedad que, desde dos décadas antes, desde finales de los años 50, había avanzado decididamente hacia la democracia dentro de la propia dictadura. No puedes olvidar esa especie de paradoja, porque de lo contrario no conseguirás entender nada.
Gracias a los cambios económicos y sociales de la dictadura, la sociedad española estaba preparada para la democracia. Stanley G. Payne, uno de los mejores hispanistas, lo llama "el modelo español", por la novedad del paso de una dictadura a una democracia. Y dice así: "Con la modernización definitiva del país bajo el franquismo, por primera vez en la historia contemporánea de España había una sociedad más moderna y evolucionada que el sistema político; se había vuelto del revés la típica 'contradicción española', que siempre había consistido en la existencia de regímenes políticos demasiado avanzados para la sociedad que debía sostenerlos".
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También Enrique Moradiellos, uno de los mayores expertos en la vida de Franco, resalta la evolución de la sociedad española en los últimos años del franquismo, hasta el punto de que, en 1974, ya había un 60% de los españoles que se inclinaban por un régimen de libertades. "Esa patente realidad sociológica y cultural en favor de un sistema político democrático era el incentivo y aliciente para los sectores reformistas del régimen que habían puesto sus defraudadas esperanzas en el sucesor de Franco", dice Moradiellos.
Qué bueno sería, en fin, que la idea del presidente Pedro Sánchez fuera esa: estudiar con seriedad y rigor la evolución de los últimos años del franquismo, y difundir, con orgullo, el mérito histórico de la Transición y el ideal sublime de la reconciliación que imperaba en la sociedad. Qué bueno sería, sí, pero me temo que no es lo que se busca, sino lo contrario. Pretenden celebrar lo que nunca ocurrió: el año en que derrocamos a Francisco Franco, para avivar los rescoldos del enfrentamiento y la polarización.
Dices que compartes la idea de Pedro Sánchez de celebrar la muerte de Franco, con actos repartidos por toda España, y que no entiendes que haya quien se oponga a que recordemos el día en que se terminó la dictadura en España. También en Siria, has dicho, han soportado una dictadura de medio siglo y ahora sus ciudadanos celebran en las calles la caída del dictador. ¿Por qué no vamos a celebrar los españoles lo mismo, como va a hacer el presidente Pedro Sánchez? He visto tu cara de desconcierto cuando, al decirlo, te he agradecido que nos hayas comparado con Siria, porque resulta que esa es la explicación de los recelos que ha levantado la iniciativa del Gobierno: no somos Siria.